Crítica de Raúl Chamorro Mena del concierto de Giovanni Antonini y Julia Hagen con la Orquesta Nacional de España
Siglo XVIII de muchos quilates
Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 9-II-2024, Auditorio Nacional. Ciclo Orquesta y coro Nacionales de España. Suite de Don Juan, Wq. 52 (Christoph Willibald Gluck). Concierto para violonchelo y orquesta, G. 482 (Luigi Boccherini). Julia Hagen, violonchelo. Sinfonía núm. 41 «Júpiter», K. 551 (Wolfgang Amadeus Mozart). Orquesta Nacional de España. Director: Giovanni Antonini.
El programa número 11 del ciclo sinfónico de la Orquesta Nacional de España estaba dedicado a música del siglo XVIII y nadie mejor para defenderlo, que el maestro italiano Giovanni Antonini, que volvió a demostrar su categoría de gran músico en esta nueva comparecencia en Madrid, después del espléndido Orlando Paladino de Haydn ofrecido en el Teatro Real. La Orquesta Nacional, en un gran momento, desde luego, en principio es una agrupación más afín al gran sinfonismo alemán romántico y postromántico, que a los pentagramas del settecento, pero bajo la égida de Antonini, demostró una gran implicación, flexibilidad y propiedad y estilística para completar un magnífico concierto.
Antonini, fundador de la agrupación barroca Il Giardino Armónico, asume las opiniones que expresaba el inolvidable Alberto Zedda. Lo importante es tocar en estilo y no la obsesión por los instrumentos estrictamente historicistas como propugnan los más sectarios e inflexibles defensores de este movimiento. Eso sí, usó trompas históricas. También trompetas en la 41 de Mozart.
Don Juan ou le festin de Pierre (1761) de Christoph Willibald Gluck pertenece al género baile de acción, que combina música y danza con fines dramáticos. Con esta pieza, el músico alemán opera en el mundo del ballet una «revolución» parecida e la que llevó a cabo en la ópera seria. La suite contiene 15 números y constituyó una demostración de refinamiento, diáfanas texturas orquestales y elegancia por parte de Antonini y la Orquesta Nacional a notable nivel. A destacar la intervención del oboe de Robert Silla, el impulso rítmico de la chacona española, con uso de las castañuelas, y el nervio de la danza de las furias.
No es fácil escuchar música de Boccherini en las salas de concierto, a pesar de ser un músico de gran importancia en su época. Virtuoso del violonchelo, se interpretó el concierto para dicho instrumento que compuso en 1772. La joven chelista austríaca Julia Hagen mostró un sonido muy justo en cuanto a volumen y riqueza tímbrica, si bien suficiente para esta pieza de estilo galante, al que la intérprete austríaca hizo justicia con una ejecución sensible y musical. Faltaron brillo y colores al sonido y, asimismo, al fraseo de la Hagen, compuesto y fino, pero falto de contrastes y personalidad. Colaborador, primoroso el acompañamiento de Antonini. Como propina, Hagen interpretó la Sarabande de la Suite núm. 1 de Johann Sebastian Bach.
Una auténtica obra maestra, sin duda, es la última sinfonía que compuso el genio Wolfgang Amadeus Mozart. La número 41, llamada Júpiter, que deja ya atrás poco a poco el más genuino estilo galante y contiene una vibración y aliento dramáticos, ya cuasi prerrománticos. Con tempi ligeros, pero que no comprometieron el equilibrio global, e impecable estilo, Antonini y la Orquesta Nacional ofrecieron una interpretación magnífica. Contrastes dinámicos, hermosos detalles, sonido radiante, transparente y refinado, engalanaron un festín mozartiano oficiado por Giovanni Antonini al frente de una orquesta Nacional que respondió a estupendo nivel.
Fotos: OCNE