Uno de los ciclos de conciertos más interesantes de los que tienen lugar en el Auditorio Manuel de Falla a lo largo de la temporada desde hace un lustro, es el dedicado a la música para piano que lleva por título «Piano con Sabor». Para la inauguración de la presente edición se ha contado con la actuación del músico norteamericano Matthew Bengtson.
Pianista de versátil academicismo
Por José Antonio Cantón
Granada, 24-X-2021. Auditorio Manuel de Falla. Recital de piano de Matthew Bengtson. Obras de Isaac Albéniz, César Franck, Alexander Scriabin y Roberto Sierra.
Uno de los ciclos de conciertos más interesantes de los que tienen lugar en el Auditorio Manuel de Falla a lo largo de la temporada desde hace un lustro, es el dedicado a la música para piano que lleva por título «Piano con Sabor». Para la inauguración de la presente edición se ha contado con la actuación del músico norteamericano Matthew Bengtson, conocido en su país como prestigioso intérprete en todo tipo de repertorio para teclado, especialmente contemporáneo, desde una perspectiva y espíritu académicos que seguramente cimentó con su paso por la Universidad de Harvard y perfeccionó con su preparación musical en el famoso Instituto Curtis de Música de Filadelfia, dos prestigiosos centros norteamericanos de estudios superiores. Su reconocida capacidad pedagógica le ha llevado a desempeñar actualmente el cargo de profesor de piano en el Universidad de Michigan, llegando a ser considerado una de las máximas autoridades, teórica y prácticamente, en la obra del polaco Karol Szymanowski y del ruso Alexander Scriabin, autores cuya estética supuso un avance en la música para piano a finales del siglo XIX y principios del XX.
Precisamente con los Seis preludios, op.13 de Scriabin inició su recital dejando al instante la sensación de un pianismo controlado en expresividad y analítico en exposición, aspectos que dejaron siempre clara la línea armónica de cada uno de ellos, ya fuera en el encadenamiento de acordes que pide el primero, o en el gran mecanismo que pide el segundo en los registros medios y altos del teclado. Planteó el tercero con un gran sentido lírico de quieta y reflexiva dicción, para transmitir los tres últimos con una predominante exhibición técnica, llegando a la sublimación en el Presto en si menor contenido en el sexto, todo un desafío técnico que concluyó con una exquisita y contrastada disolvencia sonora.
El programa continuó con tres números de Iberia de Albéniz empezando con el primero de todos, Evocación, centrando su atención en el aspecto nostálgico de su inspiración que quedó sellado en su acorde final, donde parecía encontrarse con una de las esencias del compositor gerundense. Siguió con Albaicín, del que hizo una lectura que nunca se adentró en el duende jondo que encierra, quedando en una mera exposición sin las esencias guitarrísticas que contiene. Terminó este bloque con Triana, siendo más acertada su aproximación a sus sones de bailes y danzas populares, sin llegar suficientemente a la esencial destilación impresionista de carácter español que propone el autor.
El recital entró en su parte más significativa e intencional con la interpretación de los seis primeros de los doce Estudios rítmicos y sonoros del puertorriqueño Roberto Sierra, profesor de composición en la Cornell University del Estado de Nueva York, y del que Bengtson quiere dejar un relevante testimonio fonográfico a través de una grabación con el sello IBS-Classical que se realizará en el auditorio granadino. Del conjunto de estas obras se pudo admirar su adaptación al asombroso aporte técnico que necesitan para su interpretación, así como la impactante sonoridad resultante que alcanza el instrumento en estas obras. Sierra cuida este aspecto con singular detalle y a la vez destreza, llegando a una formulación realmente rica en matices y articulaciones que abarca todas las posibilidades del instrumento, propendiendo siempre en cada uno de ellos a una alternancia de tensión y distensión que sirve para regular y equilibrar constantemente la dinámica de su discurso. Ésta tiene muy activa presencia en el primer estudio, secuencial a modo de tocata en el segundo, de cierto aire minimalista en el tercero, con etéreos sones en el siguiente, para explorar los registros agudos en el quinto, partiendo de pasajes con proyecciones contrapuntísticas, y terminar con el sexto en un ejercicio de encadenamientos que derivan en precipitados staccati que obligan a una solícita atención en el oyente. Por la percepción experimentada en su escucha, se puede augurar un gran resultado artístico de su registro fonográfico.
La gran obra del recital fue sin duda Preludio, Coral y Fuga del belga César Franck. En ella se pudo apreciar el análisis, no exento de audacia expresiva, con el que afrontaba el pianista pensilvano su interpretación. Respetando constantemente el motivo que se repite y anima sus tres movimientos, distinguió su variada forma en cada caso, y a su vez transmitió el sentido organístico de la obra con una clara estratificación de sus niveles de registro. Así moduló todo el preludio con elocuente diferenciación y resaltó la riqueza cromática del coral con cierto sentido expansivo, para llegar a la fuga en un estado de resolutiva concreción, pudiéndose apreciar el grado de digresión formal de este último movimiento transmitido como ejemplo de evolucionado contrapunto. Sin duda, en esta muy singular composición junto al último preludio de Scriabin, Bengtson dejó constancia del versátil academicismo en su manera de recrear y descubrir la belleza musical, equilibrando objetividad y emoción.