Aurelio Martínez Seco entrevista al pianista español Carles Marín, portada de CODALARIO en el mes de diciembre de 2022
CARLES MARÍN: «El sonido de cada músico representa la historia de una vida»
Una entrevista de Aurelio M. Seco | @AurelioSeco / Fotos: Fernando Frade / Codalario
Las manos virtuosas de Carles Marín han pasado por diferentes momentos. Su asombrosa Paráfrasis sobre la Cabalgata de las valquirias de Wagner nos descubrió en su día al músico carismático y superdotado, galardonado con el Premio Huygens de Ámsterdam a la excelencia artística, el premio como mejor solista en el Mozarteum de Salzburgo, la Scarlatti Piano Competition de Austria o el Concours Flame de París, laureles de reconocimiento a una trayectoria exitosa que inesperadamente se paró de golpe por culpa de un obstáculo imprevisto llamado distonía focal. La pausa obligada, la reflexión necesaria, la sabiduría del amigo y el milagro técnico nos han devuelto en plenitud al hombre noble y sereno, al brillante artista. Hace un año que Marín ha vuelto, inmerso en ilusionantes proyectos y una forma de poner en sonido las partituras diseñada para reclamar atención.
¿Qué personas le han conformado como músico?
Ha habido muchas etapas diferentes en mi formación, pero en cada una he encontrado a una serie de personas que han significado siempre algo importante. De pequeño trabajé con Amparo Fandos, pianista de enorme talento y sensibilidad, de quien guardo un recuerdo entrañable. Existe un concurso nacional de piano en Torrent que lleva su nombre, como merecido reconocimiento a toda una vida entregada a la pedagogía. De joven también estudié 7 años con María Gil, ex alumna de los maestros Joaquín Soriano y Ferenc Rados. Ella fue un pilar fundamental en esa primera etapa de mi vida musical y me dio mucha información que a lo largo del tiempo pude interiorizar poco a poco. Supuso, sin duda, una piedra importante a nivel profesional, ya que me hizo pensar por mí mismo desde el principio, desarrollando y enriqueciendo mi personalidad artística.
A los 17 años entré como alumno de Joaquín Soriano en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. Él es un músico de gran bagaje pianístico, heredero directo de Vlado Perlemuter y Alfred Brendel, muy culto y creativo. Posteriormente estudié en París con Ramzi Yassa, perteneciente a ese tipo de pianistas que hablan poco pero muestran mucho, lo cual te llena de recursos, casi de manera subliminal. Trabajé también, aunque intermitentemente, con Claudio Martínez Mehner, quien caló en mí profundamente, ya que una mente tan privilegiada no deja a nadie indiferente.
¿En qué sentido privilegiada?
Por su capacidad prodigiosa para relacionar diferentes artes y conceptos. Cuando alguien es capaz de extrapolar ideas musicales y entrelazarlas, creando múltiples conexiones, del mismo modo que ocurre en nuestro cerebro con las sinapsis neuronales, consigue multiplicar la creatividad del receptor. No es un camino meramente musical, sino más bien holístico. Todas las personas que a lo largo de mi vida me han aportado ese tipo de visión, han despertado en mí una gran inspiración. Un claro ejemplo de ello es mi querido amigo Josu De Solaun quien, además de ser el tremendo músico que todos conocemos, cada pequeña conversación con él me nutre y enriquece en mil direcciones distintas. Veo fundamental, tanto en lo artístico como en lo humano, encontrar tales interacciones entre conceptos que, a priori, puedan parecer lejanos entre sí, pues ello desemboca en mayor clarividencia para uno de nuestros más nobles, enigmáticos y casi inalcanzables cometidos como músicos que, a mi juicio, radica en saber expresarse a partir de lo que nunca podrá estar escrito explícitamente en la partitura. En mi caso personal, supone un reto diario, tanto en mi propio trabajo como a la hora de enseñar a mis alumnos.
