CODALARIO, la Revista de Música Clásica

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Crítica: Elisabeth Leonskaja y varios instrumentistas honran a Schubert en el «Liceo de Cámara XXI» del CNDM

6 de febrero de 2023

La magnífica pianista Elisabeth Leonskaja se une a un conjunto de instrumentistas conformado por Massimo Spadano, Wenting Kang, Dragos Balan, Rodrigo Moro y Alba Ventura para interpretar un monográfico dedicado a Schubert

Tres mundos sonoros diferentes

Por David Santana | @DSantanaHL
Madrid, 1-II-2023, Auditorio Nacional de Música. Liceo de Cámara XXI, CNDM. Elisabeth Leonskaja, piano; Alba Ventura, piano; Massimo Spadano, violín; Wenting Kang, viola; Dragos Balan, violonchelo; Rodrigo Moro, contrabajo. Franz Schubert: Sonata para violín y piano en la mayor «Gran dúo», D 574; Fantasía en fa menor, para piano a cuatro manos, D 940; Quinteto para piano y cuerdas en la mayor «La trucha», D 667.

    Sin separarnos del piano de la invitada principal: Elisabeth Leonskaja, el programa del primer concierto de febrero del Liceo de Cámara XXI nos abría la puerta a conocer a un polifacético Franz Schubert. Luis Gago nos presenta en las notas al programa esa división de la obra de Schubert antes y después de su contagio de sífilis en 1823. Por ello, no me entretendré en esta dualidad entre lo jovial y lo trágico, sino que me centraré en los diferentes mundos que el vienés crea en cada una de las obras.

   Los mundos sonoros que Schubert nos presenta son completamente diferentes en cada una de las piezas que conforman en el programa. No obstante, tienen algo en común: el piano. El instrumento de Elisabeth Leonskaja tiene un papel similar en las distintas piezas: un papel protagonista, pero humilde, sin excesos virtuosísticos, pero con unas melodías de compleja expresión musical.

   En la Sonata para violín y piano en la mayor «Gran dúo», el protagonismo entre los instrumentos está muy equilibrado, pero el violín toma la delantera en el Allegro moderato al ser el primero en cantar el tema principal. Sobre una base a la que Leonskaja supo imprimir inocencia sobresalió el violín de Massimo Spadano. El sonido brillante y falto de cuerpo de las cuerdas no terminó de encajar con el aura más íntima que pretendía crear Leonskaja. En una obra en la que el virtuosismo de los intérpretes no se debe a la técnica sino a la musicalidad, esta no se vio hasta el tercer movimiento, cuando el piano adquiere un mayor protagonismo. En defensa de Spadano, se debe decir que es sumamente complejo encajar el sonido del violín dentro del piano.

   De este mundo sonoro pequeño y bipartito que nos propuso la primera obra de Schubert pasamos a una agrupación camerística mucho más sencilla de encajar que, en este caso, plantea la dificultad opuesta: diferenciar las líneas —cuando así se requiere— tocando el mismo instrumento.

   Tanto Leonskaja como Alba Ventura salvaron esta dificultad sin problema. Quizás el ejemplo más claro se pudo apreciar en el movimiento final, en el que Leonskaja arrancó con un tema inicial completamente diferenciado tanto en el carácter como en la articulación del acompañamiento de Ventura. Supieron destacar los múltiples detalles que esconde esta pieza de Schubert manteniéndose igualadas en matices y ritmo —aspecto especialmente problemático en el Scherzo—, lo que nos permitió descubrir todos los matices que el piano esconde.

   El final nos traslada a un mundo mucho más amplio. La inclusión en el quinteto del contrabajo y el piano permite al compositor explorar nuevos timbres y contraponer registros. Schubert nos ofrece todo un catálogo de sonoridades en el paradigmático Tema con variazione. De un sonido clásico de cuarteto en el que sobresalen ligeramente solo el violín y el piano, pasamos a una primera variación en la que el piano adquiere un mayor protagonismo, marcando el ritmo que seguirán los graves en pizzicato. De ahí pasamos a la viola solista y un violín, esta vez con un sonido claro y preciso, glosando la melodía. La variación que más me sorprendió fue en la que el contrabajo (Rodrigo Moro) tomó la melodía acompañado del piano. Moro supo darle una gran agilidad, logrando cohesión a pesar del enorme contraste de timbres.

   Este tercer y último mundo sonoro que nos presenta Schubert en su faceta camerísitca estuvo marcado por el equilibrio y la cohesión, a pesar del contraste; y también por la expresividad de una Leonskaja que estuvo sobresaliente siempre en cuanto a musicalidad. Todos los músicos derrocharon esa vitalidad que tantas veces muestra el primer Schubert del que nos hablaba Gago.

Fotografías: Elvira Megías/CNDM.

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