CODALARIO, la Revista de Música Clásica

Críticas

Crítica: Ramón Tebar dirige «Francesca da Rimini» de Mercadante en la Opernhaus de Fráncfort

9 de marzo de 2023

Crítica de Raúl Chamorro Mena de la ópera Francesca da Rimini de Mercadante en la Opernhaus de Fráncfort, bajo la dirección de Ramón Tebar

Jessica Pratt en «Francesca da Rimini» de la Opernhaus de Fráncfort

Mercadante triunfa en Fráncfort

Por Raúl Chamorro Mena
Fráncfort, 5-III-2023, Opernhaus. Francesca da Rimini (Saverio Mercadante). Jessica Pratt (Francesca), Theo Lebow (Lanciotto), Kelsey Lauritano (Paolo), Erik van Heyningen (Guido), Karolina Bengtsson (Isaura), Brian Michael Moore (Guelfo). Coro de la Opera de Frankfurt. Frankfurt Opern- und Museumsorchester. Director musical: Ramón Tebar. Dirección de escena: Hans Walter Richter. 

   La Ópera de Frankfurt, cuya programación se caracteriza por la imaginación y el riesgo, nos realizaba, en esta ocasión, un regalo a los amantes del melodrama romántico italiano con la programación de Francesca da Rimini de Saverio Mercadante, ópera que no pudo estrenarse en vida del autor. La obra se gestó en 1830 durante la estancia del compositor en Madrid, pero, tanto el estreno previsto en la capital de España como el posterior fijado para el Teatro alla Scala de Milán no llegaron a buen puerto. De tal manera, la ópera quedó en el olvido hasta que el Festival de Martina Franca la dio a conocer en 2016 protagonizada por la soprano española Leonor Bonilla.  

   Mercadante y su libretista, nada menos que Felice Romani, realizan una adaptación libre de los amores entre Francesca da Polenta y su cuñado Paolo Malatesta –procedentes del canto V del Infierno de la Divina Comedia de Dante Alighieri-, pues ella se ha visto abocada a un matrimonio de conveniencia con el hermano de éste, que selle la paz entre dos familias enfrentadas ancestralmente. La ópera constata la evolución de la ópera italiana desde el Rossinismo, hegemónico en la penísula y en toda Europa, hasta el genuino melodrama romántico y reúne las estructuras y convenciones del género. Hermosas cavatinas para los protagonistas –fundamentalmente, Francesca, Paolo y Lanciotto-, brillantes cabalette, dúos, tercetos, un magnífico concertante al final del primer acto y una gran pieza para el coro abriendo el segundo. Comparece la vena melódica de Mercadante, lejos de la de un Bellini, por supuesto, pero el canto se integra cada vez más en el drama y la orquestación resulta cuidada y variada con abundante presencia del arpa, instrumento fundamental en el belcanto romántico italiano

    La obra está bien construida dramáticamente, aunque falta esa concisión, intuición y fuerza teatral de un Donizetti, no digamos de Giuseppe Verdi, con un acto segundo en que la trama sufre una cierta paralización y se hace un poco largo y reiterativo.

Jessica Pratt en «Francesca da Rimini» de la Opernhaus de Fráncfort

   La Ópera de Fráncfort, con unos cuerpos estables de notable nivel, y gran seriedad y rigor musical en cada recuperación que acomete, pero sin la capacidad de contar con grandes estrellas vocales, ha optado por confiar este reto a una belcantista consolidada como es la soprano Jessica Pratt y a un director musical riguroso como el español Ramón Tebar, a los que ha rodeado de cantantes del Ensemble vocal de la casa. 

   Como ya he indicado, la escritura vocal de Mercadante va apartándose de Rossini e integrándose cada vez más en el sustrato dramático, pero aún permanece una importante cuota de canto de agilidad, con gran exigencia virtuosística. Nombres legendarios como Adelaida Tosi, Giuditta Pasta y Giulia Grisi fueron los destinatarios de esta partitura en los frustrados estrenos de Madrid y Milán en la época de su composición. 

