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JOAN MATABOSCH, director artístico del Liceo: 'PARA MANTENERSE EN LO ALTO, EL LICEO NECESITA ESTABILIDAD'

4 de abril de 2013
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Joan Matabosch, director artístico del Teatro del Liceo de Barcelona habla para CODALARIO de la situación actual del teatro catalán y de su labor al frente de una entidad que, al igual que otras salas españolas, está acusando el actual contexto de crisis económica. 

Hace un par de semanas manteníamos una entrevista con Gerard Mortier, el director artístico del Teatro Real, y nos detallaba su proyecto artístico al frente del Real. En el caso del Liceo, ¿qué proyecto artístico desarrolla usted al frente de esta institución?

El proyecto del Liceo lleva desarrollándose ya desde algunos años, pero es evidente que en las últimas temporadas se ha visto afectado y recortado por la coyuntura económica que atravesamos. Pero aún así, básicamente, el proyecto es el mismo que nos planteamos ya en la reinauguración del teatro. El Liceo es un teatro con una gran tradición, con mucha historia, casi 160 años, pero también con vacíos y flaquezas que tenían mucho que ver, de hecho, con la propia historia de España durante el siglo XX, en un aislamiento cultural  generalizado. Eso suponía que las novedades apenas llegaba, lo hacían con cuentagotas, o incluso filtradas por algo que tuvo un papel importante en la historia del Liceo en aquellas décadas, las compañías del este de Europa, de Bulgaria, de la antigua Yugoslavia. Y en esas circunstancias, a la reapertura del teatro, era por ejemplo evidente que una gran parte del repertorio del siglo XX era completamente desconocido para el público. Había también una distancia general con el repertorio barroco y del XVIII, como sucedió de hecho en casi todos los teatros a nivel internacional. Tampoco había llegado al Liceo la revolución y renovación en los planteamientos escénicos habida desde mediados del siglo XX en Europa, si bien puntualmente, en los años ochenta, hubo alguna experiencia interesante. En todo caso, nunca el Liceo se había propuesto ser un centro de producción, sino a lo sumo un centro de exposición, sin más. Todo esto estaba por hacer cuando llego la reapertura del teatro. Y el proyecto artístico consistió en dar un empujón a todo esto, pero sin perder la idiosincrasia del teatro.

 

¿Cuál es esa idiosincrasia?
El Liceo es un lugar que siempre había estado en conexión con el mercado internacional de grandes voces, donde se dio siempre un gran culto a la vocalidad, una gran fascinación por el fenómeno vocal, y nada de malo había en ello, al contrario, está muy bien que se aprecien las grandes voces, que se valore el buen canto, que haya una conexión entre el público y los grandes intérpretes. Por tanto de lo que se trataba, y en aquel momento no era fácil, era de conjugar esa tradición con una progresiva puesta al día del teatro en varios frentes, como el escénico. Y como le digo no era algo fácil en aquel momento. Recuerdo perfectamente haber tenido que convencer a alguien como Wernicke para que aceptase trabajar con según que cantantes, porque se encontraba muy cómodo con, por ejemplo, el ensemble de Basilea, pero no tenía tan claro que se pudiera entender con algunas grandes voces y sus divismos. Y esa fue una labor de comunicación y convencimiento que tuvimos que hacer, lo mismo con Wernicke que con Konwitschny y otros, para que entendieran que en el Liceo estábamos perfectamente preparados para que vinieran a hacer lo que ya hacían en Europa, pero con la condición de trabajar con cantantes del nivel del Liceo. Lo que no podíamos hacer era traer propuestas de vanguardia escénica, fascinante, con cantantes de cuarta regional, porque entonces hubiéramos fracasado estrepitosamente, y yo mismo hubiera sido el primero en criticar algo así. No tiene sentido apostar por lo escénico renunciando a las voces, y viceversa. De ahí que a día de hoy el Liceo sea un teatro de primer nivel en ambas facetas. Ahora todo es más sencillo, dentro de lo que cabe, porque la mirada del espectador ha evolucionado y también las nuevas generaciones de cantantes tienen una mentalidad de trabajo más abierta, menos preventiva.

¿Ha concedido, pues, igual relevancia a las voces que a la escena en sus programaciones?
Resumiría el proyecto, pues, como un intento de abrir el Liceo desde el punto de vista artístico, con planteamientos puntualmente más radicales, pero conservando su idiosincrasia, de tal modo que ese cambió fuese algo evolutivo, natural, nada revolucionario e integrador. Por eso hubo en su día un programa muy estudiado para que las novedades en el repertorio se presentasen de forma muy escalonada. Con Britten, por ejemplo, llevamos a cabo todo un proyecto didáctico, podríamos decir, introduciéndolo poco a poco hasta que fuese un compositor familiar. No hicimos pues alarde de un cambio revolucionario aunque de hecho ha sido así y con el gran éxito además de integrar a todo el público. La contribución del Liceo durante estos años ha sido el enriquecimiento del gusto colectivo. Es evidente que aquí y allá se dan víctimas colaterales de un proceso así, pero los números no engañan, y la tendencia en los abonos y la venta de entradas es elocuente. En la temporada 93/94 el Liceo tenía unos seis mil abonados y ahora aproximadamente el triple. Es evidente que algo se ha hecho bien porque de esos miles muchos son los aficionados y abonados de siempre, el público tradicional del teatro.

