Joan Matabosch, director artístico del Teatro del Liceo de Barcelona habla para CODALARIO de la situación actual del teatro catalán y de su labor al frente de una entidad que, al igual que otras salas españolas, está acusando el actual contexto de crisis económica.
Hace un par de semanas manteníamos una entrevista con Gerard Mortier, el director artístico del Teatro Real, y nos detallaba su proyecto artístico al frente del Real. En el caso del Liceo, ¿qué proyecto artístico desarrolla usted al frente de esta institución?
¿Ha concedido, pues, igual relevancia a las voces que a la escena en sus programaciones?
Resumiría el proyecto, pues, como un intento de abrir el Liceo desde el punto de vista artístico, con planteamientos puntualmente más radicales, pero conservando su idiosincrasia, de tal modo que ese cambió fuese algo evolutivo, natural, nada revolucionario e integrador. Por eso hubo en su día un programa muy estudiado para que las novedades en el repertorio se presentasen de forma muy escalonada. Con Britten, por ejemplo, llevamos a cabo todo un proyecto didáctico, podríamos decir, introduciéndolo poco a poco hasta que fuese un compositor familiar. No hicimos pues alarde de un cambio revolucionario aunque de hecho ha sido así y con el gran éxito además de integrar a todo el público. La contribución del Liceo durante estos años ha sido el enriquecimiento del gusto colectivo. Es evidente que aquí y allá se dan víctimas colaterales de un proceso así, pero los números no engañan, y la tendencia en los abonos y la venta de entradas es elocuente. En la temporada 93/94 el Liceo tenía unos seis mil abonados y ahora aproximadamente el triple. Es evidente que algo se ha hecho bien porque de esos miles muchos son los aficionados y abonados de siempre, el público tradicional del teatro.
A qué se refiere con esta estructura más estable, y no sólo a nivel de financiación?
Bueno, me refiero a estabilidad general. Tener claro cuál es el presupuesto, cómo se compone, y sobre ello tener claro hacia dónde vamos. Estabilidad de cuentas y con ello estabilidad de modelo, sin incertidumbres. Siempre hay un margen de maniobra, pero en el fondo los grandes teatros de ópera son trasatlánticos con unos enormes gastos fijos, ligados a coro y orquesta propios, personal técnico y administrativo. Otra cosa son algunos teatros y temporadas que funcionan con un régimen más parecido al de un festival, con la mayor parte de los gastos externalizados. En esos casos, es más viable el ajuste coyuntural y la incidencia que pueda tener sobre su sostenibilidad es otra. Si un festival recorta su programa en una semana, por ejemplo, eso supone un ahorro. Para un teatro como el Liceo, cerrar un mes no es una solución. Por eso digo que hace falta una estabilidad de gestión y de modelo que el Liceo no ha tenido en los últimos tiempos, y no me cabe la menor duda de que las aguas volverán a su cauce más pronto que tarde. En todo caso, creo que el Liceo está sorteando la travesía de estos años difíciles con una dignidad total.
¿Y qué va a pasar con los proyectos previstos que no han salido adelante?
Los proyectos pospuestos se van a hacer. Antes o después, pero se harán. Soy muy tozudo y perseverante y lo que teníamos sobre la mesa, se volverá a programar. Y las asignaturas pendientes que tiene esta casa, que cada vez son menos, se resolverán. Ya no pasamos la vergüenza de decir que no hemos estrenado Peter Grimes o títulos semejantes. En esos términos, estamos ya a la altura de los teatros europeos con los que nos merecemos codearnos.
¿Su mandato al frente del Liceo tiene una fecha de caducidad?
No, no la tiene. Mi permanencia está sometida a la continuidad del proyecto.
¿No tiene pues un contrato por un plazo determinado de años? ¿Es la suya una renovación anual o cuál es el modelo?
No, yo estaba ya en el equipo del Liceo cuando se reinaguró el teatro y desde entonces continuo mi vinculación con un contrato que depende de la confianza entre la dirección general y la dirección artística, sin una fecha sobre la mesa.
La comprometida situación de las cuentas del teatro durante estos últimos años, ¿diría que es resultado de la incidencia de la coyuntura general de crisis económica o acaso se han hecho mal las cosas en la gestión interna del Liceo?
Yo no voy a entrar ahora en autocrítica sobre la gestión interna del Liceo. Lo que está muy claro es el que el modelo del teatro antes de la crisis era ciertamente viable. Era un modelo en el que el cincuenta por ciento de los ingresos venían por la vía de subvenciones y el otro cincuenta por ingresos propios, entre taquillaje y mecenazgo, además de ingresos atípicos, por alquiler de espacios, etc. Era un modelo que funcionaba, como le digo. Y fue la bajada en picado de las subvenciones lo que provocó de golpe la necesidad de hacer ajustes. Una bajada en picado que afectó a la sociedad y a la cultura en general; sólo faltaría que no hubiera afectado también a la ópera, por supuesto. Pero el modelo funcionaba y no por casualidad.
¿No se ha hecho nada mal, entonces, durante estos años en esta casa?
