Hay que celebrar que una de las actividades promovidas por las Cortes de Castilla y León para la celebrar el Quinto centenario de la Revuelta de las Comunidades sea este proyecto de la Fundación de Castilla y León de una ópera de nueva creación.
Conmemoración con ópera
Por Raúl Chamorro Mena
Burgos, 16-X-2021, Auditorio Fórum Evolución [Sala Rafael Frühbeck de Burgos]. Los Comuneros de Igor Escudero. Alejandro Roy [Padilla], Conchi Moyano [Juana de Castilla], José Concepción [Cardenal Cisneros], Fernando Campero [Pedro Girón], Alfonso Baruque [Juan Bravo], Xavier Casademont [Íñigo Fernández de Velasco], Ferrán Albrich [Fraile Franciscano]. Coro Vox Vitae y coro Primo Tempo. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Dirección musical: José Luis López Antón. Dirección de escena: Montserrat Miralles.
El 23 de abril de 1521 tenía lugar la batalla de Villalar, que supuso la victoria de las tropas realistas partidarias del Rey Carlos I (el Emperador Carlos V) sobre las comuneras, el consiguiente ajusticiamiento por traición de sus principales líderes Padilla Bravo y Maldonado y con ello, el final de esta revuelta –quedó un foco en Toledo hasta Febrero de 1522– que surgió en Castilla en 1520 frente a un monarca, que a su llegada a España no conocía el idioma, además de venir rodeado de caballeros, nobles y religiosos flamencos, y de solicitar inmediatamente de las Cortes castellanas cantidades con las que sobornar a los electores y asegurarse su elección como Emperador del Sacro Imperio Romano-germánico. Todo ello produjo recelos y oposición en las élites castellanas en un reino que padecía inestabilidad de gobierno desde el fallecimiento en 1504 de la Reina Isabel La católica.
Como amante del Teatro lírico, celebro que una de las actividades promovidas por las Cortes de Castilla y León para la celebrar el Quinto centenario de la Revuelta de las Comunidades sea este proyecto de la Fundación de Castilla y León de una ópera de nueva creación. La participación en su mayor parte de recursos humanos y artísticos de la propia comunidad y la posibilidad de acceder a la ópera en localidades donde habitualmente no existen temporadas de teatro lírico son también elementos a destacar y valorar.
El Leonés Igor Escudero es el autor de libreto y música de esta nueva ópera Los Comuneros, que se estrenó el día 2 del presente mes de Octubre en Salamanca para proseguir un periplo en diversas localidades de la Comunidad de Castilla y León y sumar un total de 9 funciones, con esta que aquí se reseña celebrada en Burgos el día 16. Estamos, por tanto, ante todo un tour de force de 9 representaciones en apenas 2 semanas. El tenor Alejandro Roy hizo alusión a dicho esfuerzo con un significativo gesto al salir a saludar al final de la función.
Es justo destacar la motivación de todos los implicados, el trabajo en equipo, el entusiasmo empleado y la vigencia y prestigio del género operístico como base de una celebración de esta importancia. Asimismo, visitar una vez más, una ciudad tan bella y monumental como Burgos es siempre un placer.
Dicho esto, seguramente y es comprensible, pues se ha tenido mucho cuidado para atraer al público en zonas poco habituadas al género, estamos ante un producto en cierta manera propio de la sociedad actual. Algo de reducida duración, superficial y directo, con escaso desarrollo y que exija poco esfuerzo a la audiencia. A nadie más que al que firma estas líneas le repele lo excesivamente pretencioso, snobista o intelectualoide, pero hay opciones intermedias, creo yo.
