El contratenor Rafael Quirant ofrece un recital en el Palacio de Vivel, Castellón, acompañado del pianista Jezabel Esbrí
Una voz de privilegio
Por Antonio Gascó
Castellón, 23-V-2022. Palacio de Vivel. La Vall d’Uixó. Rossini, la Cançonetta spagnuola y el aria de Tancredi, Di tante palpipi. Mtro. Quiroga Trinià. Contratenor Rafael Quirant. Pianista Jezabel Esbrí.
En el homenaje que la asociación Amics de la Vall dedicó a su paisano el elogiable pintor Pere Ribera, hubo un momento particularmente significativo para el que esto escribe. Se trató, en medio de acertados parlamentos de Roser Diago, la presidenta de la asociación cultural vallera y de la glosa de la obra del artista, por Patricia Mir, de un breve concierto a cargo del contratenor Rafael Quirant.
Me llamó la atención que él mismo se autocalificaba de sopranista y no osaré decir que la denominación no fuera acertada, pero en mi humilde criterio, le adjudicaría la voz de contratenor. Trataré de explicarme. Los sopranistas masculinos buscan reproducir la voz de las féminas y para conseguir tal efecto, suelen recurrir al falsete, por otra parte, los contratenores emplean una emisión natural, al extremo que la emisión de los agudos suena mucho mas rotunda y bien impostada que la de la voz de los sopranistas que siempre se queda más meliflua.
La voz es amplia, intensa, dúctil con un excelente apoyo diafragmático y con una impostación natural muy bien cuajada. De ello es referencia la intensidad potente de la emisión que sonaría perfectamente en un escenario, puesto que con una amplia sala del palacio de Vivel, abarrotada de público, se oía su canto en plenitud y en abundancia.
Otra cuestión es su musicalidad, junto a su sensibilidad interpretativa y su sentido del matiz presente en los contrastes de vocalidad, el pos pianos, en las sfumature y en los portamentos. En suma, que estamos ante un cantante que en su juventud ya está cuajado como un excelente impetrare de su repertorio. Eligió un programa exigente don dos obras de Rossini, la Cançonetta spagnuola y el aria de Tancredi, Di tante palpiti.
En la primera engolosinó a la audiencia con un cantar, melódico, muy bien fraseado, con una emisión, con cierto aliento castizo, rica en armónicos y con una limpidez cristalina. El aria de Tancredi es compleja y tiene importantes exigencias en el agudo, como es natural en el músico de Pesaro, no faltaron los melismas y las acrobacias tan propias de ese barroco que aún se resistía a marcharse en la primera década del siglo XIX. En verdad no puedo referir cuál de las dos versiones del fragmento interpretó el tenor vallero, si la primera en faM o la segunda en solM.
Ah, se me olvidaba, también hizo gala de un canto inspirado sugestivo, elegante y lleno de intención: en todo momento usó de una musicalidad muy creativa. Al piano estuvo Jezabel Esbri una muchacha dueña de un importante mecanismo, acompañando con intención y siguiendo las florituras de la voz. En un repertorio en el que la respiración es fundamental, la pianista respirara con el cantante desde el teclado en una conjunción tan esmerada, como elocuente.
No es extraño que el público respondiera con bravos y ovaciones a los dos intérpretes que cerraron su actuación con un bis dedicado a la madre de Pere Ribera que no era otro que la canción Trinià del maestro Quiroga, a quien tuve el honor de conocer hace muchos años, presentado por el maestro Rodrigo de Santiago, director de la Banda Municipal de Madrid. La canción tiene la postinería y casticismo que le dieron la Piquer y Mari Fe de Triana. No los desdeñó un cantante de ópera que llevó la obra a su terreno, en una feliz amalgama, que aún encendió más la respuesta del respetable.