Crítica del concierto de la Orquesta y Coro de RTVE dirigida por Pablo González, con las voces de Jacquelyn Wagner Anna Lapkovskaja
Cuando contrastar al programar es acertar
Por Óscar del Saz | @oskargs
Madrid. 28-IV-2023. Teatro Monumental. Bajo el epígrafe de «Raíces». Concierto A/19. Obras de Richard Strauss (1864-1949) y Sergei Prokófiev (1891-1953). Orquesta Sinfónica y Coro de RTVE. Jacquelyn Wagner (soprano), Anna Lapkovskaja (mezzosoprano). Marco Antonio García de Paz, director del Coro de RTVE. Pablo González, director.
De gran acierto por parte de la Orquesta Sinfónica y Coro de RTVE se puede considerar el programar conjuntamente obras de tan distintos estilos como son Las cuatro últimas canciones, de Richard Strauss -sublimación póstuma del arte del músico alemán, estrenadas en Londres en 1950 por la insigne soprano Kirsten Flagstad y por Wilhelm Furtwängler a la batuta-, y la cantata Alexander Nevsky, de Serguéi Prokofiev, concebida para la exaltación del régimen de Stalin -que quería contrarrestar el auge del nazi Hitler-, en combinación con la potencia visual del cineasta Serguéi Eisenstein (1898-1948), uno de los mejores maestros de ese arte de todos los tiempos. Para alegría de los aficionados, el mismo día de este concierto, se emite en semi-directo por Radio Clásica y TVE lo graba para ofrecerlo en Los conciertos de La 2, por lo que invitamos a nuestros amables lectores a que puedan contrastar lo que comentamos en estas líneas con las emisiones antedichas.
La soprano Jacquelyn Wagner, desarrolla una importante carrera en repertorios muy distintos -Weber, Haendel, Verdi, Puccini, Wagner, Mozart- y que podemos encuadrar en la tipología de lírico-ligera, viene de cantar Arabella y El cazador furtivo, en Dresde y Viena, respectivamente. En cuanto a las Canciones, las tres primeras: Frühling [Primavera], September [Septiembre] y Beim Schlafengehen [En la hora del sueño] están escritas sobre textos de Hermann Hesse (1877-1962), y la última, Im Abendrot [El crepúsculo], tiene textos de Joseph von Eichendorff (1788-1857). La interpretación debe dibujar el discurrir del alma humana, de los sentimientos más profundos de nuestro ser, desde el nacimiento de la vida hasta la muerte, en una visión postromántica de un enorme calado.
Obviamente, a nosotros nos gustan más las interpretaciones de voces de mayor densidad que la que nos ocupa, no estando de acuerdo en la argumentación de que -por los agudos que contienen- sean más adecuadas para voces más ligeras, ya que también hay que atender a la densidad de la orquestación de Strauss y todo tiene que resultar audible y balanceado en volúmenes.
La versión que firmó Jacquelyn Wagner destacó por su belleza canora y una gran flexibilidad en el salto interválico de las medias voces a las agudas y -sobre todo- por su admirable control del fiato, pero innegable fue que resultó tapada varias veces por la orquesta en la franja media y grave (este extremo, por ejemplo no se apreciará en las grabaciones de radio o televisión). En la segunda, más oscura, faltó ese tinte en la versión de Wagner. En la tercera hubo demasiada linealidad y una clara falta de sensualidad. Muy acertado y elegante estuvo en esta canción Miguel Borrego en su solo de violín. En todo caso, el trinomio González-ORTVE-Wagner funcionó con un entendimiento perfecto, que llevó a un notable éxito premiado por parte del público.
Ya en la segunda parte, en la batuta de Pablo González, la cantata Alexander Nevsky resultó de una sugerente e incontestable atracción dramática, con rica orfebrería de detalles, transparencia, tensión y capacidad para proporcionalidad sonora en el fortísimo, con una sección de percusión en estado de gracia, que llevó a nuestra mente a imaginar -muy mediatizada, eso sí, por la famosa película- la heroica victoria del pueblo ortodoxo ruso -al mando del príncipe de Nóvgorod (1220-1263)- frente a los caballeros católicos de la Orden Teutónica en el helado lago Peipus.
