Mischa Maisky estaba destinado, o así lo pretendía su madre, a ser el niño "normal" de la familia, alejado de la música (su hermano estudió órgano y su hermana piano) y centrado en una carrera de provecho. Cincuenta y siete años después de recibir sus primeras clases de violonchelo y aunque el programa de mano insista en presentarlo a través de las palabras del mismísimo Rostropovich como "uno de los talentos más destacados de la joven generación de violonchelistas", Maisky es ahora una de las figuras imprescindibles en la historia de la interpretación de su instrumento.
Puede que aquella madre tan sensibilizada con el futuro de sus hijos hiciera suya en algún momento la frase de "me vengarán mis nietos", y así, siguiendo la tradición familiar, el destino haya proporcionado al chelista letón unos vástagos también músicos; pero Maisky está hecho de otra pasta y ya desde hace años venía expresando su "ansia por hacer música con ambos algún día". Pasado el tiempo ese día ya ha llegado, y mientras que con Sasha, violinista, no parece haber proyectos de cara al público, con Lily Maisky, pianista, acaba de grabar un álbum en común para Deutsche Grammophon titulado "!España!".
Padre e hija viajaron hasta Madrid para la presentación de dicho trabajo, aunque el programa también se centró, durante la primera parte, en obras de Schumann y Brahms. Escritas originalmente para clarinete y piano, las Phantasiestücke, Op. 73 de Robert Schumann sirvieron de perfecta introducción al arte de Maisky, con un primer movimiento de ambiente elegíaco al que siguió un segundo más vivo de lo habitual y un Rasch und mit Feuer cuyas notas se sintieron abrasadoras en el arco de Maisky. Toda una demostración de habilidades para abrir boca con el cuidado acompañamiento de su primogénita.
Con Johannes Brahms y su Sonata para piano y violonchelo en mi menor, Op. 38 a punto estuvo el público de conseguir un estado de recogimiento absoluto, sintiéndose partícipe de una "camerística" cercanía, por muy grande que sea la sala principal del Auditorio Nacional. Y si no pudo alcanzarse el clímax tras un soberbio primer movimiento del letón en el que su hija se esforzó por dar gusto al propio Brahms -quien afirmaba que en esta pieza el piano no ha de actuar como mero acompañante- fue por culpa del errado comportamiento del "respetable", que dividió totalmente la pieza en dos cuando sonaron varios teléfonos móviles seguidos. Bach, tan venerado por el chelista, sonó nítido en la fuga del tercer movimiento. Pocas veces como ésta puede observarse el verdadero amor que siente el artista por su instrumento, del que con vehemencia y sensibilidad el músico supo sacar los sonidos más rasgados y los más acariciantes en una interpretación de gran factura.
La segunda parte estuvo dedicada al rico repertorio español, con piezas en su mayoría arregladas por el propio Maisky, obras en las que, ahora sí, la labor de Lily quedó un tanto relegada a la de pianista acompañante.
Aviso: el comentario no será publicado hasta que no sea validado.