Crítica del Concierto de Navidad del Teatro de la Zarzuela, protagonizado por Ruth Iniesta, bajo la dirección musical de Lucas Macías
Surrealismos de Fin de Año
Por Óscar del Saz | @oskargs
Madrid, 30-XII-2023. Teatro de la Zarzuela. Concierto de Navidad. Comedia musical a ambas partes del Atlántico. Obras de John Newton (1725-1807), Adolphe Adam (1803-1856), George Gershwin (1898-1937), Francisco Alonso (1887-1948), Harold Arlen (1905-1986), Federico Moreno Torroba (1891-1982), Pablo Sorozábal (1897-1988), Vicente Quirós (1893-1969), José Padilla (1889-1960), Federico Chueca (1846-1908), Joaquín Valverde (1846-1910), Javier Carmena (1983), Leonard Bernstein (1918-1990), Mel Tormé (1925-1999), Andrew Lloyd Webber (1948), Gerónimo Giménez (1852-1923), Manuel Nieto (1844-1915), Amadeo Vives (1871-1932), Manuel Fernández Caballero (1835-1906). Ruth Iniesta (soprano), Ramón Grau (piano), Orquesta de la Comunidad de Madrid, Coro del Teatro de la Zarzuela. Antonio Fauró (director del Coro). Lucas Macías, director musical.
Los que hemos asistido a más de un Concierto de Navidad en el Teatro de la Zarzuela -que debería llamarse, a nuestro juicio, Concierto de Fin de Año, por las fechas en las que se realiza- es verdad que hemos llegado a la conclusión de que es muy difícil programar en este tipo de conciertos para que todos queden complacidos: a los que quieren divertirse durante todo el concierto escuchando cualquier cosa alegre, a los que quieren escuchar eso que entienden como «valores seguros», o escuchar «lo de siempre»…, a los que desean que se les sorprenda con repertorios poco ejercitados o directamente con singularidades o hallazgos interesantes, a los que ansían escuchar cosas totalmente nuevas…, a los puristas, a los renovadores, a los palmeros de ciertos cantantes y a los pelotas y amigotes de ciertos directores, a los invitados, a los políticos -si asistieran-, etc...
Estamos convencidos de que el Concierto de Navidad quizá sea la gala más importante del año para el Teatro de la Zarzuela, la más vistosa, la que más debe mostrar y demostrar las señas de identidad de un Teatro que se creó para proteger la Zarzuela, la que cede paso al descanso de representaciones durante la Navidad -recuerden, nos espera después La rosa del azafrán, primer título de 2024 de la herencia «en diferido» de Daniel Bianco-, aunque nos consta que ya está ejerciendo -preparando las siguientes- la flamante directora Isamay Benavente, a la que ya hemos deseado en persona toda la suerte del mundo.
Se convocó en esta ocasión a la estupenda soprano zaragozana Ruth Iniesta (1985) -que hace en estos días doblete interpretativo (2 de enero) en el Rigoletto del Real-, requerida habitualmente en el Teatro de la Zarzuela, y al resolutivo y eficiente director onubense Lucas Macías (1978). Como un protagonista más de pleno derecho se convocó al -como nos gusta decir- «el mejor coro en escena del mundo», aunque en esta ocasión fuera relegado en protagonismo en el espacio y en el tiempo: totalmente atrás en la caja del escenario, viendo disminuidas apreciablemente sus capacidades sonoras y de proyección, y en proporción, la mayoría del tiempo inactivo, sentados, -menudo desperdicio- en relación a la duración total del concierto.
En cuanto al contenido del concierto, hay mucho que comentar porque no nos cuadran bastantes aspectos del mismo ni alcanzamos a comprender quién pudo perpetrar tal surrealista programa. Como ya hemos comentado en alguna ocasión, nos alegra que los conciertos del Teatro de la Zarzuela estuvieran nutridos exclusivamente por piezas de zarzuela, sin interferencia de otros géneros -aunque sean próximos en estilismo, como la opereta o la revista-, porque entendemos que nuestro género lírico dispone de suficiente repertorio, temáticas, ambientaciones, colores, sabores (incluso existen zarzuelas no españolas)…, para poder redondear -con las debidas dosis de creatividad- una velada basada sólo en ella misma.
