CODALARIO, la Revista de Música Clásica

Críticas

Crítica: Nuno Coelho y Denis Kozhukhin con la Orquesta Barenboim Said en Granada

3 de enero de 2023

Crítica de José Antonio Cantón del concierto de Nuno Coelho y Denis Kozhukhin con la Orquesta de la Fundación Barenboim Said en Granada

Crítica de Nuno Coelho y Denis Kozhukhin con la Orquesta Barenboim Said

Exigente programa

Por José Antonio Cantón
Granada. 30-XII-2022. Auditorio Manuel de Falla. Orquesta Fundación Barenboim-Said. Solista: Denis Kozhukhin (piano). Director: Nuno Coelho. Obras de Mussorgsky-Ravel, Rachmaninov y Wagner.

   No por frecuentes en las salas de concierto, las tres obras que se ofrecían en el programa que interpretó la Orquesta de la Fundación Barenboim-Said dejan de tener una importancia capital desde el punto de vista estético y didáctico dentro del más destacado repertorio orquestal. Si tal valoración es de por sí era ya un aliciente, otros dos venían a sumarse como fue el entusiasmo y compromiso de la promoción de jóvenes intérpretes de la Academia de Estudios Orquestales de la mencionada fundación así como la presencia, comandándola, de una de las figuras de la dirección que destaca en su carrera con una más que manifiesta proyección artística, el joven maestro luso-portuense Nuno Coelho, último ganador, el año 2017, del Concurso Internacional de Dirección de Cadaqués, el certamen más importante de España en su especialidad, en el que se dieron a conocer actuales figuras internacionales del pódium como Gianandrea Noseda, Vasily Petrenko o nuestro compatriota Pablo González.

   Con el título «Música por Ucrania», el concierto comenzó con la interpretación de una de las páginas más singulares de las salidas del genio de Richard Wagner; el Preludio de Tristán e Isolda, toda una declaración de intenciones de futuro con el planteamiento multi-temático del compositor es desarrollado en una corta extensión en la que se ponen a prueba las competencias de orquesta y director de modo y manera que deben de utilizar su mejor profesionalidad artística para alcanzar la múltiple emocionalidad que se concentra en sus pentagramas. El dominio en la indicación de su cromatismo por parte del maestro Nuno Coelho fue lo más relevante de su interpretación, situándose siempre más allá de la capacidad de respuesta de la formación orquestal con lo que ello significa, dados los parámetros de inestabilidad que presenta esta singular página wagneriana de complicada determinación en los procesos de tensión y distensión que en ella se desarrollan, aspecto muy cuidado en todo momento por el director, consciente y conocedor de la trascendencia de este carácter, con lo que se compensaba los límites de experiencia de la orquesta.

   Si la primera obra supuso un riesgo para el inicio de la velada, no fue menos la que ocupó el segundo lugar; el famoso Segundo concierto para piano y orquesta en do menor, op. 18 de Sergei Rachmaninov que, desde el primer año del siglo XX, quedó como una de las piezas más relevantes del repertorio concertante postromántico. Se contaba para la parte solística con la participación de uno de los pianistas de mayor talento surgidos de la Escuela Superior de Música Reina Sofía, el ruso Denis Kozhukhin, muy destacado alumno y discípulo del mítico concertista y prestigioso didacta, el georgiano Dmitri Bashkirov. ´

   Como sustancial motor de la obra, el solista se convirtió en un cooperador necesario de la misión del director al coincidir con éste en el planteamiento de la muy personal voz musical de Rachmaninov aquí concentrada. Así, desde la profundidad de los primeros acordes hasta el lirismo del final del Moderato que ocupa el primer movimiento de la obra, la claridad de su fraseo se impuso como cauce de expresión, generando las mejores sensaciones para el oyente. Éstas se confirmaron en el segundo, en el que destacó la precisa ornamentación desplegada en el muy animado pasaje central, donde quedó patente la singularidad de su exquisito mecanismo tanto en regularidad y limpieza como en dinámica. El Allegro final confirmó la bondad de la interpretación de Kozhukhin llegando a ese punto de exaltación que requiere el famoso pasaje que se hizo inolvidable en la banda sonora del film de David Lean titulado Brief encounter, uno de los mejores dramas de la historia del cine. Ante la intensa ovación general, quiso serenar la total entrega del público con una primorosa versión de A la primavera, sexta Pieza lírica, op. 43 del noruego Edvard Grieg que como bis tocó con suma delicadeza.

   La transcripción para orquesta que realizó Maurice Ravel en 1922 de la suite para piano Cuadros de una exposición de Modest Mussorgsky venía a convertirse en la obra más desafiante de la noche para el director y para esta promoción de jóvenes músicos. Con una «energización» de amplio espectro en vigor y vehemencia, Nuno Coelho se dispuso a determinar los amplios parámetros descriptivos que contiene esta pieza, desarrollando todo su saber y entender así como cinética para estructurar, construir y comunicar su contenido sin hacer que se perdiera en momento alguno la unicidad que debe tener el conjunto de la composición desde la diversidad de cada uno de sus episodios enmarcados, una de claves de su sentido estético muy bien equilibrado en la versión original para piano. Todas las secciones instrumentales de la orquesta se sumergieron en un continuado trance de entusiasmo y buen ejercicio asumiendo como un reto esta asombrosa traslación de Ravel, todo un ejemplo del sublime grado al que llegó este músico vasco-francés en el ámbito de la orquestación comparable al que demostraron personalidades como Héctor Berlioz, Gustav Mahler, Richad Strauss o Igor Stravinski. Su momento culminante se produjo en el cuadro final, La gran puerta de Kiev, que venía a justificar el título del concierto dedicado a Ucrania en este momento aciago de su historia, concluyendo así un programa que significó todo un reto bien superado por tan joven plantilla.

   Después de repetir como bis la parte final de este número conclusivo y concluyente, el maestro y la orquesta tuvieron el detalle de interpretar el popular pasodoble Amparito Roca que escribió el músico barcelonés Jaime Texidor en 1925, cuyos sones pusieron al respetable al borde de tener que bailarlo, lo que dejó una sensación gozosa generalizada implementada por el marcado aire popular y castizo que reflejaron los componentes de la orquesta.

Foto: Manuel Vaca / Orquesta Barenboim  Said

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