CODALARIO, la Revista de Música Clásica

Críticas

Crítica: «Romeo y Julieta» de Gounod en el Euskalduna de Bilbao

26 de octubre de 2023

Crítica de la ópera Romeo y Julieta de Gounod en el Paladio Euskalduna de Bilbao, dentro de la temporada de la Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera [ABAO], con Nadine Sierra y Javier Camarena en el reparto

«Romeo y Julieta» de Gounod en ABAO

Romeo Camarena y Julieta Sierra

Por José Amador Morales
Bilbao. 21-X-2023. Palacio Euskalduna. Charles Gounod: Romeo et Juliette. Javier Camarena (Romeo), Nadine Sierra (Juliette), Marko Mimica (Frère Laurent), Andrzej Filończyk (Mercutio), Fernando Latorre (Conde Capuleto), Anna Alàs Jové (Stephano), Alejandro del Cerro (Tybalt), Itxaro Mentxaka (Gertrude), José Manuel Díaz (Gregorio), Juan Laborería (Duque de Verona), Isaac Galán (Conde Paris), Gerardo López (Benvolio). Coro de Ópera de Bilbao. Euskadiko Orkestra. Lorenzo Passerini, dirección musical. Giorgia Guerra, dirección escénica. Nueva coproducción de la ABAO Bilbao Ópera y de la Ópera de Oviedo.

   Con la ópera Romeo et Juliette de Gounod se dan cita una serie de circunstancias que la convierten en un caso un tanto curioso en mundo de la ópera. Si, por una parte, se mantiene de manera más o menos estable en el repertorio habitual de los teatros, no es menos cierto que tampoco estamos ante uno de los títulos más representados. Para ello, sólo basta comprobar la programación habitual de las distintas temporadas líricas dentro y fuera de nuestro país.  Desde luego, no resiste la comparación en este sentido con Faust, sin duda el gran éxito del mismo compositor. Y aun así sorprende la relativa regularidad con la que frecuentemente es rescatada su Romeo et Juliette. La archiconocida historia de los amantes de Verona que escribiera Shakespeare tomó forma operística gracias al atinado trabajo de Jules Barbier y Michel Carré. No hay aquí el ímpetu dramático del Faust, cuyo libreto fue elaborado por los mismos escritores, y la caracterización de los personajes carece de un gran desarrollo a lo largo de la obra; sin embargo, Gounod compensa esta realidad cargando las tintas en lo puramente emocional y en lo afectivo, haciendo partícipe de la tragedia al espectador, a quien logra conmover hasta el extremo. 

Javier Camarena y Nadine Sierra en el «Romeo y Julieta» de la ABAO

   Y algo o mucho de ello comprobamos al finalizar la función que comentamos cuando, poco después de desvanecerse el último acorde orquestal, aparecieron entre las cortinas del telón Javier Camarena y Nadine Sierra, visiblemente emocionados y con los ojos empapados, para recibir los aplausos de un público igualmente afectado y entusiasmado como pocas veces en el Palacio Euskalduna. Así pues, el acierto era pleno en la elección de sendos cantantes a la hora de protagonizar este título, máxime si se quería realzar el estreno de la nueva producción escénica que luego comentaremos. Camarena fue un sólido Romeo, entregado desde su primera aparición e ideal en su recreación del adolescente enamorado. Vocalmente, a despecho de cierta dureza y falta de agilidad en su instrumento así como un sonido un punto más mate que en anteriores ocasiones (como por ejemplo en su Nadir en este mismo escenario hace cuatro años) el tenor mejicano se mostró muy cómodo, haciendo gala de su habitual musicalidad y buen gusto en un fraseo plagado de reguladores dinámicos. Javier Camarena ofreció un ascenso al agudo y sobreagudo fue, si no fácil, sí extraordinariamente seguro y resolutivo, como demostró en su gran aria «Ah lève toi soleil» – a la que dotó de un acertado ensimismamiento en lo expresivo – o en su retadora frase «Mais je veux la revoir!» con la que concluye el tercer acto (aquí repetida entre las invocaciones del coro, en un derroche de energía por parte del cantante ya que en ambas ocasiones su agudo fue sepultado de forma inmisericorde por la masa orquestal desplegada a placer por el director musical). A su lado Nadine Sierra no le fue a la zaga en una actuación que, aunque inicialmente fue algo tímida y titubeante pese a una brillantísima «Ah! Je veux vivre», fue a más hasta rematar una caracterización inolvidable en su gran escena del cuarto acto. La soprano americana cautiva de partida gracias a la calidez y el atractivo intrínseco de su voz, basada en una técnica aseada, un fraseo comunicativo de gran sensualidad y un fácil registro agudo y sobreagudo. Además Sierra, muy desenvuelta y resolutiva en lo escénico, mostró una gran complicidad con su compañero protagonista (aparecieron siempre juntos en los aplausos finales).

«Romeo y Julieta» de la ABAO

   El resto del reparto presentó una gran homogeneidad y solvencia, sin duda a la altura de las circunstancias. Fue el caso de unos muy convincentes Andrzej Filończyk, de hermoso timbre y delicado fraseo con el que compuso un vehemente y juvenil Mercutio, y Anna Alàs Jové, igualmente acertada en su recreación de Stephano y justamente ovacionada en su excelente chanson del tercer acto. Marko Mimica fue un Frère Laurent que destacó más por la rotundidad y proyección vocal así como belleza tímbrica que por la elegancia de su línea de canto. El Conde Capuleto de Fernando Latorre se reveló ideal y convenientemente paternal tanto en lo musical como en lo escénico. La dirección musical de Lorenzo Passerini resultó muy ágil en lo teatral pero a costa de una ausencia absoluta de refinamiento en la articulación ni en lo meramente tímbrico. Ya de partida la obertura fue demasiado ruidosa, con exagerada percusión y metales desmedidos, con los desajustes que ello conlleva, algo que se repitió en los finales corales. Unos tempi en general acelerados resaltaron los elementos dramáticos sobre los más superficiales, otorgando gran agilidad a las transiciones (a lo que sin duda contribuyó el hecho de insertar un único descanso entre los actos tercero y cuarto). En definitiva, una lectura la de Passerini tan solvente como irregular. Bajo su dirección, tanto el  Coro de Ópera de Bilbao como Euskadiko Orkestra ofrecieron una digna prestación

   La nueva producción diseñada por Giorgia Guerra para la ABAO y la Ópera de Oviedo se deja ver y es agradable en términos generales, insistiendo en la solución escénica – últimamente tan usual – consistente en proyecciones sobre tres grandes paneles que acotan es escenario con un bloque central móvil que se utiliza a conveniencia según el momento dramático (torre, dormitorio, capilla, celda…). La sucesión de imágenes resulta tan atractiva estéticamente (vidrieras góticas, planos arquitectónicos, espacio sideral…) y combina eficazmente con los numerosos momentos contemplativos de la obra, pese a que la selección resulte por momentos algo arbitraria y reiterativa. Sin apenas atrezzo y con una iluminación sin muchos matices, la propuesta escénica termina por acertar gracias al llamativo e interesante vestuario, en colores que resaltan la procedencia de cada casa, y a una lograda dirección de actores. 

Fotos: E. Moreno Esquibel

Javier Camarena y Nadine Sierra en el «Romeo y Julieta» de la ABAO
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