El pasado 5 de octubre arrancó en Montpellier la gira de la obra teatral Clara Haskil, prelude et fugue con la que Laetitia Casta y la pianista Isil Bengi recorrerán diversas ciudades de Francia, Bélgica y Luxemburgo para recalar finalmente en Paris, donde les aguardan 19 representaciones. El escenario ha unido las carreras de la actriz y la pianista, a la que hemos tenido la oportunidad de entrevistar con motivo de la publicación de su segundo CD.
Clara Haskil, prelude et fugue
Por Quinito López Mourelle
Flanqueando la puerta de la fachada principal de la Opéra Comédi de Montpellier lucen dos frontispicios con leyendas antagónicas: Comedie y Tragedie. La vida de Clara Haskil, vertida en texto teatral por Serge Kribus, abunda sin embargo en el segundo plato de la balanza, aunque también tiene cabida alguna pincelada irónica capaz de distender y sacar una sonrisa al público. Con una puesta en escena -responsabilidad de Cyril Gomez-Mathieu- sobria, por no decir minimalista, y decididamente presidida por el blanco y negro, la obra se nos presenta como una suerte de exorcismo o invocación. Laetitia Casta se echa a los hombros, con asombrosa competencia, la ingente tarea de resucitar todos los fantasmas de la pianista rumana. Para dar vida a los diferentes personajes que, para bien o para mal, jalonaron la de Haskil, la actriz se ve obligada a cambiar de registro continuamente, con la versatilidad de un meduim que pasa del grito a la ternura, de la desesperación al recuerdo cariñoso, de la amonestación a la ilusión infantil. El público español no podrá sustraerse a trazar una paralela con Delibes y sus Cinco horas con Mario: en cierto modo Clara Haskil se nos muestra sobre las tablas como una viuda de sí misma, una viuda de su infancia, de sus adversidades y de un siglo XX convulso y devastador. Y en esa efectiva y lograda sobriedad incolora, cuyo contrapunto quizá sea la inclusión en escena de unas imágenes del film Tiempos modernos de Chaplin, la muerte, subrepticiamente, campa a sus anchas para imponerse y cerrar el ciclo. Vienen a aligerar la carga de esa inevitable tiranía personajes benefactores como el propio Chaplin o Pau Casals, que inyectan aliento fresco en el horizonte emocional de la tragedia de Haskil.
Pero Laetitia Casta no está sola sobre el escenario. Una cuidada selección musical, de la que también participa nuestra entrevistada, viste la idea original de Kribus entreverando el texto de la obra con fragmentos musicales que se presentan completos, interrumpidos, de fondo o en primer plano según las exigencias del guión y su temperatura anímica. Sin duda Isil Bengi se ha empapado de la peripecia vital y del pianismo de Haskil para erigir, también ella, un monumento musical en torno a la rumana y crear un vínculo familiar con el público a través de Chopin, Bach -es especialmente conmovedor el momento en que Bengi se queda a solas con la Segunda partita en do menor (BWV 826) de Bach-, Schumann... pues no se entendería la vida de Clara Haskil sin la música que interpretó.
Isil Bengi y Terre de Jeu
De ascendencia turca/belga, Isil Bengi escogió para conformar el repertorio de su primera grabación -Hikaye (Fuga Libera/Outhere Music 2020)- obras de compositores de diferentes nacionalidades (Armenia, Suiza, Japón, Bélgica, Grecia y Yugoslavia) como trasunto de la migración y de su propia historia familiar. Tan sólo un año después -pandemia de por medio- registraba Terre de Jeu (Insolite Records, 2021), dedicado a la infancia de Clara Haskil y al gato Karpatte (personaje ficticio creado por Serge Kribus). En esta ocasión los compositores seleccionados comparten la peripecia vital de haber sobrevivido a las dos guerras mundiales, con excepción de Schumann. Junto a los más conocidos para el gran público Prokofiev, Poulenc o Monpou, el oyente descubrirá a otros menos programados en los recitales como Gian Francesco Malipiero, Henry Cowell o Dane Rudhyar. No sólo el carácter lúdico al que alude el título de esta grabación trasciende en la maravillosa interpretación de Bengi. Music for Children op. 65 de Prokofiev le pone en bandeja doce piezas de muy corta duración, amables y luminosas y muy alejadas de la angulosidad rítmica y armónica más característica del compositor ruso. Con Poulenc el oyente pisará un territorio más humorístico, paródico, incluso circense -al estilo del Nino Rota más felliniano- en Staccato. Tres imágenes de Malipiero aportan, sin embargo, matices más