Este que nos cuenta, ¿es ya un proyecto acabado o todavía está por culminar?
Empieza a haber resultados pero sigue siendo un proyecto sobre la mesa, con tareas pendientes. No es un proyecto culminado y menos ahora, en la coyuntura actual, con factores económicos que han lastrado la viabilidad de algunos de los proyectos más significativos que iban a hacerse. De estos, algunos se han sacado adelante aunque en condiciones más reducidas, con menos funciones, por ejemplo, y otros se han pospuestos en el tiempo y se harán más adelante. Claro que habido sacrificios, y no me han gustado, pero eran forzosos para mantener todo lo demás. A día de hoy, para seguir con los planes previstos, el teatro requiere una estructura más estable, y no hablo sólo de más dinero, eso sería banal.

A qué se refiere con esta estructura más estable, y no sólo a nivel de financiación?
Bueno, me refiero a estabilidad general. Tener claro cuál es el presupuesto, cómo se compone, y sobre ello tener claro hacia dónde vamos. Estabilidad de cuentas y con ello estabilidad de modelo, sin incertidumbres. Siempre hay un margen de maniobra, pero en el fondo los grandes teatros de ópera son trasatlánticos con unos enormes gastos fijos, ligados a coro y orquesta propios, personal técnico y administrativo. Otra cosa son algunos teatros y temporadas que funcionan con un régimen más parecido al de un festival, con la mayor parte de los gastos externalizados. En esos casos, es más viable el ajuste coyuntural y la incidencia que pueda tener sobre su sostenibilidad es otra. Si un festival recorta su programa en una semana, por ejemplo, eso supone un ahorro. Para un teatro como el Liceo, cerrar un mes no es una solución. Por eso digo que hace falta una estabilidad de gestión y de modelo que el Liceo no ha tenido en los últimos tiempos, y no me cabe la menor duda de que las aguas volverán a su cauce más pronto que tarde. En todo caso, creo que el Liceo está sorteando la travesía de estos años difíciles con una dignidad total.

¿Y qué va a pasar con los proyectos previstos que no han salido adelante?
Los proyectos pospuestos se van a hacer. Antes o después, pero se harán. Soy muy tozudo y perseverante y lo que teníamos sobre la mesa, se volverá a programar. Y las asignaturas pendientes que tiene esta casa, que cada vez son menos, se resolverán. Ya no pasamos la vergüenza de decir que no hemos estrenado Peter Grimes o títulos semejantes. En esos términos, estamos ya a la altura de los teatros europeos con los que nos merecemos codearnos.

 

¿Cuales son esas asignaturas pendientes?
No se conoce, por ejemplo, gran parte de la obra de Prokofiev. Y como ésa, hay varias cuentas pendientes con el repertorio. Por otro lado, nuestro presupuesto es muy insuficiente para ser un centro de producción, pero aún así, hemos llegado a estrenar cinco producción propias en alguna temporada, en coproducción siempre con otros teatros. Ese es el camino, pero requiere de más recursos.

¿Su mandato al frente del Liceo tiene una fecha de caducidad?
No, no la tiene. Mi permanencia está sometida a la continuidad del proyecto.

¿No tiene pues un contrato por un plazo determinado de años? ¿Es la suya una renovación anual o cuál es el modelo?
No, yo estaba ya en el equipo del Liceo cuando se reinaguró el teatro y desde entonces continuo mi vinculación con un contrato que depende de la confianza entre la dirección general y la dirección artística, sin una fecha sobre la mesa.

La comprometida situación de las cuentas del teatro durante estos últimos años, ¿diría que es resultado de la incidencia de la coyuntura general de crisis económica o acaso se han hecho mal las cosas en la gestión interna del Liceo?
Yo no voy a entrar ahora en autocrítica sobre la gestión interna del Liceo. Lo que está muy claro es el que el modelo del teatro antes de la crisis era ciertamente viable. Era un modelo en el que el cincuenta por ciento de los ingresos venían por la vía de subvenciones y el otro cincuenta por ingresos propios, entre taquillaje y mecenazgo, además de ingresos atípicos, por alquiler de espacios, etc. Era un modelo que funcionaba, como le digo. Y fue la bajada en picado de las subvenciones lo que provocó de golpe la necesidad de hacer ajustes. Una bajada en picado que afectó a la sociedad y a la cultura en general; sólo faltaría que no hubiera afectado también a la ópera, por supuesto. Pero el modelo funcionaba y no por casualidad.