Lamentablemente, en ningún caso fue así en esta ocasión, porque no se pulió -ni de lejos- la deseada afinidad de ciertos repertorios, totalmente ajenos a lo que es La Zarzuela, en contraposición a los números que sí se dedicaron a nuestro género. Podemos poner varios ejemplos de ello, nada más comenzar, con un popurrí, conjuntamente con algunas armonizaciones del Coro, en torno al «Amazing grace!» (John Newton), «O holy night!» (Adolph Adam), «Lady be good!» (G. Gershwin), «Luna de miel en El Cairo» (F. Alonso), «Summertime» (Porgy and Bess) (G. Gershwin) y la balada «Somewhere over the rainbow» de El mago de Oz (H. Arlen). No lo entendimos, no tiene sentido…
Aunque no hubo descanso, en lo que se supuso como segunda parte, en la misma línea anterior, se interpretaron las siguientes canciones de forma sucesiva: «I’m a little bit in love» (L. Bernstein), «Chestnuts roasting on an open fire» (M. Tormé) (piano y voz, únicamente, interpretada conjuntamente con el pianista Ramón Grau), «Someone to watch over me, Oh, Kay!» (G. Gershwin), «Wishing you were somehow here again», de El fantasma de la ópera (A. L. Webber), «I got rhythm», con acompañamiento del Coro, finalizando con la obertura de la ópera Candide (L. Bernstein). Seguimos sin encontrar el sentido…
Como lo cortés no quita lo valiente, y para ser justos, valoramos en general el acierto interpretativo de Ruth Iniesta, de la Orquesta de la Comunidad de Madrid y la dirección de Lucas Macías ante este estupendo repertorio arriba mencionado, que entendemos estuvo fuera de lugar en un concierto como el que nos ocupa, incluso atendiendo al hecho de que pocas obras tuvieron un carácter navideño claro.
Fíjense, que en clara contradicción con lo que finalmente se ha diseñado, hasta el mismo Teatro de la Zarzuela ha publicado en su muro de Facebook algunos títulos de Zarzuela que tienen que ver con la Navidad: El pavo de Navidad, con el subtítulo de Asado de circunstancias trufado en verso (1866), de Ricardo puente y Brañas (libreto) y música de F. A. Barbieri, El chico del cafetín (1911), con libreto de Torres del Álamo y Asenjo y música de Rafael Calleja; La Noche de Reyes (1906), con textos de Carlos Arniches y música de José Serrano, o El año pasado por agua (1888), zarzuela de ambiente navideño, con letra de Ricardo de la Vega y música de los maestros Chueca y Valverde. ¿Verdad que hubiera estado bien ejercitar estos títulos, aunque hubiera sido en pinceladas?
Entendemos que incluso el título del concierto, «Comedia musical a ambas partes del Atlántico», no ayuda en ningún caso a la hora de internacionalizar nuestro género lírico -si es que ésa fue la intención- porque ciertamente hay repertorio que sí es zarzuela, allende nuestras fronteras, que podría componer -con un poco de ingenio y ganas- una suerte de deseable concierto de «Músicas de ida y vuelta», «Antología de la Zarzuela hispanoamericana», «Zarzuela universal», etc., basado en un mix de cantantes, directores, españoles y extranjeros que pintaran esa visión de internacionalización.
En un grado de mucho mayor acompasamiento con nuestro repertorio lírico, nos encontramos con las partes dedicadas al cuplé -o «Bloque de Madrid», como comentó Ruth Iniesta- de la mano de Francisco Alonso y Vicente Quirós en las piezas «Sus pícaros ojos» y «La violetera», de José Padilla, que fueron interpretado con todos los demás componentes del escenario a oscuras -«en negro», en el argot, orquesta y coro- y utilizando el cañón de luz para alumbrar, con carácter intimista al pianista, Ramón Grau, y a nuestra protagonista. Damos, relativamente, por buenos estos dos momentos aunque es verdad que analizado fríamente, se estuvieron desaprovechando en esos minutos las intervenciones de toda una orquesta y todo un coro. No nos pareció proporcional.
Respecto del Coro de la Zarzuela, nuestra valoración es que fue escasamente utilizado, mucho menos de lo que nos hubiera gustado, algo que nos parece inaudito. Su primera gran intervención fue la gran escena del himno de Orsonia (país imaginario donde se desarrolla parte de la acción) «Para ofrecer a nuestra soberana», de Black, el payaso, de Sorozábal, con lucimiento de los solistas del Coro Milagros Poblador (soprano) y Juan Sousa (bajo), seguida del arabesco de lucimiento orquestal -a modo de zambra- con vívido final que no tuvo demasiada pegada en las manos de Macías, ya que toda la pieza se interpretó a un tempo mucho más lento del adecuado.
