El Auditorio de Castellón acoge un concierto dentro del IX Festival de Música de Cámara
Un concierto encantador
Por Antonio Gascó
Castellón, 6-V-2022. Auditorio de Castellón. Aleksandra Ivanovski, violín / Nuria García, viola / Noemí Pasquina, violonchelo / Paula Martínez, flauta / Oscar Diago, oboe. W.A.Mozart: Cuarteto fa mayor KV. 370 para oboe y cuerdas y Cuarteto n.º 1 en re mayor KV. 285 para flauta y cuerdas. F. X. Süssmayr: Quinteto en re mayor WV. 602 para flauta, oboe y cuerdas.
El Auditorio de Castellón acogió un concierto con efluvios del clasicismo vienés de Mozart y Süssmayr, enmarcado en el IX Festival internacional de música de cambra y a cargo de un quinteto sin duda eficaz, por más que no tiene un nombre unitario por el que se reconozca. En el programa informático que pasa la Sociedad Filarmónica a sus cada vez más escasos afiliados, se citaban los nombres y apellidos de los miembros del conjunto. Uno, evaluando esta circunstancia, podría pensar que se trata de un colectivo que se junta para hacer «bolos». No diré que no sea así, pero en esta ocasión ello no supone descredito para la calidad de las interpretaciones, bien por el contrario, fueron de una gran altura por su conjunción, sonoridad llena de exquisiteces, lecturas aristocráticas y singularización de los sonidos dentro de una conjunción tan esmerada como primorosa y rica en armónicos y colores. Lo más importante es que las versiones sonaron al arquetipo de la música de la época, sin dejar de ofrecer por ello tiempos encajados en los preceptos más agiles y animados de nuestros días que referencian conjuntos de cámara tales como los cuartetos Italiano, Talich, Mosaiques y los interesantes, pero más discutibles del Alban Berg. Como refiero en el titular fue un concierto encantador que, a priori, no despertó demasiados atractivos en el púbico, que menguó mucho en la asistencia. En fin, los que no acudieron en el pecado llevan la penitencia. Ellos se perdieron una muy grata audición.
Se inició la audición con una intervención en solitario de los solistas de oboe y flauta con sendos arreglos para ambos instrumentos de las arias de Mozart, de la Zauberflüte, concretamente la sensitiva y dulce de Pamina y la temperamental de la Königin der Nacht. Muy bien la conjunción de ambos los diálogos y los contrapuntos en conjunto. Sí es cierto que la solista de flauta tenía un sonido de menos presencia que el del oboísta, pero no lo es menos que la belleza de los trinos de la flauta superaban en bastante a los melismas de la lengueta.
La obra que abrió la actuación del conjunto fue el Cuarteto fa mayor KV. 370 para oboe y cuerdas de W.A.Mozart: Excelente la conjunción con un flauta virtuoso en todos los extremos del allegro desde los arpegios iniciales hasta la escala que enuncia el violín y repite el oboe en el 49 de ensayo. Algo que volverá a acontecer al revés después de la doble barra y que asimismo sucederá en un juego de virtuosismos de gran elegancia en la repetición de los compases del 63 al 142. Lindeza y precisión fueron los exponentes de este primer tiempo, que dio paso a un breve adagio en el que tras la introducción de los arcos el solista entona una melodía ternaria melancólica y herida de gran belleza. El arrullo de los arcos y el oboe de los compases 20 al 36 no pudo tener más altura concertante. El 6/8 del rondó entro sin solución de continuidad con jugosos dúos de oboe y concertino, contando con el bajo continuo del cello. Una danza popular apareció con típico aire territorial de los Alpes Hohe Tauern. Chelo y viola se la jugaron ganando en los contracantos mientras el oboe trinaba en sus audaces cuatrillos en semicorcheas.
Siguió el Cuarteto n.º 1 en re mayor KV. 285 fara pauta y cuerdas. Obra también de gran virtuosismo en las escalas para la solista y una mayor acción del cello en la acentuación del compás, ya desde el allegro inicial. Elogiables los reguladores de la flauta en las arpegiaturas ruiseñoreadas en una descriptiva y luminosa exaltación de la naturaleza, que propiciaban las aventuradas cabriolas sonoras del trio de arcos. Sobre un pizzicato con anhelos de arpa de las cuerdas la flauta manifestó una seducida melodía, una de las más inspiradas del compositor de Salzburgo. Versión ensoñada idílica y emotiva. El rondó que cerró la obra justificó la calidad de la viola y la concertino, con el apoyo de un cello de firme y robusto báculo. La flautista no pudo ser más animada ni más gentil, ni evidenciar mejor sonido.
Terminó la audición con el Quinteto en re mayor WV. 602 para flauta, oboe y cuerdas del discípulo de Mozart Franz. Xavier. Süssmayr. El espíritu del autor de Bastián y Bastiana, estuvo presente en la obra de su alumno, sobre todo en la forma y en tratamiento concertante. Ahora bien, si la partitura no es tan genial ni tan inspirada como las anteriores, tal vez esté dotada de una mayor espectacularidad y riqueza sonora precisamente por la influencia de los dos instrumentos de viento. ¡Con qué distinción expusieron concertino y viola sus arpegios en semicorcheas!. El adagio pareció predecir a Beethoven y es el movimiento más sugestivo de la obra. Bien cuajado el oleaje plácido de la viola, en sus incisivos arpegios, con sonido denso y caluroso. La partitura presenta, cómo las anteriores un rondó (el magisterio de Mozart se manifiesta). Un rondó de espíritu pastoril, con los diálogos de los dos vientos y el contracanto de una brisa ágil y sensorial del primer violín que discute el protagonismo a los dos solistas del compás 100 al 109. Hay muchas notoriedades de viola, violín y cello, que ayudan a componer un panorama plácido luminoso y risueño. Un allegretto a 6/8 sirve de breve coda, y esta sí que es una aportación especialmente genuina de Süssmayer que cabe significar y más con la delicadeza con la que la reflejaron los componentes del quinteto al que bien denominaríamos (si no fuera porque ya tiene patente) «sine nomine». «Sine nomine», pero formado por tres arcos y una flauta femeninos, jóvenes, muy bien parecidas y excelentes músicas. No me voy a dejar al oboe, paisano de quien esto escribe, que asumía las funciones de concertador, con tanto acierto como eficacia, en su menester instrumentista.
El bis que el público reclamó con ganas, fue una de las bellas arias de Mozart para soprano, en un arreglo para maderas y arcos.