Efectivamente, la obra de Escudero es de corta duración –apenas 75 minutos–, expeditiva, superficial, con una música repetitiva, que cuenta con un embrión de aires renacentistas, muchos toques de Romanticismo en hábil combinación con la banda sonora de Juego de tronos. No es problema ser más o menos vanguardista, pues sabemos que la música contemporánea reúne diferentes corrientes, es que estamos ante una música poco inspirada, monocorde, ayuna de creatividad, sin ningún interés en cuanto a colores o tímbricas y con la sensación de poco elaborada. Que la escucha es más o menos agradable y no da tiempo a aburrirse dada la corta duración y el interés que tiene la historia que se cuenta, cierto, pero qué diferencia en cuanto a inventiva y personalidad la música del anterior estreno de una ópera contemporánea española al que asistí, la de Tránsito a cargo de Jesús Torres. La escritura para la voz de Los Comuneros se basa en un declamado monótono, en tesitura central, que se interrumpe con el lirismo de algunas frases de la Reina Juana y la alta tesitura, apropiada para los medios del tenor Alejandro Roy, destinada a Padilla. Igualmente, el libreto del propio Escudero resulta demasiado expeditivo, formado por mosaicos un tanto inconexos, escenas que no terminan de desarrollarse, en el inalcanzable objetivo de contar una historia de esta enjundia en apenas una hora y cuarto. No se le puede negar al texto la habilidad para ser directo –por cierto, los sobretítulos no hubieran estado de más, ni mucho menos– y para recoger elementos importantes como la volatilidad del pueblo, de la masa, que pasa de apoyar el movimiento comunero y pedir que Juana asuma el trono –con algunas frases un tanto sonrojantes que se repiten machaconamente como «¡Juana no está loca!»–, a llamarles «sucios mentirosos» cuando marchan al cadalso. Igualmente, queda expresada la circunstancia, habitual en el devenir de la historia, que los vencedores pactan con la alta nobleza, siendo ejecutados los de menor rango, de lo que es buen ejemplo el perdón a Pedro Girón, sobrino del condestable Don Íñigo Fernández de Velasco, comandante de las tropas realistas. En este mensaje directo se integra apropiadamente la puesta en escena de Montserrat Miralles con escenografía de Alejandro Contreras. Sencilla, de modesto aparato escénico pero eficaz, tanto como la dirección de actores y todo con un apasionante toque naïf. Uno no puede ocultar lo grato que es contemplar ambientación y vestuario de la época en que se encuadra la historia, algo casi imposible hoy día en los grandes teatros de ópera y no tener necesidad de «libro de instrucciones», pues lo que se expone en el escenario es claro e inmediato. El montaje contiene incluso un momento simbólico como es la pared que se interpone entre la reina Juana y Padilla cuando los líderes comuneros acuden a Tordesillas a pedir a la hija de los Reyes Católicos que asuma el trono, y que evoca el fracaso de la empresa, pues Juana «La loca» nunca realizó acto alguno contra su hijo, el Rey y posterior Emperador, Carlos.
En el elenco destaca especialmente la presencia del tenor asturiano Alejandro Roy como Padilla, con sus acentos vibrantes y timbre robusto, con cuerpo, bien proyectado, así como agudos potentes y con pegada en sala. El único papel femenino de la obra resultó bien servido por la soprano zamorana Conchi Moyano, que mostró timbre sano, bien apoyado, con suficiente proyección, así como indudable gusto y buen concepto del canto. Aunque el timbre baritonal de Fernando Campero no termina de liberarse ni resulta particularmente bello, sí mostró cierta pasta y reciedumbre, con lo que dotó de relieve a Pedro Girón de Velasco, quizás el noble de más alto rango que apoyó la revuelta y que entre sospechas de traición al movimiento comunero resulta perdonado. Demasiado liviano y filiforme el material vocal del tenor José Concepción como Cardenal Cisneros, que resultó sepultado por la orquesta en la mayoría de sus intervenciones. Más discretos y de escasa sonoridad los demás. El coro, con más entusiasmo y entrega que empaste y uniformidad sonora. La dirección, un tanto ruidosa por momentos y sin piedad con los que se subían al escenario de José Luis López Antón, alcanzó cierta corrección al frente de una buena orquesta como es la Sinfónica de Castilla y León. El Auditorio del Fórum Evolución presentó una floja entrada, incluso teniendo en cuenta que mantenía las restricciones de aforo.