La calidad como intérprete de McBride tiene que ver precisamente con su versatilidad y su familiaridad con cualquier estilo de la música moderna. No por casualidad es uno de los bajistas más reclamados y de más dilatado currículum.
Maestro McBride
Por Juan Carlos Justiniano
Madrid. 19-III-22. Auditorio Nacional de Música. Centro Nacional de Difusión Musical [Jazz en el Auditorio]. Christian McBride & Inside Straight. Christian McBride [contrabajo], Jaleel Shaw [saxos alto y soprano], Peter Martin [piano], Carl Allen [batería] y Warren Wolf [vibráfono].
La última vez que el contrabajista Christian McBride tocó en Madrid fue el 8 de marzo de 2020, cuando visitó la sala sinfónica del Auditorio Nacional de Música junto a Brian Blade y Chick Corea en un trío ya para la historia. Viéndolo con perspectiva, aquel concierto bien pudo ser una ironía del destino, que nos regaló un concierto inenarrable, apoteósico, pero que a la vuelta de la esquina nos tenía preparado todo lo que cayó en apenas unos días: el virus se desató, medio mundo cerró y, por supuesto, la música en directo se despidió hasta pasado un bien tiempo. Ese concierto será difícil de olvidar por tantos motivos… También porque fue la última vez que pudimos escuchar a Corea en Madrid. Pero lo que muchos no sabíamos es que aquel 8 de marzo también fue la última vez que el contrabajista y el llorado pianista tocaron juntos.
Christian McBride quiso recordar todo esto el pasado sábado cuando volvió junto a su quinteto Inside Straight al espacio madrileño, en esta ocasión a una sala de cámara abarrotada. La formación es una de las múltiples y variadas propuestas artísticas del contrabajista estadounidense que caen en el lado del jazz más convencional. Se trata de un quinteto acústico con vibráfono que podría decirse estable. Salvo por la ausencia del excelente saxofonista Steve Wilson, al que sustituyó Jaleel Shaw, la plantilla que visitó la capital fue la habitual con Peter Martin al piano, Carl Allen a la batería y el talentoso Warren Wolf al vibráfono –según McBride el alma máter del quinteto y en torno a quien está construida la idea de Inside Straight–.
Sobre el papel, el motivo de la visita a la capital del quinteto del contrabajista fue la reciente aparición de un disco altamente recomendable: Christian McBride & Inside Straight Live at the Village Vanguard [Mack Avenue, 2021], el tercer álbum del proyecto de McBride confeccionado a partir del material recogido durante las dos semanas que la formación actuó en el mítico club neoyorkino en diciembre de 2014. Efectivamente interpretaron piezas del directo en el Vanguard («Gang Gang», «Uncle James»), pero también otros tantos temas del repertorio habitual del quinteto: un par de baladas, una aproximación renovada al blues («Brother Mister») y homenajes a Bobby Hutcherson, Freddie Hubbard o de nuevo a Chick Corea. El pianista, que estuvo presente de una u otra manera toda la noche, también inspiró el momento cumbre del concierto, que se vivió cuando McBride narró una anécdota (o más bien encerrona de Corea) a propósito del «Shopisticated Lady», el clásico ellingtoniano que el contrabajista interpretó en una maravillosa versión a solo para la que empleó el arco. Como siempre ocurre con el estadounidense, esto también lo hizo con auténticas maneras de maestro.
La calidad como intérprete de McBride tiene que ver precisamente con su versatilidad y su familiaridad con cualquier estilo de la música moderna. No por casualidad es uno de los bajistas más reclamados y de más dilatado currículum. El estadounidense ha grabado con infinidad de artistas de todo tipo, y de la misma forma que cultiva el más ortodoxo bop se aventura en la fusión, el funk, el soul o colabora con un DJ. Toque lo que toque, Christian McBride lo hace excelentemente como uno de los virtuosos del contrabajo de jazz de todos los tiempos que es. En él hay mucho de Ray Brown, pero esa contundencia y seguridad conviven con un rasgo diferencial y fundamental que define a McBride como intérprete: un dominio absoluto del bajo eléctrico que influye decisivamente en su manera de entender el contrabajo, dos instrumentos emparentados pero con enormes diferencias. A McBride le gusta la articulación y el fraseo propios del bajo y ese sonido que se funda justamente en la infalibilidad del ataque y la precisión de la afinación (por algo Leo Fender denominó «Precision Bass» al primer bajo eléctrico que logró comercializar a nivel masivo en los años cincuenta del pasado siglo). El estadounidense prefiere renunciar al vibrato –también a su poder expresivo– y apostar por un toque más recortado y una digitación agilísima que inevitablemente recuerda al sonido del pionero Jaco Pastorius y de otros bajistas de la fusión. Mucho purista reniega del bajo eléctrico en el jazz, también hay a quien no le parece lo más acertado tocar dos instrumentos del mismo modo… Pero más allá de prejuicios o gustos personales, el de McBride es un envite solo al alcance de contados portentos de las cuatro cuerdas (el caso de Stanley Clarke y alguno más) y una decisión sumamente arriesgada: algo así como si un fondista se planteara una maratón con la misma estrategia e intensidad que un velocista corre los 100 metros lisos.
Siempre que McBride sube al escenario acaba absorbiendo la atención. Ayer no fue una excepción y junto a Warren Wolf fueron quienes sin duda más despuntaron del quinteto. En la grandeza del personaje de McBride también suma que eso ocurra, incluso cuando podría decirse que es un músico de perfil discreto que no se caracteriza por imponerse a sus compañeros. Porque el estadounidense derrocha generosidad. Ya sea con sus compañeros como con el público. A nosotros los asistentes nos obsequió con casi dos horas de música a las que, por cierto, puso fin con «Spain» en un último recuerdo a su maestro Chick Corea.
Fotografías: Elvira megías/CNDM.