Marko Ivanović al frente de la Prague Philharmonic Choir y Jakub Klecker, el Sbor Canticum Ostrava y Estudiantes de la Facultad de Música de la Academia Janáček protagonistas en el Festival Leos Janacek de Brno
El Janáček más desconocido
Por Pedro J. Lapeña Rey
Brno. Kounikova Stadium. 04-XI-2022. Prague Radio Symphony Orchestra. Prague Philharmonic Choir. Martin Kasík (piano), Markéta Cukrová (contralto), Ondřej Brousek (narrador). Director musical: Marko Ivanović. “El niño del violinista”, JW VI/13 de Leoš Janáček. “Concierto para piano y orquestra nº 4”, op. 70 de Anton Rubinstein. “Sinfonía Vocal para contralto, narrador, coro y orquesta” de Vladimír Sommer. Brno. Basílica de la Asunción de la Virgen María. 05-XI-2022. Sbor Canticum Ostrava. Estudiantes de la Facultad de Música de la Academia Janáček. Petra Kujalová (órgano). Director del Coro: Jurij Galatenko. Director musical: Jakub Klecker. “Fantasía coral” para órgano, JW VIII/4; “Padre nuestro” para tenor, coro, arpa y órgano, JW IV/29; “Señor ten piedad”, JW III/5; y “Ave Maria” para soprano, coro, violin y órgano, JW II/14, de Leoš Janáček. Misa de Igor Stravinsky.
Leoš Janáček ni nació ni murió en Brno, pero la mayor parte de su vida transcurrió en la capital morava. Así que es natural que se celebre aquí el festival que lleva su nombre. Además, tiene algo muy especial de lo que no todos los festivales pueden presumir. La mayor parte de las actividades se llevan a cabo en los lugares donde él vivió y trabajó.
Aunque la ciudad es extensa -no olvidemos que es la segunda ciudad de la República Checa- la zona céntrica es relativamente pequeña, y la mayor parte de las distintas salas donde se realizan los conciertos están en un radio de no más de media hora, lo que es bastante asequible para desplazarse caminando cerca de los lugares donde vivió y trabajó.
Sin ir más lejos, el primer concierto del fin de semana se celebró en el «Kounicova Stadium», situado a menos de cien metros de la casa donde el compositor vivió los últimos 20 años de su vida. Este pabellón, construido entre 1923 y 1924 por un club deportivo, cuenta con un gran salón que desde sus inicios ha funcionado como espacio multifuncional, y desde un principio también se utilizó para conciertos. En uno de ellos, el 5 de diciembre de 1927 se estrenó la Misa glagolítica.
Hoy, cerca de un siglo después, el recinto aparece más moderno, con una iluminación interior que asemeja a muchas salas de música chillout. Una cosa que llama la atención nada mas entrar es ver al fondo del escenario los tubos de un órgano. Un par de días después, en la recepción que la dirección del festival nos ofreció a los medios internacionales en el intermedio de la representación de «Desde la casa de los muertos», Jiří Heřman, director artístico de la Ópera de Brno, me comentó que el gran órgano de la sala es del famoso constructor Wilhelm Sauer de 1885, y que originalmente se encontraba en el Rudolfinum de Praga, la gran sala de conciertos donde aún hoy la Filarmónica Checa da sus conciertos en la capital del país. Hoy en día parece que el órgano ya no funciona, pero es reconfortante ver en vivo los tubos por los que hace casi 100 años sonó el tremendo solo de órgano de la Misa glagolítica.
Esta octava edición del festival dura casi 3 semanas -del 2 al 20 de noviembre- con actividades diarias que lógicamente se multiplican los fines de semana. En este primero, los 7 programas -entre óperas, conciertos y música de cámara- se han llevado a cabo en 7 escenarios distintos, y todos ellos, en mayor o menor medida tuvieron que ver con la vida del compositor en la ciudad. Aunque obviamente predomina el público checo, por lo que hemos visto se nota un fuerte incremento del número de visitantes internacionales, sobre todo de habla inglesa y alemana. El lema de esta edición es «Quo Vadis», y tiene tres hilos conductores. El primero es interpretar tanto obras suyas poco conocidas como de otros músicos contemporáneos o posteriores que se inspiraron en él. La segunda es el resaltar el paneslavismo que defendió durante toda su vida, y el tercero es salir de Brno y abrir el festival a otros conjuntos nacionales e internacionales.
El programa del primer concierto fue un claro ejemplo. La primera obra fue su poema sinfónico El niño del violinista, seguida del Cuarto concierto para piano y orquesta de Anton Rubinstein, obra favorita de los grandes virtuosos de principios del S. XX. y que hoy es prácticamente imposible de ver, y por último la Sinfonía vocal del compositor checo Vladimír Sommer, que no llegó a ser alumno suyo, pero sí fue una de sus grandes influencias. Todo ello con la Orquesta de la Radio checa de Praga.
Visto con la perspectiva actual, el éxito del Leoš Janáček operístico ha eclipsado el resto de su obra. Un ejemplo de ello es el poema sinfónico El niño del violinista, compuesto en 1913. Sin ser una obra maestra, en él ya encontramos esa combinación tan suya de humor amargo y su fuerte componente social. Aunque la acústica del local no ayudó demasiado, Marko Ivanović dio una versión nítida de la obra, resaltando el toque amargo de la composición. Garantizó los precisos diálogos entre el concertino y las cuatro violas que abundan en la partitura y solventó con destreza los distintos cambios de modulación.
