CODALARIO, la Revista de Música Clásica

Críticas

Crítica: Carlos Domínguez-Nieto dirige obras de Kilar, Lutoslawski y Tchaikovsky con la Orquesta de Córdoba

15 de diciembre de 2021

Carlos Domínguez-Nieto. dirige obras de Wojciech Kilar, Witold Lutoslawski y Piotr Illich Tchaikovsky en el Gran Teatro de Córdoba al frente de la orquesta de la que es titular

Carlos Domínguez-Nieto

Inspiración polaca

Por José Antonio Cantón
Córdoba, 9-XII-2021 Gran Teatro. Orquesta de Córdoba (OC). Director: Carlos Domínguez-Nieto. Obras de Wojciech Kilar, Witold Lutoslawski y Piotr Illich Tchaikovsky.

   Las esencias que animan el sentir musical polonés quedaban reflejadas en el cuarto concierto de abono de la OC de la presente temporada con la interpretación de sendas obras de dos compositores de Polonia del siglo pasado que disfrutaron de un amplio reconocimiento artístico, como fueron Kilar y Lutoslawski, y la inclusión en el programa de la Tercera sinfonía en re, op. 29 de Tchaikovsky, que tiene el sobrenombre de Polaca, con lo que se justificaba el título Alla polacca dado a esta cita sinfónica.

   Del primero se tocó una de las obras que más trascendencia y aceptación ha acumulado de su repertorio, Orawa, compuesta para orquesta de cuerda en 1986 con un marcado ritmo repetitivo de efecto envolvente que genera en el oyente una atracción especial, implementado por las oscilaciones dinámicas de su discurso que paulatinamente va ocupando el espacio sonoro como distinguido ejemplo de lo que se ha dado en llamar «sonorismo», una tendencia compositiva desarrollada en Polonia en la década de los cincuenta y sesenta de la pasada centuria con la que se pretendía la emancipación de un colorismo primigenio de los años veinte, y de la influencia del que fue su principal adalid, Karol Szymanowski. Con este planteamiento conceptual, el maestro Carlos Domínguez-Nieto ha desarrollado la exposición de esta complicada obra de Kilar, dada la multiplicidad de detalles de tipo técnico y expresivo que contiene su persuasivo discurso minimalista, que se muestra con sugestiva concentración en un pasaje solístico del violonchelo. La OC respondió adecuadamente en un progresivo crecimiento de intensidad y aceleración, sorprendiendo con el inesperado grito final de los músicos que rompía definitivamente con su escalonada y avasalladora secuenciación final.

   Como ocurre en Orawa, inspirada en el folclore de la región de los Montes Tatra, lindantes con Eslovaquia, la Pequeña suite para orquesta de Witold Lutoslawski también tiene su origen en música popular, en su caso, de la región sudeste de Polonia. Así quedaba patente desde la pequeña introducción que abre su Allegretto inicial (Fujarka) protagonizado por el pícolo antes de su reafirmación rítmica a lo Stravinski, en la que empezó a percibirse más cohesionada la OC. Esta fue la sensación que dio la ejecución de la Hurra Polka que ocupa el segundo movimiento, desarrollado con un marcado aire scherzante. El director mantuvo con esmero técnico la delicada serenidad que pide el canto del tercero, de ahí su título, Piosenka (canción). La orquesta asumió la danza final, Tanice, un Lasowiac o danza regional, con mayor desparpajo, coordinación y espontaneidad, mejorando sensaciones.

   La atención en el auditorio se presentía creciente ante la interpretación de la obra de Tchaikovsky. La información cinética que surgía de la batuta del maestro tuvo descompensada respuesta por parte de la OC, que entró en una especie de helicoidal alternancia expresiva, posiblemente influida por la menor trascendencia temática, comparativamente, con las tres últimas sinfonías del autor, como él mismo parece apuntar en una carta a Nicolái Rimski-Kórsakov. Y es que ante una obra transitoria en la búsqueda por la definitiva personalidad artística de un compositor, el instrumento ha de dar de sí todas sus capacidades en constante concentración, hecho que no terminaba de producirse en la formación cordobesa como en otros conciertos, paradójicamente, con mayores riesgos técnicos y retos estéticos. Piénsese en el grado de compromiso alcanzado por la OC en las Quintas sinfonías de Bruckner y Sibelius a principio de temporada. Salvo en el vals del segundo movimiento, el andante central y algunos momentos del fogoso final, destellos en los que se produjo una mayor concordancia entre el pódium y el instrumento, la interpretación de esta sinfonía quedó de alguna manera irregular en su conjunto pese a los precisos trazos y ponderada energía del maestro, fruto de su detallado conocimiento y análisis de la obra.

Foto: Paco Casado

Carlos Domínguez-Nieto Orquesta de Córdoba