CODALARIO, la Revista de Música Clásica

Críticas

Crítica: Riccardo Minasi y Julia Kleiter con la Orquesta de la Comunidad Valenciana

20 de octubre de 2021

La Orquesta de la Comunidad Valenciana, a las órdenes de Riccardo Minasi, ofrece un concierto en Castellón junto a la soprano Julia Kleiter, centrado en obras de Haynd, Beethoven y Strauss.

Riccardo Minasi

Mejor la primera parte

Por Antonio Gascó
Castellón. 17-X-2021. Auditorio de Castellón. Sociedad Filarmónica de Castellón. Orquesta de la Comunidad Valenciana. Julia Kleiter, soprano. Director: Riccardo Minasi. Odas de Haydn, Schubert, Beethoven y Strauss.

   El Auditorio de Castellón acogió en su programación junto con la Sociedad Filarmónica un concierto de la orquesta de la Comunidad Valenciana, o del Palau de les Arts en el que tuvo la rectoría Riccardo Minasi y actuó como solista la soprano Julia Kleiter. Siempre es bien recibida, y la entrada de público lo testimonió, la excelente orquesta de foso de Les Arts, por su indiscutible calidad que volvió a manifestar, de forma palmaria, en la audición. 

   El director italiano preparó un repertorio atractivo, con nivel y criterio, aunque no fuera popular para el colectivo de oyentes, con el común denominador de la italianidad, vista a través de la óptica de compositores germánicos de los siglos XVIII al XX. Si la idea no podía ser más interesante, los resultados no estuvieron a la misma altura. 

   En la Scena di Berenice de Haydn y en Ah pérfido de Beethoven, ambas con textos del italiano Metastasio y cantadas en su lengua,  intervino la soprano Julia Kleiter, dueña de una voz cristalina y refulgente, muy rica en armónicos, que puso de manifiesto su sensibilidad prodigando matices en diversificados reguladores, portamentos y esfumaturas. Se notaba que la cantante no se ha salido en su carrera del repertorio germánico, tanto en la ópera como en el repertorio de conciertos. Había una intención muy asumida en su carácter interpretativo de territorialidad en su musicalidad esmeradísima de dicción. ¡Con qué soltura y gracia emitió los tresillos y cuatrillos en semicorcheas que siguen al 25 de ensayo en la pieza de Haydn! Asimismo no hay que olvidar su métrica en compasillo, al servicio del tema melódico sutil como pocos en el repertorio del autor austriaco. Y con qué solvencia emitió el Do5 al término del fragmento. Es cierto que la obra requiere más dramatismo, el que le conceden Bartoli, Fink o Baker (todas mezzos), pero ella supo hacer de la necesidad virtud,  adaptándola con excelente criterio a su voz de lírica pura en un acopio de exquisitez interpretativa sobre todo en la cabaletta. En la pieza de Beethoven mostró, en mayor medida, su delicadeza llevando a cabo sugestivos portamentos que al par de su excelente técnica patentizaron su primorosa sensibilidad. En el aria enquimeradora en el motivo melódico con una esmerada filatura en el Lab en el «d’afano» del cuarto compás antes del cierre. Asimismo mostró un virtuosismo con un regateo vocal a lo Messi, apuntalando un brioso Sib en «di pieta» iniciando el arpegio descendente que la lleva al término de la exigente cabaletta. Tuvo aplausos encendidos, pero no concedió el bis que se le reclamaba con insistencia.

   La batuta la acompañó con eficacia, dejándole libertad (por otra parte la partitura del Haydn auxilia bastante en ese menester) para frasear a placer, acompañándola en la riqueza de matices, aunque no tuvo el nivel de inspiración de la cantante en la atmósfera orquestal. 

   Completó el programa en la primera parte la Obertura al estilo italiano de Schubert, obra muy propia de su estro en la brillante tonalidad de ReM y a 3/4 que presenta contrastes de pulso entre el Adagio y el Allegro giusto que no se patentizaron, predominando la excesiva uniformidad entre ambas partes. Bien es cierto que hubo embeleso en el discurso, precisión en la métrica, tal vez en exceso, lo que llevó al conductor a ser poco creativo y eso es cardinal para interpretar una música poética como la de Schubert. Se echó a faltar preciosismo en los diálogos entre las maderas y el tutti, de matices tan sugestivos. En su obsequio diremos que se creció mucho y con carácter, al final desde la doble barra de la coda empastando muy bien. 

   En la segunda parte el maestro romano se las vio con Aus italien una obra juvenil de Richard Strauss que ofrece una plástica representación de varios ambientes italianos, pero eso sí con óptica teutona. Arcos seductores en los tresillos del inicio con la solidaridad de fagotes, trompas y trombones y muy bien medidos los inmediatos cambios de compás de 3/2 al compasillo en el ambiental paisaje campestre. Por el contrario faltó contraste en la mediodía de los segundos violines al final del D de ensayo.

   Entendió muy bien los cambios de pulso de 6/4 y 3/2 y de 9/4 a 6/4, narrando unas ruinas romanas con más encanto sensorial que romanticismo. Uno piensa que su versión hubiera venido muy bien, como música de fondo para el entrañable film Vacaciones en Roma con los fabulosos Audrey Hepburn y Gregory Peck y por supuesto sin desmerecer la banda sonora de Auric. Vamos, una Ciudad eterna muy sentimental propia de un italiano. 

Riccardo Minasi

   Los arpegios sensoriales de la cuerda a 3/8, permitieron patentizar el soplo de la brisa en las calles de Sorrento, así como la sensitiva barcarola con un inspirado clarinete en los tresillos de fusas y semifusas. La naturaleza se exhibió radiante y luminosa. Sin duda la batuta se halló muy cómoda en este movimiento pictórico y ambiental. Muy bien en el procesional organístico el solo de las dos primeras trompas.

   El postrer movimiento, Nápoles, es descriptivista de panoramas populares que divergen del leiv motiv de la canción de Luigi Denza, Funiculì funiculà. Esos motivos ambientales  describen contextos, ora plácidos y de carácter, ora festivos, ora de personalidades temperamentales del hábitat. De entrada el relato de los cellos y violas, contrapuntados por los cuatrillos en fusas del redoblante, exponiendo la tarantella de Denza, estuvo muy falto de espíritu territorial. No digamos nada del compás de violines y violas en una escala ascendente de fusas, al que el pulso métrico obliga, ni del interludio, en cierto modo hilarante, de predominio de las maderas y que incluye una nueva cita de la canción de Denza a cargo del corno inglés, mientras todos los arcos, menos los bajos, exponen dos hipotenusas ascendentes en cuatrillos de semicorcheas, que estuvo falto de ambientalidad e intención. El pulso de tarantela manda siempre, sobre todo antes de entrar en la letra P de ensayo. No digamos nada del segundo interludio de las maderas con ambiental apoyo de arpegios de la cuerda, que al final del fragmento se gana, y mucho, el jornal. Nápoles ha de resplandecer de algarabía en la entrada de los metales acentuada por los incisivos platillazos, mientras el tiempo se acelera a una velocidad vertiginosa que obliga a una batuta temperamental y creativa  a llevarlo a uno. En otras palabras, que pese a que se interpretó vivaz abundó en la sosera y en la falta de convicción, pese a ejercer una batuta paisana. 

   La verdad es que quien esto escribe le recomendaría al director romano, que para concebir bien esta partitura escucharse a su compatriota y tocayo Riccardo Muti que, al frente de la Filarmónica de Berlín, hace una versión infinitamente más sugestiva.  

Fotos: Mikel Ponce

 

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