¿A qué razones atribuye su buen funcionamiento hasta entonces?
Fue un modelo tomado a imagen y semejanza del que se había implantado ya a nivel europeo, pero con un componente mas creativo, con una cifra baja, ese cincuenta por ciento, de subvenciones, frente a lo que es normal en un teatro centroeuropeo o en Francia, donde la aportación pública es muy alta. El nuestro era un modelo con más vitalidad, salvó si nos comparamos con el Reino Unido, dentro de Europa, donde existe una tradición muy diferente. Es el modelo hacia donde vamos ahora. Las subvenciones no pasan del tercio del presupuesto. Otro tercio lo cubre el mecenazgo y el resto depende del taquillaje y los ingresos atípicos. Caminamos en esa ruta, pero para llegar ahí hacen falta cambios importantes, de mentalidad y de legislación. Falta crear el marco legal y con él el hábito del mecenazgo. Y eso no es fácil, porque exige también una cierta renovación en la directiva de instituciones como el Liceo. En cualquier caso, querría insistir en que el modelo del Liceo antes de la crisis funcionaba era sostenible. Lo digo porque no es el mismo caso que el de muchos teatros italianos, que ya se encontraban en profunda crisis antes de que llegase la actual coyuntura económica, a la que han terminando por responsabilizar de una mala gestión anterior. Ese no es el caso del Liceo.

¿No se ha hecho nada mal, entonces, durante estos años en esta casa?
No digo que durante estos últimos años todas las decisiones hayan sido de mi agrado, pero lo que ahora tenemos por delante es un proceso de reconversión, que tendrá momentos más o menos traumáticos, pero creo que estamos en el buen camino. Todo pasa por ajustar los gastos fijos a la nueva coyuntura y por pasar a gasto variable todo lo que no nos podamos permitir.

Le preguntaba por la situación económica del teatro y por si era tan sólo responsabilidad de la coyuntura externa, porque muchos espectadores entienden que se ha gastado mal el dinero en la gestión interna del Liceo durante estos últimos años, sobre todo en relación con sus cargos directivos. Para deshacer este tipo de malentendidos y rumores, ¿sería usted partidario de una política de transparencia con las cuentas de teatros e instituciones públicas como el Liceo, hasta el punto de hacer publica su remuneración como director artístico?
Desconozco estos rumores. Yo no tengo inconveniente alguno en que los números de un teatro público sean públicos. Y además son cuentas auditadas, así que no cabe la sospecha. En todo caso, este no es el tema. Pueden circular todos los chismes que se quieran, pero le aseguro que la viabilidad de un teatro como el Liceo no depende de los salarios de su dirección artística o su dirección general.

¿Sería por tanto partidario de decirnos cual es su salario?
Por supuesto, no tendría inconveniente alguno. De hecho, no sabría decirle ahora mismo lo que cobro, después del ajuste del diez por ciento que hicimos en lo salarios. El departamento de recursos humanos les puede decir lo que cobro sin ningún problema. Le aseguro que es una cifra absolutamente discreta.

¿Una cifra que oscila entre qué cantidades?
No lo recuerdo ahora, como le digo, pero se lo comunicaría sin problema. Le confieso que desconozco esta polémica y le puedo asegurar que los problemas de este teatro no pan por nuestros salarios en la dirección del mismo. El problema de fondo es estructural. Hay que ajustar unos gastos fijos a una nueva coyuntura. Y ese es un problema de gestión general, no artística, así que no se sí soy yo el más indicado para hablar de ello. Pero en todo caso, se pueden llevar a cabo por diversas vías. Una posibilidad es una reforma del marco laboral. Ahí hay realmente un margen de maniobra importante. Dicho marco laboral ha sido, históricamente, muy rígido. Y eso en épocas de bonanza era sostenible sin mayores traumas, pero no es viable a día de hoy. Un marco laboral tan rígido implica unos costes muy altos y que no son a beneficio de un mejor espectáculo.

¿Y se está ya en el camino para transformar ese marco laboral?
Sí, se está en ello pero llevará tiempo. La solución fácil y rápida que toman las empresas en estas circunstancias es la de despedir gente. Pero esa no es la vía que quiere seguir el Liceo. Por principios y porque de optar por algo así estaríamos tocando hueso, por decirlo de algún modo. El Liceo ha reducido ya en los últimos cuatro años su personal fijo en casi cien personas, entre administrativos, técnicos, coro y orquesta. Y claro que es un proceso traumático, y ya no es más la vía a seguir en la renovación de nuestra estructura y nuestro marco laboral. No se trata de trabajar más por menos, sino de trabajar dentro de un marco flexible, que permita ajustar los costes fijos. Seguro que en la negociación de los trabajadores con el departamento de recursos humanos, ellos mismos ponen sobre la mesa propuestas que permitan llegar a acuerdos y soluciones.