oscuros, especialmente en la pieza titulada A un elefante, en la que las dimensiones del paquidermo recuerdan la ironía de aquel albatros del poema de Baudelaire («Sus alas de gigante le impiden caminar»). La excepción del programa, Vogel als Prophet perteneciente a Waldszenen op. 82 de Schumann, es conocida, según nos recuerda Bengi, como la más extraña de ese opus. Por su modernidad, sus juegos rítmicos y su carácter impresionista, la mera descripción de los movimientos de un pájaro -de igual modo que Grieg hizo lo propio con aquella fantástica mariposa de sus Piezas líricas op 43- nos adentra, sin embargo, en pasajes desconocidos para la época del alemán gracias a una suerte de serendipia. La génesis de la composición The Fairy Answer de Henri Cowell parte de una historia según la cual el abuelo irlandés del compositor le aseguró que si tocaba su música al final del valle sería respondido por las hadas: en la partitura esas respuestas se corresponden con fragmentos en los que la cuerda no se percute, sino que se tañe. Esa modalidad, a menudo utilizada por los pianistas de jazz en las últimas décadas con variopintos resultados, favorece aquí la generación de una peculiar atmósfera con tintes de antigüedad y evanescencia. Sin duda, la posibilidad de jugar con su instrumento fue un factor decisivo para que la pianista incluyese esta pieza. Stars de Dane Rudhyar nos presenta armonías mucho más abiertas y deudoras del último Scriabin. De postre, las Scenes d’enfants de Monpou, nos reconciliarán de nuevo con la gracia y la levedad de una infancia en la que, no obstante, aflora también su reverso en modo menor. Jeunes Filles Au Jardin -con ese segundo maravilloso tema emparentado con aquel Je te veux de Satie- nos despedirá con una de las páginas más elegantes y delicadas del impresionismo y de la producción del catalán.
Todo este recorrido musical por obras que, a priori, pudiesen parecer anecdóticas en la producción de sus compositores, alcanza la excelencia en manos de Isil Bengi, cuya interpretación limpísima, nítida y delicada, atenta en extremo a las dinámicas, a las sorpresas y meandros rítmicos, a los acentos y notas «traviesas» y a la expresión de la esencia que se halla en la brevedad, parece emanar de su mirada inquieta, luminosa y sedienta de comunicar y, en definitiva, de su humanidad.
La infancia es en cierto modo el hilo conductor de su CD Terre de jou. ¿Podría describirnos la suya? ¿Fue siempre el piano su “terre de jou”?
Mi infancia fue en general satisfactoria. Aparentemente comencé a caminar y a hablar muy temprano y como niña recuerdo el deseo de crecer rápido. Me encantaba tocar, contar historias, escribir, imaginar escenas… Eso no ha cambiado mucho. Empecé a tocar el piano a los cinco años de edad, así que no recuerdo mucho de mi vida sin el piano. Se ha convertido en una de las extremidades/órganos de mi cuerpo, parte del sistema que me mantiene viva.
Al referirse a Villageoises en las notas al programa de su CD nos recuerda que Poulenc invita al oyente a reírse y a participar en el juego. ¿Era esa su intención al concebir este álbum?
Cuando concebí el repertorio de Terre de jeu buscaba la espontaneidad, la alegría, la libertad, y eso es lo que quería ofrecer al público. Poulenc utilizó a menudo el humor en sus obras, y en la construcción de este álbum Les Villageoises encontró su sitio de forma muy orgánica.
Usted hace hincapié en que, tanto Clara Haskil como los compositores que forman parte de este repertorio (exceptuando a Schumann) vivieron las dos guerras mundiales. ¿Cómo definiría la época que le ha tocado a usted vivir? ¿Cree que la música es la mejor forma de rebelarse contra las circunstancias y contra el paso del tiempo?
Antes de que comenzaran los ensayos para la obra teatral sobre Clara Haskil fui a Suiza, donde ella pasó sus 9 últimos años, para investigar su vida y acercarme a su historia personal. Fui a la biblioteca de Lausana, donde se encuentra un gran archivo con sus cartas, diarios, programas de concierto etc. Cuando empecé a leer sus cartas advertí que algunas parecían escritas hoy día. Contaba que no podía viajar de un país a otro, que sus conciertos y giras se cancelaban… todo por la guerra. Con las restricciones del Covid vivimos parecidas restricciones, así que las similitudes me parecieron inquietantes. La música y el teatro fueron un gran apoyo para superar ese período extraño, pero creo que hay otros caminos posibles para expresar lo que sentimos.
