CODALARIO, la Revista de Música Clásica

Críticas

Crítica: Maria Joao Pires y Trevor Pinnock en Madrid

12 de febrero de 2023

Crítica de Raúl Chamorro Mena del concierto Maria Joao Pires, Trevor Pinnock y la Orquesta de la Mozarteum en Madrid para La Filarmónica, sociedad de conciertos

Crítica de Maria Joao Pires, Trevor Pinnok y la Orquesta de la Mozarteum

El Olimpo musical

Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 9-II-2023, Auditorio Nacional. Ciclo La Filarmónica. Obertura Coriolano op.62. (Ludwig van Beethoven). Concierto para piano y orquesta núm. 3, op 37 (Ludwig van Beethoven). Maria Joao Pires, piano. Sinfonía núm. 41, K. 551, "Júpiter" (Wolfgang Amadeus Mozart). Orquesta de la Mozarteum de Salzburgo. Director:Trevor Pinnock

   Sin duda, los protagonistas de este memorable concierto nos llevaron a un fascinante Olimpo musical en el que la música de compositores tan grandiosos y emblemáticos como Beethoven y Mozart -a los que hay que añadir Bach y Schubert presentes en las propinas- alcanzó gloriosas cumbres interpretativas de la mano de la eximia pianista María Joao Pies y el gran clavecinista y director Trevor Pinnock.

   El ciclo La Filarmónica se ha apuntado un tanto con este concierto, cuyas cotas interpretativas serán difícilmente superadas en la actividad musical madrileña de este año 2023. Antes del inicio del evento, se anunció que la Pires había sufrido un accidente antes de comenzar la gira, pero que no le iba impedir actuar. A pesar de la apreciable dificultad de movilidad de la gran artista, su desempeño no se vió afectado en lo más mínimo.

   El concierto se abrió con una Obertura Coriolano tan bien articulada como perfectamente contrastada por Pinnock y la magnífica orquesta de la Mozarteum de Salzburgo. Después de la larga introducción orquestal del tercer concierto para piano de Beethoven, expuesta con claridad e impecable articulación por Pinnock y la orquesta, surgieron las fulgurantes escalas, transparentes y luminosas, del teclado de la Pires. Un fraseo hondo, variado, pleno de contrastes, en el que la pianista portuguesa, cual maestra de orfebrería, engastó las gemas sonoras de su sonido cristalino y madreperláceo, no como áureo preciosismo, que ya sería admirable, si no como un monumento a la expresión poética en una cima de la más genuina profundidad musical.

   La Pires desgranó con naturalidad y una facilidad propia de los elegidos la cadencia con todo su carácter improvisatorio y exigente virtuosismo perfectamente integrados en el discurso musical. Qué decir del segundo movimiento, el hermosísimo largo, que fue una demostración de lirismo de altos vuelos, pura magia, conjurada por la inspiración de la pianista en perfecta comunión -¡qué manera de dialogar con la orquesta! -con el primoroso acompañamiento de Pinnock y la agrupación salzburguesa. Carácter, naturalidad y fluidez se unieron en una expresión musical celestial, que no permitió ni un resquicio para lo edulcorado o blando. En el Rondó y Presto del último movimiento se sumaron el sentido del contraste, virtuosismo natural y vertiginosa digitación por parte de la Pires con una prestación orquestal tan briosa como radiante.
Tan excelsa interpretación fue premiada por las ovaciones de un público enardecido. Como propina, la Pires, acompañada por la orquesta, ofreció una primorosa interpretación de la versión para piano del Concierto número 5 para clave y orquesta de cuerdas, BWV 1056, de Juan Sebastian Bach.

   Una referencia total resultó la Sinfonía 41 de Mozart, que regaló al público madrileño un clarividente y pleno de magisterio Trevor Pinnock al frente de una orquesta que guarda como oro en paño las esencias de la interpretación mozartiana. Deslumbrante la propiedad estilística, absoluta nitidez expositiva, refinamiento tímbrico, transparencia, primorosa articulación y apropiados contrastes. Todo ello fruto de una enorme inspiración y que encumbraron una Júpiter excelsa, para el recuerdo. Entre tanto oro y brillantes, me permito destacar un segundo movimiento sublime, mágico, en el que tocamos cielo mozartiano, pues esa música de las esferas que regaló al mundo el genio salburgués se elevó a un parnaso cósmico de la mano de Trevor Pinnock y la orquesta de la Mozarteum de Salzburgo.

   Una espléndida Rosamunda de Schubert fue el regalo a un público que llenaba la sala y derrochó tan calurosas como justas ovaciones en esta velada de música con mayúsculas.

Foto: May Zircus

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