Este lago tiene un claro protagonismo en el chasquido de los hielos al paso de las tropas con caballos y pesadas armaduras, protagonizado por la cuerdas y el arco frotado. Los efectistas accelerandi que marca la partitura en la transición paso-trote-galope de los caballos fueron muy bien dibujados y contemporizados por todas las secciones de la orquesta, siguiendo fielmente la mano de González.
También hubo momentos, como a Pablo González parece le gustan, de sonidos deslocalizados -que tan bien quedan- haciendo mover y sonar de forma disjunta a distintos componentes de la sección de metales. Además, los tempi medios elegidos normalmente fueron muy ágiles, y eso predispuso al escuchante hacia una fluidez instrumental que a la obra le viene muy bien y que nosotros valoramos como un plus de dificultad en la ejecución.
La mezzosoprano, nacida en Minsk, Anna Lapkovskaja, es una cantante curtida ya en papeles como Rosina, Adagisa, Fenena o Dalila. En la escena del «Campo de los muertos», siempre impresiona ver salir a las cantantes caminando lentamente entre la orquesta ya sonando, para acometer esta difícil pieza donde la novia está buscando a su amado muerto en la batalla. En este caso, aun con esa misma impactante salida, asistimos a una versión más intimista, introvertida, con la enorme tristeza y desasosiego que corresponde, sin aplicar excesivo volumen, y a un tempo de adagio estricto que va tornando a un pochissimo piú animato.
Si bien nuestra mezzo cumplió con los pianos (p) y pianísimos (pp) escritos con una muy valorable expresividad y bello canto legato, a nuestro juicio no cumplió realmente con los importantes mezzo-forte (mf) escritos para la zona grave dado que, por sus limitaciones propias -no es una contralto-, le faltó ese plus dinámico en las notas que dan paso a las más graves.
En cuanto a las partes en las que intervino el coro como protagonista, destacamos todas sin excepción, con lucimiento conjunto de los aproximadamente 70 efectivos (34 hombres y 36 mujeres), dado que el Coro de RTVE contó con refuerzos. Todos ellos contribuyeron al éxito basado en el trabajo en equipo ya desde la entrada del coro en la denominada como Canto de Alexander Nevsky. Por cuerdas, deslumbraron por su timbre y proyección, los tenores y -de forma más apocada- las sopranos, ambas cuerdas con una muy buena dicción y proyección, comunicando expresividad dramática sobre los textos.
En esta ocasión, mezzos y bajos tuvieron una bastante buena prestación dentro del estilo «a la rusa», donde precisamente estas dos cuerdas -además del consabido empaste- exhibieron oscuras densidades y sonoridades suficientes. A veces basta con re-equilibrar el sonido de las otras cuerdas para que estas dos sobresalgan -ello se hizo esta vez-, si bien en esta obra serían necesarios al menos entre 80 y 100 componente para obtener los mejores resultados. Por cierto, muy bien conseguido el Do grave de bajos en «Peregrinus, Peregrinus».
En el último número, «La entrada de Alexander Nevsky en Pskov», el maestro González incrementó la descarga de la alta tensión que debe liberar la obra, y donde el coro dibujó muy adecuadamente la parte más popular recibiendo al héroe, con esos rítmicos acentos. En el final, se redobló el volumen orquestal más toda la percusión puesta en juego, sin alargar el fortísimo (fff) en calderón -hay versiones cuyo final está escrito con tres blancas y no con un calderón- del acorde coral final, obteniendo una emocionante intensidad que, sin duda, alcanzó de lleno al respetable.
El público premió a los intérpretes con largos vítores y aplausos, obligándoles a salir a saludar al menos en cuatro ocasiones, junto con un Pablo González que hizo levantar a todos los solistas de todas las secciones por el buen trabajo realizado.
Como nota al margen, mencionaremos el hecho de que aunque es verdad que los textos cantados aparecían en el programa de mano, se ha impuesto en todos los teatros y auditorios la proyección en pantallas de los mismos, por ser mucho más fáciles de seguir sin perderse nada del resto del escenario. Lo comentamos para quien proceda apuntarlo en su debe.
Foto: OCRTVE