Pero, volviendo a mis años de aprendizaje, en Róterdam fui discípulo de Aquiles Delle Vigne. En esa época yo ya estaba mucho más formado como pianista y, seguramente, poseía ideas más personales y propias acerca de cómo abordar diferentes repertorios. Aún así, el maestro Delle Vigne, tristemente desparecido el pasado año y a quien guardo en mi corazón, me ayudó a ser más flexible. Ello lo logró mostrando un profundo respeto hacia mi visión musical; sugiriendo, no imponiendo. Hoy en día, esta manera de comunicar supone una de mis máximas en mi faceta de pedagogo. Con el paso del tiempo te das cuenta de que visiones paralelas, aparentemente no convergentes, o incluso discordantes, paradójicamente actúan con un efecto extrañamente inspirador y tremendamente provechoso.
«Aquiles Delle Vigne me ayudó a ser más flexible»
Ponga un ejemplo
Me viene a la memoria un recuerdo de hace bastantes años. Estaba escuchando a un joven pianista ruso, alumno de Delle Vigne. Casi nada de lo que hacía entraba dentro de mis férreos y un tanto dogmáticos parámetros juveniles pero, al mismo tiempo, tenía esa rara y genial capacidad del artista de crear magnetismo hacia quien lo escucha. A día de hoy me sigue atrayendo un discurso que sorprenda, lo que no se debe confundir con ingenuos efectismos de discutible calado musical. Con el tiempo degusto más a Hofmann, Friedman, Rubinstein, Horowitz, Rajmáninov. Tal vez de joven escuchaba más a pianistas como Zimerman o Pollini, a quienes, por supuesto, venero también. Pero ese salto generacional se aprecia en las grabaciones.
¿Qué cosas ve en Hofmann que no encuentra en Zimerman, por ejemplo?
¡Adoro especial y profundamente a Zimerman, uno de nuestros genios contemporáneos! Nunca osaría a establecer una comparativa. Lo que quiero decir es que en la época de Hofmann, la figura del intérprete aún estaba ligada de una manera indefectiblemente más profunda a la del compositor, pedagogo e improvisador, por una cuestión temporal, de contexto. Con el paso del tiempo, las severas demandas de esa fría perfección sonora impuesta por las discocráficas, entre otras razones, unido a especializar y aislar la condición del intérprete solista, ha ido mermando paulatinamente la libertad y alejándonos de esas interacciones tan necesarias entre las distintas materias a las que antes me refería.
¿Hay hoy una mayor homogeneidad en los pianistas que antaño?
Mi respuesta sería sí, aunque pienso que poco a poco se va a reivindicar de manera natural la figura del músico que abarca varios perfiles al tiempo, como antaño. Ese instrumentista que ve la misma importancia en improvisar como en aprenderse una sonata de Beethoven o un estudio de Ligeti, con un único objetivo, que es meramente musical y le otorga un sello auténtico, no anhelado, sino más bien adquirido. Tengo la sensación, tal vez cargada de deliberada ingenuidad, de que estamos volviendo a esta manera de entender la música, pero tal cambio no va a ocurrir inmediatamente. Este es un mundo en el que para muchos jóvenes su mayor pretensión artística radica en ganar un concurso, acceder fulgurantemente a grandes salas y construir una carrera express sin meditar previamente qué camino artístico es el adecuado. Viven con la angustiosa necesidad de ubicarse y etiquetarse profesionalmente o, lo que es todavía peor, dejar que otros lo hagan por ellos.
«Con el tiempo degusto más a Hofmann, Friedman, Rubinstein, Horowitz, Rajmáninov»
¿Dónde queda la «música clásica»?
