Miguel Colóm, Fernando Arias, Juan Pérez Floristán y Marc Soustrot inauguran la temporada de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla
Solemne inicio de temporada
Por Álvaro Cabezas | @AlvaroCabezasG
Sevilla, Teatro de la Maestranza. 23-9-2022. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla; Miguel Colóm, violín; Fernando Arias, violonchelo; Juan Pérez Floristán, piano; Marc Soustrot, director. Programa: Concierto para piano, violín, violonchelo y orquesta, en do mayor, Op. 56 de Ludwig van Beethoven y Primera sinfonía en re mayor, "Titán", de Gustav Mahler.
La presente temporada 2022/2023 de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla ha quedado inaugurada con un programa áulico y centroeuropeo: el Triple concierto de Beethoven y la Titán de Mahler. Esta última no es una sinfonía fácil de compaginar con otras piezas en un mismo programa: en una de sus últimas comparecencias ante los Wiener Philharmoniker el maestro Daniel Barenboim dispuso, juntas, la Primera de Prokofiev y la Primera de Mahler. En Sevilla y para esta ocasión, se ha recurrido, como suele ser habitual en los programas de abono de la Sinfónica, a un concierto para el que, en este caso, se necesitaba todo un trío de ases (ellos prefieren llamarse Trío Vibrart) conformado por Miguel Colóm, Fernando Arias y, sobre todo, por uno de los orgullos musicales más apreciados en nuestra patria chica, Juan Pérez Floristán, excelente pianista y comunicador, hijo de los prestigiosos profesores Juan Luis Pérez y María Floristán y criado prácticamente en el escenario del Maestranza, a cuyo público tiene muy mal acostumbrado con el cultivo de su excelencia. En esta temporada es, además, Artista Residente de la orquesta, con la que compartirá tablas en varias ocasiones.
La sincronía entre los solistas fue excelente: se perciben con nitidez las confianzas y el aprecio mutuo que se profesan desde que compartieron estudios y anhelos musicales. El producto de esa relación fue una interpretación excelsa del triple concierto de Beethoven para violín, violonchelo y piano. Desde luego, yerran los que la consideran una obra menor. Podrá ser menos conocida y, desgraciadamente, poco programada, pero para nada está ahíta de belleza y profundas emociones. El primer movimiento (Allegro), reunió todos los grandes motivos relacionables con Beethoven y, por supuesto, su estilo y particular nobleza. El segundo (Largo), llenó el auditorio maestrante de melancolía y una leve pesadumbre. Las melodías eran trasvasadas con cuidado y majestuosidad entre cada uno de los solistas, del violín aristocrático al chelo sedoso y después al piano recién estrenado en el teatro para ser recogidas por una orquesta contenida por Soustrot con objeto de no perjudicar en ningún momento el lucimiento de los tres jóvenes. Sin embargo, la máxima autenticidad, el más alto recreo de las formas clasicistas, se dio con el Rondo alla polaca que cierra la pieza concertante. Vuelvo a poner por escrito que no hay ahora mismo motivo alguno para que se genere la envidia entre un público buscador de excelencias en programaciones de otros centros musicales españoles o europeos o, en vista de los resultados, no hay espacio para la desilusión ante la expectativa generada por unos nombres más conocidos que pudieran llenar el teatro, desde luego, pero no llegar más alto en capacidad y respeto musical. En este sentido, el ejemplo más próximo (y acaso parangonable) a la perfección y prestancia cosechados en el último movimiento por la parte de piano solo puede ser, de nuevo, el de Barenboim. La exhibición fue triple y la calidad suprema. Ante la demanda del público y tras unas amables palabras de Juan Pérez Floristán, el trío interpretó una pieza de Mendelssohn para "continuar en esta vena festiva".
Tras el descanso (en el que el Trío Vibrart aprovechó para firmar discos y programas y para hacer algo tan importante como es hablar con los melómanos sevillanos que quisieron acercarse), vino la Primera sinfonía de Mahler. Se trata de una obra que ha pasado su proceso de sevillanización: muchos recuerdan escucharla a la Sinfónica en distintas ocasiones de la mano de Pedro Halffter o de John Axelrod y siempre, como en esta versión de Marc Soustrot, para procurar la más intensa turbación de los sentidos. Despachando a raudales la naturalidad que le caracteriza, el maestro galo conformó una versión muy concentrada, intimista y casi camerística (y eso que la orquesta estaba sobre el escenario con la sección de cuerda al completo tras mucho tiempo de restricciones pandémicas), en los movimientos impares. En los pares, por el contrario, se abrió en canal: rotunda, contundente y hasta expansiva en un finale que recordó, en determinados momentos, a las influencias que seguro tuvo Mahler a la hora de componer: Tchaikovsky, Richard Strauss, Mussorgsky o el propio Beethoven. No hubo nunca amaneramiento como en la ocasión en que el último Abbado ofreció esta obra en Lucerna, tampoco tanta efusividad como en las históricas grabaciones de Bernstein. Fue, por el contrario, una interpretación canónica, modélica, auténtica y, otra vez, natural y veraz ofrecida a Sevilla como si esta fuese la Viena de primeros del novecientos donde Mahler, mal que bien, acabó ocupando la dirección de la Staatsoper. Habría que felicitar a las sedosas cuerdas, a Lucian Ciorata por su solo de contrabajo al inicio del tercer movimiento, a las oboístas Sarah Roper y Sarah Bishop por su finura, a toda la sección de percusión por la precisión con que acometió el finale y, por último, a las poderosas trompas de la Sinfónica que, rescatando una costumbre en desuso, se pusieron de pie para interpretar con fuerza los pasajes postreros.
El maestro acumuló los aplausos, que superaron sobresalientemente en toda la velada los once minutos de duración, y con parsimonia y dedicación fue levantando las distintas secciones orquestales. Con paciencia y seguridad ha dado el pistoletazo de salida a una temporada (este ha sido el primer concierto que la formación ha acometido "en serio", según sus propias palabras en las redes sociales, después de tener que hacerse cargo de compromisos poco artísticos en Sanlúcar de Barrameda y en la plaza de toros de la Maestranza donde, a pesar del esfuerzo realizado, no ha resultado reconocida artísticamente), que se antoja ilusionante y que, en vez de titularse con pretensión publicitaria "Presume de Orquesta" quizá podía haberlo hecho con sinceridad artística como "Lo antiguo renovado", ya que pretende ofrecer los más preclaros exponentes de la música culta en un mismo curso: ciclos sinfónicos de Beethoven y Tchaikovsky, la integral de los conciertos para piano del genio de Bonn o las más factibles sinfonías de Mahler, amén de muchas otras obras de renombre. Aunque no se prevé la presencia del director honorario, Michel Plasson, la responsabilidad y compromiso que muestra Soustrot parecen convencer a los músicos y hacer las delicias de un público algo rejuvenecido, incluso más entendido y juicioso que los de otras ocasiones. Felicidades a todos por poner toda la carne en el asador en este solemne inicio de temporada.
Fotos: Guillermo Mendo