Una vez superada la pandemia ¿Ha conseguido recuperar -según sus propias palabras- el deseo de conectar con otras personas, compartir y expresarse de forma más espontánea?
Sí, por supuesto. ¡Tenía muchas ganas de hacerlo!
Sus notas al programa revelan un conocimiento de las biografías de los compositores que usted interpreta. ¿Considera imprescindible un acercamiento a sus vidas para conseguir una buena interpretación? ¿Qué tipo de relación establece con esos compositores?
Es ciertamente enriquecedor conocer la biografía de los compositores, pero no creo que sea esencial. La conexión con el sonido tiene lugar en otras áreas además del intelecto. Por supuesto, todo conocimiento nutre la interpretación, pero un músico también puede interpretar a Chopin de una manera muy significativa sin conocer su biografía. Porque la música se siente, se vive… y eso puede ser suficiente para estar en la frecuencia correcta.
Mi relación con los compositores se da más a través de sus obras: en realidad toco obras de personas que, en su mayoría, están muertas. Si pudiese tocar para ellos, conversar e intercambiar ideas, sería increíble, pero la única forma de comunicarme con ellos es a través del arte que dejaron atrás y que revela su visión de la vida y expresa, entre otras cosas, sus experiencias emocionales.
¿En qué porcentaje repartiría, a la hora de analizar el resultado final del CD, el talento, la técnica, las horas de trabajo, su personalidad y el momento vital en que fue concebida esta grabación?
No lo sé. No me gustaría que la gente escuchase el número de horas que he trabajado en un repertorio mientras disfrutan de mis grabaciones. Si piensan en las horas de trabajo entonces no han conseguido experimentar completamente el álbum y yo no he conseguido transmitirlo todo. Mi objetivo es hacer que las personas sueñen, viajen y se concedan un espacio para conectar con ellos mismos diferente al que habitualmente les ofrece su vida cotidiana. Me gustaría que se olvidasen de la hora y que la parte analítica de su cerebro se apagase. Tal vez sea demasiado ambicioso, pero eso es lo que me excita.
A través del gato Karpatte nos habla usted de los momentos en los que Clara Haskil corrió el riesgo de perder su autoconfianza. ¿Le ha pasado a usted muchas veces? ¿Cuáles han sido esos momentos difíciles en los que, quizá, haya dudado de su talento o se haya visto impotente ante las adversidades? ¿Qué relación tiene usted con el miedo?
Generalmente confío en la vida, y mi relación con el miedo es equilibrada. Lo utilizo, como todas las otras emociones, para seguir adelante. Pero sí, hubo un tiempo en que casi caí en la oscuridad. Sucedió después de dos años difíciles con un profesor de piano con el que tenía serias dificultades para conectar. Su forma de enseñar y tocar era muy controlada y físicamente muy rígida: es cierto que funcionaba muy bien con algunos músicos, pero a mí me resultaba muy complicado. Su método se basaba en su propia técnica, y se esperaba que sus alumnos la siguiesen de la misma manera. En una de sus clases, después de que yo hubiese hecho un ligero movimiento de muñeca después de interpretar un pasaje, me dijo delante del resto de los alumnos: “Aquí no enseñamos danza del vientre”. En ese periodo de mi vida sentí que el piano de cola era un ataúd y yo una muerta viviente. Dudé de mí misma y me pareció que estaba caminando sobre un suelo de madera mojada en movimiento, sin nada en que apoyarme. Había perdido toda mi confianza. En Clara Haskil Prelude & Fugue vi reflejada mi propia experiencia en la que Clara Haskil tuvo con su maestro Alfred Cortot. Al principio fue una confrontación, pero reproducir esas escenas una y otra vez me permitió superar aquellas experiencias difíciles y perdonar a mi propio maestro. Así que podría decirse que Clara Haskil es mi ángel de la guarda.
Clara Haskil se opuso a tocar los pianos de la marca Gaveau. ¿Exige usted algún tipo de piano en sus actuaciones o es capaz de amoldarse a lo que se encuentre?
