Carlos Domínguez-Nieto se pone al frente de la Orquesta de Córdoba para ofrecer su versión de la Missa Solemnis en re mayor, op. 123 de Beethoven
¡Desde el corazón, dirigido al corazón!
Por José Antonio Cantón
Córdoba, 22-IV-2022. Gran Teatro. Missa Solemnis en re mayor, op. 123 de Ludwig van Beethoven. Orquesta de Córdoba. Solistas: Raquel Lojendio (soprano), Marifé Nogales (mezzo-soprano), Gustavo Peña (tenor) y Jochen Kupfer (barítono). Coro de Ópera de Córdoba y Joven Coro de Andalucía. Director: Carlos Domínguez-Nieto.
Con las palabras que contiene el título de este comentario Beethoven se refiere a su Missa Solemnis, lo que da idea de la suprema afección que sentía por esta obra, una de las que le costó más empeño y tiempo de composición, que se alargó durante un lustro, y de la que llegó a decir que era «su creación más lograda». Se puede considerar que es la pieza de música sacra que abre en este género la edad contemporánea y que marca un manifiesto sentido fáustico en la manera de entender el mensaje eucarístico al que el compositor se acercó con un sentimiento de fe asaltada por una constante ilustrada duda, que se refleja claramente en su complejidad musical que llega hasta límites casi insuperables, necesitando unos medios interpretativos de altísimo nivel.
El maestro Carlos Domínguez-Nieto tenía pendiente conmemorar con un concierto extraordinario el doscientos cincuenta aniversario del nacimiento de Beethoven, que se cumplió en diciembre del año 2020 y que por razones sanitarias devenidas de la pandemia tuvo que ser suspendido, y nada mejor que programar esta magna obra sinfónico-coral que viene a ser como un testamento de la genial personalidad artística del universal músico renano.
Siguiendo un cuidado extremo en la fusión de texto y música, el director ha marcado en todo momento el espíritu que encierra cada una de las partes del ceremonioso rito siguiendo su itinerario con un sentido consecuente, lo que se agradecía, especialmente al conocedor de la liturgia, ante el rompimiento que significa esta obra con las experiencias clásicas de Haydn y Mozart en este tipo de composición sacra e incluso con los planteamientos que siguió en este repertorio el mismo Schubert, coetáneo de Beethoven. Con intuitivo instinto, transmitió el complejo discurso musical de esta misa sabiéndose adaptar al mensaje, adecuándose a las limitaciones del medio del que disponía, en el que el entusiasmo era el principal factor de motivación expresiva, especialmente en los coros, bien trabajados en dinámica y entonación por sus particulares directores; José María Luque Jurado, de la formación cordobesa y Marco Antonio García de Paz del Joven Coro de Andalucía, recientemente nombrado director del Coro de Radio Televisión Española.
Con una libertad de adaptación manifiesta, Domínguez-Nieto intentó siempre que tanto solistas como coralistas acentuaran en su pronunciación los sustanciales aspectos fonémicos de las palabras, equiparando así su importancia al de la música, tomando las mínimas libertades que permite el compositor sin afectar demasiado al carácter morfológico de la obra, a la vez que respetaba escrupulosamente su canon pese al ineludible grado de reflejo profano que encierra.
El cuarteto solista, mostró sus credenciales canoras ya en su pequeña intervención en el Kyrie, contrapunteando su apasionado aire desde un más que interesante control venido de la dirección. Ésta imprimió manifiesta exultación al Gloria realzando su intencionada función de mayor alabanza. Desarrolló el Credo con un determinante efecto de contundencia, acorde con la significación de su alto contenido fidedigno, orientando a la orquesta con una gran impronta sinfónica, destacándose la manera de producirse el pasaje fugado Et vitam venturi saeculi anterior a su Amen final, en el que el director tuvo que amarrar muchos cabos que podían desatarse, haciendo un alarde de una compostura instantánea, que dice mucho de la musicalidad y oficio del maestro, para lo cual tuvo fundamental colaboración de la responsable de los timbales que correspondía materializando el ritmo interno de este momento singular de la misa.
Con alta disposición espiritual, Pablo Suárez, concertino invitado, predispuso el cálido ánimo con el que se expresaron tanto el Sanctus como el Benedictus, con los que el maestro quiso enfatizar el sentido paráclito de su contenido. Finalmente todos se encontraron en el Agnus Dei muy tensionados por el inestable mensaje subliminal que refleja Beethoven en sus pentagramas, dadas sus emociones contradictorias respecto a la naturaleza religiosa trascendente de este número final, que él mismo indica debe interpretarse con inquietante turbación. Una vez más se puso de manifiesto la capacidad del director sabiendo transmitir tan complejos sentimientos hechos música por un genio inigualable de la historia del arte universal.
El resultado final del importante reto que ha significado este concierto ha estado en todo momento bien controlado por el director ante unos medios en los que la entrega y la emoción han sido sus mejores propósitos.
Foto: Paco Casado