   Jessica Pratt acreditó su vitola belcantista e impuso su canto instrumental apoyado en buen legato, emisión fluida y dúctil, propiedad estilística, capacidad dinámica, buenos filados y dominio del sobreagudo y la coloratura, especialmente la aérea. Todo ello pudo apreciarse en su scena di sortita «Seco d ’un rio sul margine» y en el aria del segundo acto «È l’ultima lagrima». También su sonido de calidad limitada, débil en el centro y justo de volumen y riqueza tímbrica. Como intérprete, pudo apreciarse la habitual falta de temperamento y escasa implicación dramática. 

   El tenor Theo Lebow, miembro del Ensemble de la ópera de Fráncfort, se enfrentó con entusiasmo y profesionalidad a un papel muy exigente. Desde luego, no fue suficiente, pues pudo escucharse una voz minúscula, raquítica, paupérrima de timbre, volumen y proyección. La escritura conserva canto de agilidad de filiación rossiniana, pero corresponde ya a un primo tenore romántico y planteó problemas irresolubles a un calante Lebow. Más interesante resultó la mezzo Kelsey Lauritano en el papel de Paolo, enamorado de su cuñada Francesca y que en esta libre adaptación de la historia basada en el canto V del infierno de la Divina Comedia de Dante, termina suicidándose al final de la ópera ante el cadáver de Francesca. El papel está compuesto para una contralto in travesti, algo que ya en 1830 era una reminiscencia del pasado tendente a desaparecer en la búsqueda de un realismo cada vez mayor, que consagra el romanticismo. Lauritano demostró musicalidad, buen legato, cuidada línea, especialmente en la hermosa «Se troncando i giorni miei» y entrega en escena con una caracterización efusiva y teatral del personaje. El problema radicó en la modestia de los medios vocales de Lauritano, justa de volumen y extensión, falta de la anchura, redondez, densidad y oscuridad que dotan de la necesaria ambigüedad sexual que caracteriza a estos papeles para contralto músico o in travesti. El bajo Erik van Heyningen, de timbre gris y emisión dura y gutural, mostró cierta sonoridad, aunque sus modos canoros resultaron más bien rudos.  

Jessica Pratt en «Francesca da Rimini» de la Opernhaus de Fráncfort

   Buenos los dos secundarios miembros del Opera studio de la Opera de Frankfurt, pues Karolina Bentgsson exhibió un material sopranil interesante y, por su parte, Brian Michael Moore completó una buena actuación escénica. 

   Seria, ordenada y rigurosa la dirección musical de Ramón Tebar, ajustada estilísticamente, con una notable prestación de la orquesta y adecuado pulso dramático. Buen acompañamiento al canto, dio las entradas a los cantantes y construyó apropiadamente el magnífico concertante con el que finaliza el primer acto. Todo estuvo en su sitio, pero quizás faltó algo de vuelo a las melodías y que, junto al buen sonido de la estupenda orquesta, Tebar hubiera logrado una articulación más genuina e idiomática de la orquesta alemana. 

   La puesta en escena de Hans Walther Richter sobre escenografía de Johannes Leiacker, se basa en unos paneles en blanco que se abren y cierran, más un par de elementos simbólicos. A la izquierda, una roca con varias espadas que parece representar los triunfos militares de Lanciotto y una cama a la derecha, que evocaría su matrimonio infeliz con Francesca. En diversos momentos de la trama, el panel central se abre y descubre unas ruinas góticas y brumas que encarnan el pleno romanticismo al que pertenece la ópera y en el que vemos a figurantes que obran como alter ego de los protagonistas. Un tanto estático el coro y un movimiento escénico poco más que eficaz rematan una producción poco estimulante, pero aceptable y funcional, en la que hay que valorar especialmente que los intérpretes cantaron habitualmente desde la parte delantera del escenario. Al público le gustó mucho la obra y aplaudió con generosidad a todos los intérpretes, particularmente a Jessica Pratt y Ramón Tebar. 

Fotos: Barbara Aumüller

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