La construcción de un piano es muy misteriosa porque dos instrumentos de la misma fábrica, hechos por las mismas personas, del mismo tamaño e idénticos entre sí, pueden sonar completamente diferentes. Por lo tanto, te pueden gustar algunos pianos de una marca, pero puedes decepcionarte con otros. Por otro lado, la elección de un piano depende sobre todo para mí del repertorio. Cuando toco en solitario estoy abierta a los desafíos y me gusta convertir las debilidades del instrumento en su fuerza y, a partir de ahí, ser creativa. Sin embargo, para algunos proyectos necesito más estabilidad, como es el caso del espectáculo sobre Haskil. El repertorio y la obra requieren cierto color y tono, y suelo encontrarlo a menudo en Steinway, cuyos instrumentos son, sobre todo, armoniosos. Me encantaría tocar este espectáculo algún día en un Bechstein, pero es difícil encontrarlos buenos en una gira.
Escuchando Vogel als Prophet de Schumann uno tiene la sensación de que el compositor tuvo el privilegio de asomarse a la música que vendría posteriormente, de adelantarse al futuro -aunque su intención no fuese otra que describir los movimientos de un pájaro- y que, saliendo a buscar ese pájaro se encontró con Debussy, Ravel y compañía; es decir, que él mismo fue el pájaro profeta …
Ha habido muchos genios y visionarios que han cruzado y siguen cruzado la tierra… Robert Schumann es uno de ellos. Y, con estos artistas, el tiempo es relativo, como si no existiese. Porque puedes escuchar o interpretar una de sus obras y sentirte completamente en el presente, como si hubiese sido compuesta hoy, aunque la obra ya tenga 200 años. O podemos experimentar el misterio del futuro, en el sentido de que la construcción de algunas piezas no es totalmente aprehensible, como es el caso de las fugas de Johann Sebastian Bach… Cuando te entregas al arte se establece otro tipo de relación respecto al “tiempo”. Es mi opinión.
Ninguna pieza del repertorio alcanza los cuatro minutos de duración. ¿Le atrae esa concisión?
¡Parece que sí! Siempre me han gustado las variaciones, que a menudo se componen de piezas cortas. Me gusta ver un tema desde diferentes ángulos y descubrir múltiples verdades en él.
¿Escucha otros tipos de música?
Por supuesto. No tengo un estilo de música específico que escuche todos los días. Me gustan todo tipo de composiciones/canciones que me hacen soñar, olvidar dónde estoy y removerme por dentro.
En diciembre saldrá su nueva grabación, titulada Agni kunda. ¿Qué significa el título? ¿Ha seguido también un hilo conductor a la hora de escoger el repertorio? ¿Qué cambios ha experimentado usted entre las dos grabaciones?
Agni Kunda tiene muchos significados, pero para el nuevo disco he elegido el que tiene en sánscrito: agni significa fuego y kunda la forma de energía. El fuego interno me inspiró para confeccionar el repertorio de esta grabación y las piezas elegidas tienen ese nexo de unión. Agni kunda es hermana de Terre de Jeu, donde expresé la alegría y el deseo de conectar durante un período de aislamiento, pero en este nuevo disco exploro otro lado: los sentimientos y emociones oscuros y destructivos que tienen lugar durante esos tiempos difíciles y la capacidad de transformarlos, utilizando su fuerza, para construir en vez de destruir. Como la fuerza del fuego, que puede calentar o quemar.
Su página web está encabezada por una cita de Paco de Lucía ¿Qué relación tiene con la música de nuestro país?¿Cuándo la veremos dando un concierto aquí?
Paco de Lucía me ha inspirado mucho. Su determinación, su compromiso, su perfeccionismo, son únicos, pero al mismo tiempo siempre fue capaz de abrir su corazón y de mantener su música libre y generosa. Mompou también participa de esa generosidad, alegría, inspiración y libertad en sus composiciones… y me siento muy cercana a los artistas españoles. Tal vez se deba a la sangre mediterránea: crecimos con el mar azul, el sol y la gente sonriente.
¿Tocar en España? ¡Cuando queráis!
Aspiraciones musicales por cumplir…
Son tantas… Demasiadas. ¡Necesitaría unas cuantas vidas más para realizarlas todas!
¿Quién es Laetitia Casta para usted?
Laetita Casta es una gran fuente de inspiración para mí, y tengo la suerte de trabajar con ella. Es muy exigente consigo misma y con las personas con las que trabaja, ya que siempre quiere dar lo mejor de sí misma, y todo ello sin dejar de ser amable y alentadora con los demás. Me encanta esa cualidad, porque yo también soy muy exigente y espero llevar mi trabajo al nivel más alto posible todos los días. ¡Así que nos hemos encontrado la una a la otra!
Fotos Isil Bengi: Alexander Popelier
Foto espectáculo: Edouard Elias