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CRÍTICA: 'EL BAJO ITALIANO MICHELE PERTUSI RINDE TRIBUTO A VERDI EN EL INSTITUTO ITALIANO DE MADRID. Por Arián Ortega

11 de enero de 2013
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"VERDI EN ESTADO PURO"

 Instituto Italiano de Madrid. Salón de Actos del Palacio Abrantes.  (10/01/13)

        El 10 de octubre de 1813 nacía en La Roncole, Italia, Don Giuseppe Fortunino Francesco Verdi, Giuseppe Verdi, para que nos entendamos. A finales de este año 2013 se cumplirán por tanto, 200 años de su nacimiento. El Instituto Italiano de Madrid, como no podía ser de otra forma, ha querido unirse a las celebraciones que se están sucediendo en todos los teatros del mundo, para rendir culto a una de las figuras más influyentes de Italia por muchos motivos. Para ello, ha dispuesto un ciclo formado por cinco recitales de diversos cantantes italianos de primer nivel, como son Roberto Scandiuzzi (26 de febrero), Maria Grazia Schiavo (4 de abril), Fiorenza Cedolins (25 de abril) y Francesco Meli (8 de mayo) aparte del que nos ocupa. El bajo parmesano Michele Pertusi ofreció la pasada noche el primer recital monográfico en torno a la figura de Verdi, en el Salón de Actos del Palacio Abrantes de Madrid, lleno hasta la bandera, teniendo que dejar a buena parte del público sin la posibilidad de oir el concierto.

      A la calidad del recital en sí, hay que sumar el hecho de que el cantante haya compuesto un programa de nada más y nada menos que cuatro canciones tempranas del compositor y seis escenas completas de ópera (en su mayoría formadas por un recitativo, un aria y la posterior cabaletta) sin necesidad de hacer una breve pausa, lo que ya es un mérito, teniendo en cuenta que el evento era gratuito hasta completar aforo. Además es de agradecer que se incluyeran piezas del repertorio más infrecuente y que no estamos tan acostumbrados a escuchar en vivo.
      De esta manera el recital dio comienzo con la canción "L'Esule", en donde ya se percibe la fogosidad y el aliento que más tarde reinaría en toda su producción operística. De tintes vibrantes, Pertusi cantó la extensa pieza, iniciada por un hermoso preludio al piano, con un derroche de italianidad y gusto intachables, afianzándose en un fraseo pulcro y nítido. Algo similar ocurre en "Il Poveretto", dotado de una fuerte acentuación, que junto a "Non t'accostare all'urna"e "In solitaria Stanza"cerraba la parte dedicada a las canciones de cámara del por entonces joven compositor.
      La parte operística se inició de la mano de la escena de Oberto, Conte di San Bonifacio, primera ópera de juventud, estrenada en el Teatro alla Scala de Milán en 1839, "L'orror del tradimento..Ma tu superbo giovane "en la que Pertusi demostró su vigencia en el panorama lírico actual, tras varias décadas de carrera a sus espaldas. Ya sin la ayuda de la partitura, entró de lleno en la página haciendo gala de un ostensible fiato y una voz noble y caudalosa, que si bien acusa ya cierto desgaste en el timbre, un tanto áspero, compensa con un canto entregado, legato, siempre sul fiato. Tras la primera escena, viajamos de inmediato a otro Verdi "de galeras", como es la escena de Attila.
      Todavía recordamos la actuación de este mismo cantante en Milán hace dos años, precisamente interpretando este rol. Una vez más, Pertusi demostró su talento escénico, recreándose desde los primeros compases y viviendo el personaje, justo en el momento en el que el sueño se turba y se le presenta la voz de un anciano que le advierte de que el camino le será arduo. "Mentre gonfiarsi l'anima...Oltre quel limite", dotado de un aliento y un aura fabuloso, que remató con una imponente interpretación de la cabaletta, a doble vuelta y con sus respectivas variaciones, una coloratura que aún mantiene cierta frescura y unos ascensos al agudo firmes y bien posicionados, así como el sobreagudo final, que no obstante resultó algo metálico.
      Interesante la breve introducción que dio el cantante de las dos arias posteriores, ambas provenientes casi de la misma melodía. Hablamos de la escena de I Lombardi, "Sciagurata, hai tu creduto" y la de Jerusalem, "Oh, dans l'ombre". La primera, encargo del teatro milanés, vio la luz el 1 de febrero de 1843. La versión italiana resulta mucho más flamígera y emocionante, al estilo habitual de las obras del compositor. La segunda, de corte afrancesado, en la línea de la opulencia y refinamiento de la época, compuesta al modo de la grand opéra, se estrenó en París en 1847. Se aprecia sin duda la evolución de ambas creaciones, tanto en el lirismo del piano como en la escritura vocal, algo más grave en la versión francesa, un tono por encima la italiana, como bien reseña el insigne Arturo Reverter en las notas al programa.

 

      A continuación, la versión francesa de I vespri siciliani, es decir, el aria "Et toi Palerme" de Le vêpres siciliennes, que como tantas otras obras, fue compuesta en ambas versiones. Es aquí donde Procida regresa a su país natal años después de la invasión siciliana, durante la cual se refugió en el exilio, encontrando caos y desolación, entonando una maravillosa pieza nostálgica, que Pertusi supo transmitir con su vigoroso instrumento y una dicción francesa adecuada.
      Para terminar, por si aún se pudiera quedar algo en el tintero, nos regaló una emotiva "Elle ne m'aime pas" de Don Carlos, uno de los fragmentos para bajo más difíciles y hermosos del repertorio operístico, atacado en un suspiro por el cantante, domeñando y moldeando el instrumento en los pasajes a media voz, dosificando y midiendo muy bien el aire, e incorporando algún efecto como una logradísima messa di voce. Por si fuera poco, nos regaló una propina a modo de colofón. Ya avisó que no sería de Verdi, pero si tendría sus influencias. Fue una pieza de Apollineo, teóricamente escrita en el mismo tiempo que La Traviata y que no gozó del éxito que merecía. Ha sido imposible encontrar referencia alguna a la ópera en cuestión, ni siquiera al compositor, por lo que imaginamos que es una de esas óperas que reposan aún en el baúl del olvido, esperando a que alguien alguna vez, siquiera en un recital, la desempolve para poder deleitar esta vez, al público.
      El bajo estuvo acompañado al piano por Michele Errico, siempre atento a las necesidades del cantante, respirando al tiempo y reposando siempre que fue necesario. Hay que destacar sin duda, el magnífico acompañamiento en el aria de Philippe, que dibujó de bellísima forma.
      Inaugurado queda por tanto, este interesante ciclo de recitales, que puede que incluso, como reseñó su director, cuente con alguna sorpresa inesperada como colofón. Por si acaso, recomiendo a los apasionados al buen canto y al genio de Busetto, que se dejen caer por alguno de ellos. Hasta entonces solo cabe decir, ¡Evviva Verdi!
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