Concierto de clausura del Festival Internacional de Música y Danza de Granada, con Maria Joao Pires y la Sinfónica de Londres bajo la dirección de John Eliot Gardiner
Excelsa musicalidad orquestal
Por José Antonio Cantón
Granada, 10-VII-2022. Palacio de Carlo V de la Alhambra. LXXI Festival Internacional de Música y Danza de Granada. London Symphony Orchestra. Solista: Maria João Pires (piano). Director: John Eliot Gardiner. Obras de Mozart, Schubert y Tchaikovsky.
La relevancia que había de tener el concierto de clausura de un evento de la categoría cultural del Festival estuvo adecuadamente valorada con la presencia de una de las formaciones más importantes del mundo como es la Orquesta Sinfónica de Londres (LSO), verdadero emblema del imponente mundo orquestal británico, dirigida por el admirado John Eliot Gardiner, uno de los más prestigiosos maestros en la interpretación de música barroca, especialmente el repertorio de Juan Sebastián Bach, en el que se ha erigido como uno de los históricos referentes durante el siglo XX junto a los míticos Gustav Leonhardt, Nikolaus Harnoncourt y Karl Richter. En esta ocasión se presentaba con un programa romántico en su mayoría en el que estaba incurso una página concertante clásica que motivaba la presencia de una de las pianistas más aclamadas de las últimas cinco décadas, la lisboeta María João Pires, gran especialista de la música para teclado de Mozart, del que estaba anunciado su Concierto nº 27 para piano y orquesta en si bemol mayor, K 595.
Con ese entendimiento que sólo se da entre intérpretes que trascienden el contenido espiritual de las obras artísticas, Pires y Gardiner iniciaron el camino de este postrero concierto del genio de Salzburgo con la naturalidad misteriosa que destila la sencilla perfección formal que contienen sus pentagramas. Haciendo énfasis de su modulante armonización, dialogaron a través del tema que anima el Allegro inicial respetando siempre el poético sentido íntimo de su lirismo concentrado, expresado por la solista con gran elegancia a la que se adaptaba la batuta serena del maestro británico que sacaba en todo momento el mejor partido de la orquesta que se mostraba en toda su eficacia expresiva cantando el mensaje de emocionalidad resignada que aquí transmite el compositor, sentimiento que agudizaron en el Larghetto central, extrayendo el mayor partido de la austeridad de sonora por la que transita, convirtiéndolo así en un modelo de anhelante calma y serena paz. Respetaron ambos intérpretes la organización liederística del alegre rondó final, haciendo que la conversación musical entre el piano y los instrumentos de madera adquiera en una alborozada brillantez, que tuvo su confirmación en la cadencia previa a su conclusión en la que Maria João Pires dejó distinguidas muestras de su maestría en el ilustrado lenguaje mozartiano.
Fue música de escena de Franz Schubert la encargada de abrir el concierto, concretamente los Entr’actes nums. 2 y 3 de ‘Rosamunde’ D 797 produciéndose con el tercero en el tonalidad de Si bemol mayor y un aire Adantino uno de los momentos mágicos de esta velada orquestal. Gardiner manteniendo un pulso que parecía haber caído del cielo condujo su deliciosa melodía exponiendo todo el partido que permite su ligera y colorista instrumentación, realzada por la serenidad del tempo empleado que iluminaba la belleza de esta preciosa página.
Como homenaje a Ucrania, Gardiner quiso interpretar la Segunda sinfonía en do menor, op. 17 Piotr Ilich Tchaikovsky también conocida como Pequeña Rusia en alusión al sobre nombre con el que era nombrado el actual territorio ucraniano durante el siglo XIX. Se desaprovechaba así, por poner un ejemplo, la oportunidad de poder haber escuchado alguna obra de mayor fuste del repertorio sinfónico británico, del que la LSO es traductora ideal. Recordemos, en este sentido, la antológica versión de las Variaciones Enigma de Edward Elgar que nos ofreció esta misma formación con Sir Simon Rattle en el pódium y el siempre entusiasta Gordan Nikolic de concertino.
La LSO se mostró compacta en el condensado sonido resultante en el primer movimiento, superando desde su clara exposición las rigideces que no parecen que fueran solventadas en la revisión del autor. La obra se percibía revitalizada en el moderado Andantino marciale siguiente, llevando el director a distinguir las distintas variaciones que contiene del tema de marcha, que no aportan mayor interés estético a su discurso. Destacó la transparencia lograda en el trío del Scherzo, especialmente en su stacatto, realizado con admirable perfección técnica. Finalmente, el maestro quiso acentuar el carácter popular del cuarto tiempo estimulando su rítmica con la masiva intervención de los metales que se mostraron artísticamente irreprochables.
El otro momento estelar de la noche se produjo con una de las páginas más hermosas de Felix Mendelssohn, el Scherzo que ocupa el segundo lugar de la música incidental que el compositor hamburgués escribió para la comedia shakesperiana Sueño de una noche de verano recogido en su Op. 61, glorioso pasaje en el que la madera y la cuerda parecían convertirse en deliciosas hadas sonantes en el espacio del patio carolino. Dichoso bis que nos permitió a los oyentes escuchar la precisa agilidad de la LSO en su máxima expresión de musicalidad, poniendo así precioso broche final a un Festival denso, extenso y variado en contenido, en el que el flamenco ha ocupado por fin el grado de importancia y la presencia que se merece.
Fotos: Fermín Rodríguez / Festival de Granada