No digo que durante estos últimos años todas las decisiones hayan sido de mi agrado, pero lo que ahora tenemos por delante es un proceso de reconversión, que tendrá momentos más o menos traumáticos, pero creo que estamos en el buen camino. Todo pasa por ajustar los gastos fijos a la nueva coyuntura y por pasar a gasto variable todo lo que no nos podamos permitir.
¿Sería por tanto partidario de decirnos cual es su salario?
Por supuesto, no tendría inconveniente alguno. De hecho, no sabría decirle ahora mismo lo que cobro, después del ajuste del diez por ciento que hicimos en lo salarios. El departamento de recursos humanos les puede decir lo que cobro sin ningún problema. Le aseguro que es una cifra absolutamente discreta.
¿Una cifra que oscila entre qué cantidades?
No lo recuerdo ahora, como le digo, pero se lo comunicaría sin problema. Le confieso que desconozco esta polémica y le puedo asegurar que los problemas de este teatro no pan por nuestros salarios en la dirección del mismo. El problema de fondo es estructural. Hay que ajustar unos gastos fijos a una nueva coyuntura. Y ese es un problema de gestión general, no artística, así que no se sí soy yo el más indicado para hablar de ello. Pero en todo caso, se pueden llevar a cabo por diversas vías. Una posibilidad es una reforma del marco laboral. Ahí hay realmente un margen de maniobra importante. Dicho marco laboral ha sido, históricamente, muy rígido. Y eso en épocas de bonanza era sostenible sin mayores traumas, pero no es viable a día de hoy. Un marco laboral tan rígido implica unos costes muy altos y que no son a beneficio de un mejor espectáculo.
¿Cómo definiría su relación con el Sr. Marco en la dirección del teatro, él como director general y usted como director artístico?
Bueno, al frente del teatro hay tres directivas: la dirección general del Sr. Marco, la dirección artística que llevo yo y la dirección musical a cargo de Josep Pons. Y también un jefe de recursos humanos que es crucial en la actual coyuntura de trabajo. Y por supuesto, personal de marketing, comunicación, gerencia, administración, etc. Lo que le quiero decir es que la dirección y funcionamiento de un teatro como el Liceo no depende d dos personas. Hay todo un equipo, y muy competente, con el que puedo decir que trabajo en gran solidaridad.
El Sr. Pons llegaba hace unos meses al frente de la dirección musical del Liceo. ¿Llega con el propósito de situar a la orquesta a la altura de la liga de teatros en la que debería jugar el Liceo?
Exacto, ese es su objetivo, esa es su misión. El sr. Pons se ha propuesto dar un espaldarazo importante a la consolidación de la orquesta y coro titulares como columna vertebral de la institución. El coro hizo ya un cambio importante hace ya unos cuantos años. Era una institución envejecida y se produjeron de golpe muchas jubilaciones anticipadas con la consiguiente renovación en sus filas, de en torno al cincuenta por ciento de su personal. Y las nuevas contrataciones se hicieron con criterios de selección exigentes y unas pruebas muy estrictas. Con lo que respecta a la orquesta las cosas han sido más complicadas y por eso ahora el Sr. Pons llega con el propósito de que la orquesta sea competitiva y esté a la altura del teatro. Para eso se van a establecer vínculos con directores con los que conviene que la orquesta trabaje, se van a programar ciclos sinfónicos para ampliar su repertorio y para que el propio Josep Pons se pueda poner al frente de la orquesta de una forma sistemática, compaginando labor sinfónica con labor operística. Hay toda una estrategia al respecto y no me cabe la menor duda de que dará sus frutos. De hecho, en los pocos meses que Pons lleva en el Liceo yo diría que ya se notan mejorías.
Esta situación, de posposición forzada de algunos proyectos previstos, se da también con el inicio de la temporada 13/14, que se inaugura con unos conciertos verdianos que son, de algún modo, un mal menor, una solución para dar salida a la invisibilidad de dos producciones previstas, La battaglia di Legnano y Rigoletto, ¿no es así?
Sí, pero lo que no voy a hacer es valorar la temporada en base a lo que se ha tenido que cancelar. Esa es una manera de provocar una depresión generalizada y además injustificada. La temporada que viene se aguanta perfectamente como una propuesta por todo lo alto, excepcional, y con muchas novedades en el Liceo, amén de todo un desfile de grandes voces y directores de escena de primer nivel. Y en el caso de los conciertos dedicados a Verdi, pues sí, no era lo previsto, para qué nos vamos a engañar, pero van a ser más que una mera gala de ópera al uso.
¿A qué se refiere con esto? ¿Nos puede dar más detalles?
Habrá escenas y arias, y los cuatro conciertos suponen un recorrido por toda la obra de Verdi, desde Oberto hasta Falstaff. Habrá fragmentos de todas los títulos de la obra verdiana, pero sin seguir un orden cronológico, de tal modo que en cada concierto haya una representación de cada una de las etapas de su producción. La mitad de cada concierto contendrá fragmentos más bien conocidos y populares, y la otra mitad nos servirá para recorrer obras menos frecuentes o fragmentos en versiones alternativas, partes que se cortan, etc. No es lo que estaba previsto, pero en ocasiones el proyecto alternativo a lo que se debe cancelar, y estos conciertos Verdi serían un ejemplo, tiene tanto o incluso más interés que el planteamiento original.
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