Creo que nuestra sociedad vive un momento dramático, en general, no sólo para la música que entendemos popularmente como clásica sino, también, referido a cualquier otra materia. A medida que pasa el tiempo, la capacidad crítica de personas no especializadas en algo que no sea su propia profesión ha ido menguando. Esto se debe, creo, a la inmediatez que proporcionan internet y las redes sociales, maravillosas por otra parte en otros aspectos, pero que poseen la extraña y peligrosa capacidad de enajenar y conducir por el mismo camino a muchas personas, en muchos casos inteligentes, pero que creen no tener tiempo para pensar por sí mismas. Por ejemplo, hoy en día se entra a debate en cuestiones que están científicamente comprobadas y que únicamente compete a los estudiosos responder, llegando a poner en entredicho verdades universales y contrastadas. Un caso extremo es el de los terraplanistas. En mi opinión, también existen terraplanistas musicales.
¿Qué criterios usamos para decir que un pianista es mejor que otro?
Como ya he comentado anteriormente, etiquetar a un músico, establecer un criterio que le ubique en una posición concreta, nos sitúa, según mi opinión, en un punto de partida erróneo.
¿Qué tiene que tener un gran artista?
Una tremenda honestidad hacia sí mismo, para empezar. Ser honesto es ponerse cara al espejo, sin severidad. Ello no debe crear dudas emocionales, sino interrogantes artísticos. Si estos no existen, estamos perdidos. Yo me cuestiono, aunque con afecto, día a día. Eso no supone falta de criterio, sino, más bien, todo lo contrario. La capacidad de preguntar es directamente proporcional al número de respuestas que encuentras, lo cual implica no cesar en la búsqueda. Lo peor que un músico puede hacer es defender un único camino como válido, amparándose en que antes lo hicieron muchos otros de esa manera. Aunque, por descontado, esto no consiste en despreciar el pasado. Creo que disponemos de una ingente cantidad de maravillosa información fonográfica a nuestro alcance, más que nunca. Se debe utilizar ese material para nuestro beneficio, pero sin que supla nuestra propia investigación. Esto es lo más complicado, pues, en definitiva, desemboca en la necesidad de ofrecer nuestro trabajo con valentía, sin que esté sujeto a arneses de ningún tipo, lo que convierte el mensaje en más sincero y profundo.
«En mi opinión, también existen terraplanistas musicales»
¿En qué consiste esa profundidad?
Es una consecuencia natural de lo que conlleva mi planteamiento anterior. Toda aquella actividad que se realiza a niveles de excelencia debe ir acompañada de un grado enorme de libertad, que no de arbitrariedad. Tal libertad se alcanza desde el análisis y el conocimiento, pues sin estos elementos sería imposible que un artista, por gran intuición que posea, teja de manera solvente su itinerario a seguir.
Sigamos con el repaso de su biografía.
He trabajado en muchas ocasiones con el gran Joaquín Achúcarro, músico ya universal, a quien considero uno de mis maestros, a pesar de que no haber pertenecido a su clase en Dallas. Aún así, siempre ha supuesto un importante apoyo para mí, además de influir profundamente en mi manera de entender y respetar la profesión. ¿A quién no inspira un ejemplo de entrega a la música tan colosal como el suyo? Por fortuna, a día de hoy, mantengo todavía una entrañable relación con él y su señora.
Otra persona fundamental para mí fue Mario Monreal, quien desapareció por desgracia hace ya más de 10 años. Mario era un gran pianista, a quien presentó José Iturbi en su juventud. Poseía una memoria prodigiosa y un repertorio apabullante. Disfrutamos de una una gran amistad. Muy a menudo iba a su casa, tocaba para él y nos pasábamos horas charlando. Su recuerdo me sigue acompañando a día de hoy y siento una enorme gratitud por todo lo que me aportó, tanto personal como musicalmente.
Durante algunos años usted dejó de tocar debido a una lesión.