Aunque hoy esté prácticamente olvidado, el compositor y pianista Antón Rubinstein, fundador del Conservatorio de San Petersburgo, además de ser uno de los grandes virtuosos del S. XIX fue una de las mayores influencias del joven Janáček tras verle actuar en Leipzig en 1879. Su obra fue inmensa y gozó de gran popularidad por toda Europa. Su Concierto para piano y orquestra nº. 4, compuesto en 1864, se interpretó de manera regular hasta bien entrado el S. XX, siendo una de las obras de cabecera de pianistas míticos como Rachmaninov, Paderewski o Jozef Hofmann.
¿Por qué ya no se interpreta? Es difícil saberlo, aunque puede ser una mezcla entre la extrema complejidad de la obra, y que algunas de sus melodías pueden haber pasado de moda. El solista, Martin Kasík, preparó la obra a conciencia y su labor fue notable. Muy meritoria la resolución de la extraordinaria cadenza del Moderato assai inicial, aprovechó el Andante intermedio con una pulsación clara y precisa no exenta de cierto halo romántico. El allegro final fue una huida hacia adelante con acordes y escalas sin parar, unas más brillantes que otras. Los continuos cambios de ritmo típicos de las danzas rusas tampoco supusieron un problema para el Sr. Kasík, aunque es verdad que le hicieron sudar tinta. Acompañamiento más que correcto de Marko Ivanović y la orquesta.
Tras el descanso vino la monumental Sinfonía Vocal para contralto, narrador, coro y orquesta de Vladimír Sommer. El compositor checo, prácticamente desconocido por nuestros lares, es considerado uno de los músicos mas destacados de la segunda mitad del S. XX. Su impactante Sinfonía vocal, compuesta entre 1957 y 1958, fue estrenada por el añorado Vaclav Neumann. Bebe más de clásicos como Shostakovich, Prokofiev o Honegger que de los postulados de Darmstadt. Sus tres movimientos desprenden sensaciones de sufrimiento y muerte, probablemente heredera de los complejos tiempos que se vivían en los años 50 en esa parte de Centroeuropa con los soldados soviéticos casi en cada esquina. A través de textos de Kafka, de Dostoievski y de Cesare Pavese, el autor nos toca la fibra y nos lleva a lo mas profundo de nuestra existencia.
Si hasta este momento, la labor de Marko Ivanović y la orquesta no pareció ir más allá de una correcta profesionalidad, su labor aquí alcanzó un nivel sobresaliente. Excepcional el clima conseguido en el movimiento inicial, donde la contralto Markéta Cukrová cantó de manera excelsa el texto basado en el cuento De noche de Franz Kafka, sobre una complicada partitura que no esconde evidentes influencias del primer Shostakovich o del Prokofiev de Iván el terrible. En el segundo movimiento, el narrador Ondřej Brousek nos declama el texto basado en el sueño de Raskolnikov de Crimen y castigo de Dostoievski, acompañado por un coro muy motivado. Toda una imagen dramática llena de violencia y crueldad humana, donde la sensación de congoja crece y crece por momentos, a la manera de lo que Arnold Schonberg nos provocó en El superviviente en Varsovia. El movimiento final nos lleva a una «falsa calma» ya que, aunque la tensión musical disminuye -era imposible mantenerla-, la Sra. Cukrová nos canta con ironía y resquemor el poema del escritor antifascista italiano Cesare Pavese «Verrà la morte e avrà i tuoi occhi - Vendrá la muerte y tendrá tus ojos», uno de los últimos poemas que escribió antes de su suicidio en Turin, en agosto de 1950.
Un concierto intenso, de los que te tocan en lo más profundo. Un gran comienzo para un fin de semana inolvidable.
Tras la tempestad, el segundo concierto -la noche siguiente-, bajo el título de «concierto espiritual» nos llevó a descubrir una de las facetas más importantes y también por qué no decirlo, más desconocidas de la vida musical de Leos Janáček: el órgano. Janáček no fue un hombre devoto, y sus composiciones son más litúrgicas que religiosas. Y que mejor escenario que la Basílica de la Asunción de la Virgen María. La basílica forma parte del Monasterio agustino de Santo Tomás en el barrio de Staré Brno -el viejo Brno-. Entre esas paredes y sus alrededores, Leoš Janáček vivió desde los 11 hasta los 56 años. Pasó su infancia en el monasterio, fue al colegio, fue corista en la basílica, dirigió su coro, trabajó como maestro, se casó, y sus dos hijos nacieron y murieron aquí. Y el órgano de la basílica fue el protagonista de la velada.
Escuchamos su Fantasía coral, obra compuesta durante sus estudios en la escuela de órgano de Praga; su Padre nuestro para tenor, coro, arpa y órgano de 1906; el conmovedor Señor ten piedad de 1896, y por último su impresionante Ave Maria para soprano, coro, violín y órgano de 1904. La noche nos deparó un fuerte contraste entre la intensidad de la música de Janáček, y la Misa austera, directa y fuertemente antirromántica del Igor Stravinsky.
La iglesia estaba repleta y ni el frío ni la incomodidad de sus bancos fueron un obstáculo para descubrir esta música nueva para casi todos los oyentes.
Fotos: Fotos: Marek Olbrzymek