Crítica del concierto de Lucas Macías y Sabine Meyer con la Orquesta Ciudad de Granada y la Joven Academia de la Orquesta Ciudad de Granada
Sólida lectura de Richard Strauss
Por José Antonio Cantón
GRANADA.- Auditorio Manuel de Falla. 20-X-2023. Orquesta Ciudad de Granada (OCG) y Joven Academia de la Orquesta Ciudad de Granada. Solista: Sabine Meyer (clarinete). Director: Lucas Macías. Obras de Richard Strauss y Carl Maria von Weber.
Tres alicientes ofrecía el segundo concierto del ciclo «Espacio sinfónico» de la OCG de la presente temporada recién iniciada: la participación de una de las clarinetistas que han marcado época durante las últimas cuatro décadas como es la alemana Sabine Meyer -la primera mujer que en 1983 accedió a la plantilla de la Orquesta Filarmónica de Berlín con el aquiescente deseo del todopoderoso Herbert von Karajan-, interpretando el Primer concierto para clarinete y orquesta en Fa menor, Op. 73 de Carl Maria von Weber, una de las referencias de su particular catálogo concertante; el implemento orquestal de miembros de la Joven Academia de la OCG para completar la dimensión de plantilla que requieren el poema sinfónico Don Juan, Op. 20 y la suite El caballero de la rosa, Op. 59 de Richard Strauss, tercer motivo de expectación y, por último, la dirección del maestro Lucas Macías, conocedor como pocos del repertorio straussiano.
El concierto se inició con la obertura de la ópera El cazador furtivo de Weber, uno de los movimientos sinfónicos descriptivos más atractivos del primer romanticismo alemán en la que se intentaba desde el pódium una mejor conjunción de la sub-sección de trompas presentando el carácter cinegético de su contenido, para entrar progresivamente en un grado de normalidad discursiva en su desarrollo, ejecutado con densidad rítmica conforme avanzaba su lectura, siempre precisa y requirente de respuesta por parte del maestro Macías, actitud que se percibía en cómo tiraba del tempo hasta la luminosa tonalidad mayor del final en la que la orquesta terminó conjuntándose definitivamente, resultado que motivó el primer gran aplauso de la velada.
La autoridad de Sabine Meyer se hizo patente ya desde la imagen de su entrada en el escenario. Su conocimiento concertante de los secretos de la obra de Weber quedó de manifiesto ya en los primeros compases del Allegro inicial enriquecido con el tratamiento canoro de su instrumento, que ponía de manifiesto la imitativa vocalización colocando y manteniendo su sonido, carácter esencial del alentado soplo de esta extraordinaria clarinetista, que se convirtió en un verdadero deleite, sobresaliendo expresivamente sobre la sección de madera sin perturbar en ésta su destacada función contrastante ante el resto de la orquesta. Después de una pequeña indefinición articular en el inicio del Adagio central, adquirió el protagonismo referencial incidiendo en la alternativa expresiva entre el violín y la flauta para dejar una estela preciosa antes del asordinado coral de las trompas con el que se cierra el movimiento. Su capacidad de articulada limpieza y su precisión en los saltos interválicos afloraron en plenitud en el Rondo. Allegretto en la tonalidad mayor de Fa que clausura la obra, haciendo que la superlativa técnica de su toque estuviera siempre al servicio de la musicalidad que propone el compositor sin la menor concisión al lucimiento vano al que se presta este movimiento, en este sentido tan tentador para los solistas. La segunda respuesta del público alcanzó el grado de ovación, lo que llevó a Sabine Meyer a corresponder con un bis de exigida capacidad técnica como tiene el tercer movimiento del Quinteto para clarinete y cuerdas sn si bemol mayor, Op. 34, también compuesto por Weber, en el que se erigió en absorbente directora, ejerciendo tal función sobre sección de cuerdas presentada como extensión orquestal del cuarteto para el que está originalmente escrita la obra, una de las creaciones referenciales del catálogo de música de cámara de este compositor que tuvo el privilegio de dar forma definitiva, con permiso de Mozart y Beethoven, al drama lírico alemán del periodo romántico.
El concierto escaló a una brillantez determinante con la música de Richard Strauss. El maestro Macías, conocedor de la complejidad tímbrico-armónica de este autor, abordó los primeros compases del Don Juan con esa vitalidad hispana que debe caracterizar al personaje, uno de los arquetipos literarios de nuestra cultura occidental desde el siglo XVII. La formación orquestal parecía transformarse consciente de la trascendencia expresiva que exige este poema sinfónico, especialmente la sección de viento-madera, comandada por la rica musicalidad del oboísta Eduardo Martínez, verdadero centro focal de la OCG desde que se incorporara a ella en calidad de solista. Su perfecto entendimiento y la máxima compenetración con el director -no olvidemos la excelsa calidad de Macías con el mismo instrumento-, fue un inolvidable mutuo espectáculo haciendo música, alcanzándose así varios de los momentos más relevantes de esta actuación, que ponía en enorme valor el arte y la profesionalidad que irradiaba el pódium, llevando a la orquesta a una solidez expresiva difícil de lograr en una formación de solícitos y comprometidos estudiantes como son los integrantes de la Joven Academia de la Orquesta Ciudad de Granada, uno de los más destacados logros de la OCG respondiendo a la iniciativa de la Academia de Bellas Artes de Granada, y que recientemente ha recibido el Premio Andalucía Joven 2023 que otorga la Junta de Andalucía en la modalidad de Arte y Cultura.
En creciente interés estético, la actuación llegó a su punto de mayor enjundia en la suite El caballero de la rosa, toda una condensada evocación orquestal de la ópera del mismo nombre que daba también título a este programa. Los desajustes que aparecieron en la sección de trompas al principio de la obertura de Weber quedaron absolutamente diluidos en el inicio de esta suite, dejando una sensación de unívoca corporeidad que llamaba la atención por la hermosura de su compacto efecto sonoro. Después de la presentación del primer vals destacó el diálogo de la recién nombrada concertino principal de la OCG, la austriaca Birgit Kolar, con los instrumentos de madera, realizando ese afiligranado encaje camerístico que subía muchos enteros la calidad de la interpretación de esta obra donde Strauss logra el máximo de su sublime genialidad de orquestador, uno de los más grandes de la historia, al que fue fiel Lucas Macías con ese indiscutible mérito sólo emergente y posible en la lectura, análisis y transmisión que trasciende la fenomenología musical, aspectos y cualidades que caracterizan a los verdaderos intérpretes.
Foto: OCG