Así es, he tenido distonía focal. Ha sido una época llena de claroscuros, porque cuando tambalea en tu cabeza la posibilidad de no poder volver a dedicarte a aquello que amas profundamente y a lo que has consagrado tu vida, te sientes indefenso y perdido. Pero, por otra parte, cuando consigues comprender que tú mismo puedes ser un agente activo en el proceso de reconectar cada elemento que participa en ese maravilloso milagro que es hacer música, como son el oído interno, la imagen -no entendida necesariamente como algo visual-, el movimiento, la respuesta propioceptiva y, en consecuencia, el resultado sonoro, te conviertes en cómplice y observador consciente en lo que supone la etapa de mayor aprendizaje, crecimiento personal y profesional de tu vida hasta el momento. En definitiva, yo he sido partícipe de esa reconexión, que ha supuesto, entre otras cosas, alcanzar un discernimiento mucho más profundo entre diferentes aspectos biomecánicos, al tiempo que una mayor facilidad para comunicarme y expresarme desde el teclado. Todo esto, por descontado, tras un trabajo a veces sofocante, largo y arduo, a la par que revelador y bello.
En todo este proceso he tenido la inmensa suerte de trabajar con Edna Golandsky, máximo exponente del Taubman Approach, quien reconstruyó mi acercamiento de una manera exhaustiva hasta que pude alcanzar una precisión milimétrica, casi quirúrgica en muchos casos, y Giselle Brodsky, otra sabia del movimiento, quien me ofreció claves fundamentales para convertir en realidad artística lo que aún era conocimiento artesanal.
Está en un momento sereno
Sí, me encuentro muy sereno y ávido de conocimiento, ya que no veo un techo en esta nueva y renovada etapa de formación continua. Eso es precioso, en realidad. El más grande regalo para mí es ser consciente de todo lo que me queda por hacer.
«Me encuentro muy sereno y ávido de conocimiento»
¿De dónde vino la solución?
Hay una parte científica irrefutable que proviene de la información adquirida sobre un acercamiento al teclado que combina biomecánica, ergonomía y salud. Se trata de un claro reaprendizaje neuromotor, que nunca se separa del fin artístico y que transforma el oído interno en un segundo cerebro. Otro factor fundamental ha sido mi voluntad constante para canalizar y convertir en hábito cada una de las nuevas ideas que funcionaban, de manera paciente, eliminando posibles prejuicios derivados de mis posturas anteriores, en relación a la gestión del movimientos y la manera en la que se comunica nuestro cuerpo con el instrumento. En realidad, he aprendido un nuevo lenguaje, un código complejo y diferente al anterior, absorbiéndolo paulatina y felizmente por la intuición. También, sin lugar a dudas, esa curiosidad extrema por conocer nuevos horizontes, unido al amor hacia mi profesión, han actuado definitivamente a mi favor.
¿En qué momento se encuentra?
Me encuentro en un momento fantástico, mejor de lo que he estado nunca. Al tiempo siento que este proceso ha consistido, casi paradójicamente, tanto en un avance como en un reencuentro con mis orígenes. De pequeño no paraba de componer, de improvisar, de jugar con el piano. Tenía la rara capacidad de echarme en la cama y leer música que nunca había escuchado, como si de un tebeo se tratara, reproduciéndola en en mi cabeza. Con el paso del tiempo, cada vez invertí más horas en el estudio del repertorio inherente al instrumento, que no en explotar dichas facultades, relegándolas a momentos en los que pretendía descansar de lo que entendía como mi tarea principal. A día de hoy, componer, improvisar y estudiar fuera del instrumento vuelven a forman parte fundamental de mi trabajo. Todo ello me acerca a mi quimérico ideal sonoro. El sonido de cada músico representa la historia de una vida.
¿Aplica esto con sus alumnos?
«Piensa constantemente cómo quieres qué suene y...¡canta!», les digo constantemente a mis alumnos. Pensar exclusivamente en el sonido podría parecer insuficiente para muchos pero, a mi juicio, si la primera orden del movimiento parte de ese material sonoro que imaginas, en este caso, el orden de los factores sí altera el producto de manera definitiva.
