CODALARIO, la Revista de Música Clásica

Críticas

Crítica: Egeria en el Festival de Música Antigua Andrés de Vandelvira

24 de octubre de 2021
Egeria

La belleza del «Ars Antiqua»

Por José Antonio Cantón
Génave [Jaén]. Iglesia Parroquial de la Concepción. 17-X-2021. XVII Festival de Música Antigua Andrés de Vandelvira (FeMAAV). EGERIA. Directora: Lucía Martín-Maestro Verbo. Obras: Cantos medievales de peregrinación recogidos en el Codex Calixtino y otros archivos.

   Con motivo de la celebración del Año Jacobeo 2021, el conjunto coral femenino Egeria ha montado un concierto dedicado a los cantos que transitaban por las peregrinaciones medievales en Europa, especialmente aquellos recogidos en el famoso Codex Calixtino, por lo que su programa ha sido titulado Iacobus Yspanias: peregrinando, realizado bajo la supervisión del medievalista musical Juan Carlos Asensio Palacios y la directora del grupo Lucía Martín-Maestro, responsable de su contenido, disposición y montaje. Se convertía así en una de las citas más atractivas del FeMAAV por la antigüedad de sus sones y por la posibilidad de disfrutar del canto llano de voces femeninas que seguramente iban a hacer que el oyente pudiera imaginar con gran fidelidad los que se practicaban en las abadías de monjas cistercienses entre las que la figura de la abadesa Hildegard von Bingen se anticipó con original y muy destacada importancia, poniendo las bases de lo que sería la música del Ars Antiqua en los primeros siglos del segundo milenio.

   De entrada, el grupo Egeria, que toma su nombre de la ilustre monja, poetisa y peregrina gallega el siglo IV d.C., quiso enmarcar el ámbito temporal por el que iba a transcurrir su actuación, iniciándola con un himno de alabanza a la Ciudad Eterna, O Roma nobilis, que situaba uno de los puntos referenciales de peregrinación cristiana, y seguidamente con un canon a tres voces dedicado a La Virgen recogido en la Abadía de Montserrat, en el que el estilo de cierto efecto monódico brilló en sus voces.

   La primera parte del programa, dedicado a la experiencia del peregrinar cristiano y que tuvo un especial referente en la ruta hacia Roma que partía de las Islas Británicas, tuvo continuidad con la interpretación de un responsorio de Benito de Peterborough en honor de Tomás Becket, Iacet granum, que cantaron con gran sentido salmódico, llevando su texto a que el oyente experimentara el sentimiento de su mensaje elegíaco. Continuaron con la figura de Sto. Tomás de Canterbury y su gloria ante el Trono Celestial, a través de un anónimo cántico de aclamación que facilitó la definitiva consecución de una homogénea expresividad de las voces. Antes de una serie de pasajes de autores desconocidos, cantaron una especie de expansivo ancestro de lo que sería el villancico, Alleluia Nativitas, dedicado a María, perteneciente al gran músico medieval francés del siglo XIII, Perotin, que apuntaba ya la rica belleza polifónica que se alcanzaría en los siglos posteriores.

   El siguiente apartado de su actuación estuvo dedicado a una serie de motetes depositados en monasterios españoles, que venían a preparar una de las partes esenciales del programa, la referida al Codex Calixtino, que sustanciaba la última del concierto y que fue precedida por la cantiga Por dereito ten a Virgen de Alfonso X el Sabio. Tocaba a su fin la peregrinación musical con dos himnos, dos conductus a tres voces, ante la falta de una cantante, lo que no resintió su interpretación, y un tropo del Kyrie a dos, Rex immense, del obispo Fulberto de Chartres, que lo fue en los primeros años del siglo XI. Su pequeña escenificación ante el ara del presbiterio acentuaba el efecto de dialogada plegaria de misericordia consiguiéndose uno de los momentos en el que el canto reforzaba la razón de ser y petición de la oración contenida en su texto. La presencia de la cítola, tocada con soltura y conciencia de su estimulante función por María de Mingo como instrumento acompañante en algunas obras, introducía cierto sentir profano al generalizado contenido sacro, hecho que significó un contraste al efecto de monodia y cierta distensión a su aparente y constante monotonía expresiva, realzándose así la espontaneidad del canto llano de este grupo, que supo trasladar al auditorio a las muy pretéritas voces del Ars Antiqua, realizadas con singular naturalidad y belleza.

Foto: FeMAAV

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