Crítica de la ópera L’Incoronazione di Poppea de Monteverdi en el Palau de les Arts «Reina Sofía» de Valencia
Hirviente y fascinante
Por Alba María Yago Mora
Valencia, 14-V-23. Palau de les Arts «Reina Sofía» (Teatro Martín i Soler). L’Incoronazione di Poppea, de Claudio Monteverdi. Jacquelyn Stucker, Nicolò Balducci, Mariana Sofía, Alberto Miguélez Rouco, Alex Rosen, Joel Williams, Rosa Dávila, Pilar Garrido, Jorge Franco, Maximiliano Spósito, Carlos Reynoso. Dirección musical: Leonardo García Alarcón. Dirección de escena: Ted Huffman. Cappella Mediterranea.
Si hay una lección que L'incoronazione di Poppea de Monteverdi nos enseña es una: el triunfo del mal. La esposa de Nerone, Ottavia, es desterrada a favor de su amante Poppea. El filósofo Séneca debe suicidarse y la adúltera Poppea recibe una corona por sus esfuerzos «horizontales» con Nerone. Lo cierto es que esta ópera es encantadora, pero ¿por qué? ¿Por su inversión moral o a causa de ella?
Si algo está claro es que la complejidad y la sutileza en la representación de las emociones son dos de las características más representativas de este drama musical en tres actos. Aquí, la música de Monteverdi está llena de simbolismo y metáforas, lo que requiere una cuidadosa atención para apreciar la profundidad y complejidad de la obra. Los personajes principales, Nerone y Poppea, son retratados con gran sutileza y ambigüedad, lo que los hace mucho más interesantes y humanos. Su música es exquisita, con arias impresionantes.
Esta exitosa coproducción del Palau de les Arts Reina Sofía, el Festival d’Aix-en-Provence y la Opéra de Rennes no depende de voces operísticas, sino más bien de cantantes-actores que pueden colorear sus voces y hacer drama a partir de los melismas expresivos y la coloratura. Hubo algún que otro eslabón débil en el elenco, concretamente en los personajes secundarios. El mejor canto, con diferencia, provino de Jacquelyn Stucker, cuya interpretación de Poppea fue amplia, dramática y poderosa, y del Séneca de Alex Rosen, que destiló autoridad con interpretaciones tan soberbias como la de la escena de su muerte. Stucker, ricamente seductora, encarnó a la dura e intrigante Poppea, y el Nerone de Nicolò Balducci conservó ese «algo» del niño impetuoso y mimado que caracteriza al alter ego. Alberto Miguélez fue un adecuado Ottone, aunque sin ser especialmente memorable. La mezzosoprano Mariana Sofía se mostró majestuosa y trágica como Ottavia, esposa (primera) de Nerone. Joel Williams, en el papel de Arnalta, nos regaló una hermosísima canción de cuna a Poppea. En general, se pudo apreciar una cierta incomprensión de los fundamentos del estilo vocal de Monteverdi y sus medios expresivos. El problema puede que viniese de esa escritura flexible mitad arioso/mitad recitativo que es el medio principal a través del cual Monteverdi explora los cambiantes estados emocionales de sus personajes.
La Capella Mediterranea, liderada por Leonardo García Alarcón, y cuya interpretación proporcionó un gran impacto dramático, estuvo formada por un grupo central de instrumentos de cuerda solistas, apoyados con moderación por una variedad de instrumentos de continuo juiciosamente elegidos, cosa que parece correcta en términos históricos, además de ayudarle a recuperar el sonido más bien sobrio que, cada vez está más claro, era la norma en los teatros de ópera públicos venecianos del siglo XVII. García mostró una impresionante habilidad para guiar a los músicos en las delicadas entradas y recitativos de los cantantes. Dejó patente su excepcional conocimiento sobre el estilo de interpretación históricamente informada, logrando así recrear la esencia y el espíritu de la música de Monteverdi. Su atención al detalle, su enfoque en la articulación, el fraseo y la ornamentación dieron como resultado una interpretación llena de elegancia y estilo.
Sobre la puesta en escena, en esta nueva coproducción se representa con un enfoque minimalista y una atención cuidada a los detalles, lo que la hace muy efectiva. De igual forma, el vestuario (Astrid Klein) y la escenografía (original de Johannes Schütz y adaptación de Anna Wörl) son simples, otorgando a la música y a la actuación todo el protagonismo.
En definitiva, pudimos disfrutar de una obra maestra del género barroco que, si bien requiere de una cuidadosa atención por parte del espectador para apreciar la complejidad de la trama y la música, es una experiencia única y enriquecedora que no se puede perder cualquier amante de la ópera.
Fotos: Mikel Ponce