¿Cómo definiría su relación con el Sr. Marco en la dirección del teatro, él como director general y usted como director artístico?
Bueno, al frente del teatro hay tres directivas: la dirección general del Sr. Marco, la dirección artística que llevo yo y la dirección musical a cargo de Josep Pons. Y también un jefe de recursos humanos que es crucial en la actual coyuntura de trabajo. Y por supuesto, personal de marketing, comunicación, gerencia, administración, etc. Lo que le quiero decir es que la dirección y funcionamiento de un teatro como el Liceo no depende d dos personas. Hay todo un equipo, y muy competente, con el que puedo decir que trabajo en gran solidaridad.

El Sr. Pons llegaba hace unos meses al frente de la dirección musical del Liceo. ¿Llega con el propósito de situar a la orquesta a la altura de la liga de teatros en la que debería jugar el Liceo?
Exacto, ese es su objetivo, esa es su misión. El sr. Pons se ha propuesto dar un espaldarazo importante a la consolidación de la orquesta y coro titulares como columna vertebral de la institución. El coro hizo ya un cambio importante hace ya unos cuantos años. Era una institución envejecida y se produjeron de golpe muchas jubilaciones anticipadas con la consiguiente renovación en sus filas, de en torno al cincuenta por ciento de su personal. Y las nuevas contrataciones se hicieron con criterios de selección exigentes y unas pruebas muy estrictas. Con lo que respecta a la orquesta las cosas han sido más complicadas y por eso ahora el Sr. Pons llega con el propósito de que la orquesta sea competitiva y esté a la altura del teatro. Para eso se van a establecer vínculos con directores con los que conviene que la orquesta trabaje, se van a programar ciclos sinfónicos para ampliar su repertorio y para que el propio Josep Pons se pueda poner al frente de la orquesta de una forma sistemática, compaginando labor sinfónica con labor operística. Hay toda una estrategia al respecto y no me cabe la menor duda de que dará sus frutos. De hecho, en los pocos meses que Pons lleva en el Liceo yo diría que ya se notan mejorías.

El Sr. Pons debería ser un director más o menos regular en el foso del Liceo y sin embargo le hemos visto, por ejemplo, este año, al frente de muy pocas producciones.
Eso es cierto, pero tiene que ver, como le decía, con la temporada que hemos podido sacar adelante. Yo la defiendo con todo el entusiasmo y creo que por méritos propios, pero no es lo que estaba pensado. En un principio se iban a hacer otros títulos en los que Pons tenía más protagonismo. Esta Butterfly que tenemos ahora, por ejemplo, no era lo previsto. El Sr. Pons no tiene culpa alguna de estos cambios. Y de hecho la temporada que viene, ya con las cosas más claras, va a estar más presente en el foso. Este año va a estar al frente del Rheingold y también con conciertos, prácticamente cada mes, en el Palau.

Esta situación, de posposición forzada de algunos proyectos previstos, se da también con el inicio de la temporada 13/14, que se inaugura con unos conciertos verdianos que son, de algún modo, un mal menor, una solución para dar salida a la invisibilidad de dos producciones previstas, La battaglia di Legnano y Rigoletto, ¿no es así?
Sí, pero lo que no voy a hacer es valorar la temporada en base a lo que se ha tenido que cancelar. Esa es una manera de provocar una depresión generalizada y además injustificada. La temporada que viene se aguanta perfectamente como una propuesta por todo lo alto, excepcional, y con muchas novedades en el Liceo, amén de todo un desfile de grandes voces y directores de escena de primer nivel. Y en el caso de los conciertos dedicados a Verdi, pues sí, no era lo previsto, para qué nos vamos a engañar, pero van a ser más que una mera gala de ópera al uso.

¿A qué se refiere con esto? ¿Nos puede dar más detalles?
Habrá escenas y arias, y los cuatro conciertos suponen un recorrido por toda la obra de Verdi, desde Oberto hasta Falstaff. Habrá fragmentos de todas los títulos de la obra verdiana, pero sin seguir un orden cronológico, de tal modo que en cada concierto haya una representación de cada una de las etapas de su producción. La mitad de cada concierto contendrá fragmentos más bien conocidos y populares, y la otra mitad nos servirá para recorrer obras menos frecuentes o fragmentos en versiones alternativas, partes que se cortan, etc. No es lo que estaba previsto, pero en ocasiones el proyecto alternativo a lo que se debe cancelar, y estos conciertos Verdi serían un ejemplo, tiene tanto o incluso más interés que el planteamiento original.

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