La segunda y tercera espléndidas intervenciones del Coro fueron las piezas «A lo lejos, al fin», de El orgullo de quererte, del joven compositor y cantante Javier Carmena, que constituye un canto a Madrid en una de las fiestas más internacionales -La del orgullo gay-; a continuación, y de Gerónimo Giménez se interpretó con ese gracejo propio y único del Coro del Teatro de la Zarzuela «¡Ea! ¡Ea! ¡Vayan peniya afuera!», de La tempranica.
Dejamos para el final lo que más nos interesó -en función de lo comentado- de lo que cantó Ruth Iniesta, que son las fenomenales versiones de exigentes romanzas de zarzuela que restallaron y lucieron muy adecuadamente llevándose los grandes aplausos de la velada, empezando por la más sencilla pero muy entrañable «Ni siquiera lo puedo pensar», de la zarzuela Rosa la pantalonera, del maestro Alonso. Seguidamente, el maravilloso Vals de la bujía: «De las luces, soy la que tiene más chic», de la zarzuela Luces y sombras, interpretado con denuedo en la intención del rol sobre la pretendida «maldad» de la bruja.
En el grupo de las de la segunda parte, el culmen llegó con una pirotécnica versión de la polonesa «Me llaman la primorosa», de El barbero de Sevilla, de Giménez y Nieto, con todos los agudos, trinos, picados en su sitio correcto y brillantísimo remate final. Finalmente, y volvemos a lo comentado por lo errático del programa, se decidió acabar adecuadamente con el gracioso y muy bien reflejado vals «Es este burdeos», de Château Margaux, de Fernández Caballero, en vez de con la maravillosa y jocosa pieza de Bernstein «Glitter and be gay», de la ópera Candide, que queda -a nuestro entender- fuera de lugar en un concierto que debiera haber sido de sólo zarzuela pero que -volviendo a lo que es de recibo comentar-, resultó en la voz de Ruth Iniesta una de las versiones más ajustadas de las que hemos escuchado. Tanto la artista como el maestro Macías se entendieron a las mil maravillas e, incluso, observamos una Orquesta de la Comunidad de Madrid más chispeante que de costumbre.
Dicho todo, y comentado lo que arriba se ha podido explicar, el concierto obtuvo un amplio consenso de éxito entre el público que llenaba completamente el Teatro de la Zarzuela, enardeciendo en muchos momentos al respetable, sobre todo con las intervenciones de nuestra soprano. Como propina se ofreció el villancico estadounidense «Jingle Bells» del músico James Pierpont (1822-1893), cantado en español por el Coro de la Zarzuela.
Como final, diremos que todos los conciertos, y las obras incluidas en ellos deben tener una razón de ser. En este caso, la razón más poderosa de este Concierto de Navidad debiera ser el de apoyar a La Zarzuela, sobre todo al ser este Teatro el centro neurálgico -así lo quisieron sus creadores- donde más debe ser apoyada. Abrir puertas y ventanas para renovar el género, como se nos dijo no tiene nada que ver con asimilar La Zarzuela a otros géneros como el musical americano ni debe, por tanto, compartir programas como el que nos ha ocupado si sólo se consideran músicas del Atlántico Norte y no se mira más hacia el sur de ese océano, donde hay todo un universo por explorar.
La era Daniel Bianco ha finalizado. El Patrimonio Inmaterial de la Humanidad de la Unesco para la Zarzuela está a la vuelta de la esquina. Ese galardón, deseablemente, pondrá fin a tantos experimentos que hemos tenido que soportar durante estos últimos años. Ocupémonos todos de que el público joven conozca La Zarzuela en su verdadera esencia.
Dicho con el adecuado respeto, no admitamos que nos cambien las voces líricas por las del musical norteamericano ni que se modifiquen libretos empeorando los originales, ni que cambien sistemáticamente localizaciones, épocas, etc., o se dé la oportunidad de crear nuevas zarzuelas a sujetos que son incapaces de crearlas, aunque sean muy famosos y salgan por televisión. Demos paso en la nueva era a una internacionalización basada en La Zarzuela no exclusivamente española, o a todo lo que sea coherente con este repertorio tan rico como es el teatro lírico hispano-americano y filipino.
Que el 2024 traiga a nuestros amables lectores todo lo que anhelan, deseando todo tipo de parabienes enriquecidos con la música que escuchen habitualmente, disfrutada y analizada con criterio. Muchas gracias.
Fotos: Javier del Real / Teatro de la Zarzuela