«Piensa constantemente cómo quieres qué suene y...¡canta!», les digo constantemente a mis alumnos»
Hábleme de sus próximos proyectos
Si me lo permite, antes de entrar en ello, preferiría hacer una breve mención a un momento que fue muy especial para mí: mi vuelta a los escenarios, el pasado año. Esto es importante, no sólo por el hecho en sí, sino también por la manera en la que lo hice, pues define mi visión actual acerca de mi cometido como músico. Tal regreso se llevó a cabo junto a grandes amigos y con el repertorio que más me llenaba en cada momento. Hacer lo que mis inquietudes artísticas me dicten, sin más, va a condicionar el resto de mi carrera artística, al margen de que ello pueda suponer tener una agenda más reducida. El primer concierto fue un monográfico Schubert, interpretando junto a Josu De Solaun el monumental Gran Dúo y la Fantasía, obras que grabaremos en breve. También actué junto a Josep Puchades, interpretando obras de Shostakovich y Britten y, poco después interpreté en varios recitales de piano solo alguna de mis obras favoritas, como son la Segunda sonata de Schumann o la Quinta sonata de Scriabin. Recientemente toqué la Rapsodia sobre un tema de Paganini de Rajmáninov junto a Joan Lluna, dentro de su mágico Festival Cambra Godella y debuté en el Festival Internacional de Bolzano, dando clases magistrales y un recital. También he grabado mis Variaciones sobre The Maiden's Wish en el formidable canal Virtual Reality Piano de Gustavo Díaz Jerez, donde también registré Sisyphus, uno de sus Metaludios, colección que, a mi juicio, constituye ya una de las obras cumbre de la historia de nuestra literatura pianística.
Alguno de mis proyectos más inmediatos son la grabación de dos de mis obras, Moto quasi perpetuo y Homenaje a Nelson Freire. Poco después interpretaré el Concierto Egipcio de Saint Saens en el Palau de Les Arts, junto a la Orquesta de Valencia y Alexander Liebreich y daré un recital en Madrid, dentro del ciclo El Piano en el Ateneo, organizado por Kawai España y la Escuela Superior Musical Arts Madrid (MAM), centro en el que imparto clase. También me llena de ilusión el nacimiento de una nueva formación de cámara, de la que soy miembro fundador, junto a dos grandes amigos e impresionantes músicos a quienes admiro profundamente, como son el violinista Vicente Huerta y el cellista Rafal Jezierski. Su nombre es Arts Trío.
Especial mención supone para mí la invitación de mi querida mentora, Giselle Brodsky, para impartir clase y dar un recital en su célebre Miami International Piano Festival.
¿Qué pianos le gustan?
Sin duda hay pianos increíbles de muy diferentes marcas aunque, de la mano de Luis Clemente, conocí el maravilloso Shigeru Kawai SK-EX, que reúne cualidades extraordinarias. Es un piano de primer nivel que normalmente tengo la suerte de que me acompañe en todos mis conciertos.
Hábleme de su proyecto para niños
Marín Piano Lab es un proyecto enfocado al aprendizaje musical en las edades más tempranas. Tras muchos años de trabajo, he desarrollado la necesidad de intentar acercar el estudio del piano a los más pequeños de la manera más solvente, efectiva y lúdica, según los parámetros que han forjado mis principios como pedagogo, intérprete y padre.
En esta primera etapa de su formación debe primar el carácter colectivo. Mi intención es que los niños jueguen aprendiendo y nutriéndose de información unos a otros, a partir de una serie de pequeñas composiciones, elaboradas muchas de ellas por mí y creadas ex profeso para este fin. Ya desde este curso se están impartiendo las clases en la Sede de Valencia de la Escuela Superior Musical Arts. Para ello cuento con son dos excelentes profesionales, profundas conocedoras de mi trabajo, Elena Terol y Giulia Difraja. Mantengo con ellas reuniones constantes y hago un seguimiento de los niños semanalmente. Es, para mí, un proyecto precioso y sumamente enriquecedor.