UN EXPERIMENTO VALIENTE
Teatro Real. Madrid. 31/01/13. Parsifal, Wagner. Versión de concierto.
En consonancia con el bicentenario del nacimiento de Wagner, el Teatro Real propuso una original versión de Parsifal, con instrumentos originales reconstruidos, buscando de esta forma aproximarse en todo lo posible al sonido del estreno de esta partitura, allá por julio de 1882. El proyecto es fruto de una coproducción y llegaba al Real tras haber pasado por Dortmund y Essen, como una iniciativa ligada al propio Thomas Hengelbrock y a la formación que él mismo fundó en 1995, el Balthasar-Neumann-Ensemble.
Por cuanto hace a la propuesta de restaurar el sonido original del estreno, no deja de ser curioso que este afán filológico se reduzca a la pura naturaleza de los instrumentos y su ejecución, pues la partitura de Parsifal está indisociablemente ligada a las condiciones acústicas de Bayreuth. Así pues, siendo sin duda un valioso experimento, no deja de ser una tentativa incompleta, al no buscar un juego acústico próximo al de Bayreuth, con la orquesta en el foso y un singular juego en el balance entre voces y orquesta. Algunas personas se han preguntado también por la conveniencia o no de interpretar Parsifal en versión concierto, puesto que de algún modo la historia misma de esta música está ligada a sus sucesivas puestas en escena, con el reciente hito de la propuesta de Herheim, vista por vez última en el Festival de Bayreuth del año pasado. Quizá sea este el inconveniente menor, pues la ausencia de representación escénica permite fijar toda la atención en el sonido experimental y en la labor de las voces. Sea como fuere, y pesar de todos estos condicionantes, la experiencia de este Parsifal del Teatro Real puede valorarse como valiente y atractiva.
Así las cosas, la recreación orquestal venía marcada, en esta ocasión, por cambios importantes, como explica Minkus Teske en su artículo del programa de mano. En primer lugar, las cuerdas eran de tripa y en su ejecución primaba la tendencia a un vibrato muy reducido. Ello confería a su sonido una presencia menos brillante, más austera, y de algún modo menos enfática, con un volumen más amortiguado, aunque no por ello menos trascendente. Al contrario, sumado ese sonido a la presencia de unos vientos con paredes más gruesas y de sonidos más cálidos, la sensación era la de un intimísimo y un recogimiento tan auténticos como distintos a los que estamos acostumbrados, al escuchar a formaciones de afinación alta, metales restallantes y cuerdas brillantes.
De un modo fascinante aunque extraño en primera instancia, la partitura de Parsifal se ponía así en comunicación con los orígenes religiosos de la música antigua, con la que al fin y al cabo guarda un gran parentesco, pues la partitura de Wagner no deja de ser una suerte de último gran oratorio. Otros cambios importantes, y hasta un tanto exóticos, tenían que ver con la sustitución de las campanas tradicionales por gongs de Java y Thailandia. Con todo ello, es evidente que se nos ofrecía un sonido muy distinto al habitual, aunque el oído no tarda en acostumbrarse a una diversa articulación y a una modulación un tanto dispar. Quizá más sea más discutible la ejecución, algo acelerada, merced a unos tempi bastante estrictos, que situaron la duración de la representación en poco más de tres horas y media. El problema no fue tanto la duración como la puntual falta de tensión y arrebatamiento de la partitura en manos de Hengelbrock, que es un maestro solvente y meticuloso, sin duda, pero quizá en exceso comedido o distante en su acercamiento a estas páginas wagnerianas.
En resumen, pues, a nivel orquestal, podrá gustarnos o no el resultado final, pero no cabe duda del interés y valentía del experimento. Y es que, quizá esa sonoridad no satisfaga a algunos oyentes de hoy en día, pero ¿y si realmente sonaba así en su origen, menos enfático, menos brillante, menos epatante? La posibilidad de habérnoslo preguntado y escuchado en vivo bien merece el aplauso. La parte coral corría en esta ocasión a cargo de un algo escaso Balthasar-Neumann-Chor, que no dio muestras de gran valía. Tampoco los Pequeños Cantores de la JORCAM lucieron al estupendo nivel que acostumbran.
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