Crítica de Nuria Blanco Álvarez de La Gran Vía y Adiós a la Bohemia en el Festival de Teatro Lírico Español de Oviedo
De La Gran Vía al café de Adiós a la bohemia
Por Nuria Blanco Álvarez | @miladomusical
Oviedo, 24-II-2024. Teatro Campoamor. La Gran Vía (Federico Chueca y Joaquín Valverde). Milagros Martín (Doña Virtudes/El Elíseo/La Gomosa), Borja Quiza (Caballero de Gracia), Vanessa Goikoetxea (La Menegilda), Carlos Mesa (Paseante en corte), Antonio Torres (Un policía), Néstor Galván (Rata 1º/Sietemesino), Gabriel Alonso (Rata 2º), David Lagares (Rata 3º), Alberto Frías (El Comadrón), Sandro Cordero (La Fuente), Maxi Rodríguez (Un Paleto). Adiós a la Bohemia (Pablo Sorozábal). Vanessa Goikoetxea (Trini), Borja Quiza (Ramón), David Llagares (Vagabundo), Alberto Frías (El señor que lee El Heraldo), Gabriel Alonso (Mozo), Carlos Mesa (El señor de la Capa), Antonio Torres (Un Chulo), Ebert Pérez (Un admirador de Tiziano). Coro Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo. Maestro de Coro: José Manuel San Emeterio. Oviedo Filarmonía. Dirección musical: Víctor Pablo Pérez. Dirección de escena: Ignacio García.
Comienza en la capital asturiana una de las citas culturales más destacadas de la temporada, el Festival de Teatro Lírico Español, que en esta su XXXI edición pone en escena una nueva producción del Teatro Campoamor-Fundación Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Oviedo en un doble programa con La Gran Vía y Adiós a la Bohemia, dos obras breves, distanciadas en sus respectivos estrenos por casi medio siglo (1886 la primera y 1933 la segunda), que el director de escena Ignacio García desea unir con una visión amplia del Madrid de finales del siglo XIX, su paisaje urbano, diverso paisanaje y variadas costumbres, para después entrar en uno de sus cafés y mostrar el Madrid más intimista, con dos de sus habitantes poniéndose al día de sus vidas tras unos años sin verse. Una idea personal interesante pero que no creemos trascienda al público, como tampoco lo consideramos necesario. De hecho, en el Teatro por horas, nunca se buscó la unidad entre las obras propuestas, ni relación alguna entre ellas, simplemente se trataba de una estrategia comercial para poder representar en un día cuatro obras breves en lugar de una larga, aumentando así los ingresos de taquilla pues el abaratamiento de las entradas y la variedad de espectáculos en cartel promovía que el público asistiera con regularidad y a más de una función al día.
La intención de construir una Gran Vía en Madrid surge en la década de los 60 del siglo XIX para descongestionar esa zona de la capital española, que se encontraba por entonces en plena expansión. Los primeros proyectos se vieron frustrados por diferentes motivos y en 1886, con la llegada al poder de Sagasta, se retoma la propuesta. Es por eso que justamente en ese año, Felipe Pérez, empresario del teatro provisional de verano que llevaba su nombre (Teatro Felipe) y que se colocaba durante la época estival en una esquina del Retiro, junto a la Cibeles, escribe el libreto de la zarzuela La Gran Vía para dar cuenta, entre humor y críticas, del largo parto de dicha calle, que no acababa de llegar (sobre el estreno y la anécdota de los tres Ratas escribimos este artículo en CODALARIO). De hecho, a pesar de este nuevo intento, el comienzo de las obras no tiene lugar hasta el 4 de abril de 1910, cuando el Rey Alfonso XIII da el primer piquetazo en la fachada del edificio conocido como la «Casa del Cura» inaugurando así solemnemente los trabajos.
El Rey Alfonso XIII dando el piquetazo inaugural de las obras de la Gran Vía el 4 de abril de 1910
Alfonso XIII
Hubieron de derribarse 311 casas particulares, se suprimieron 14 calles y modificaron 34 calles laterales, pero también se construyeron a lo largo de la nueva Vía varios edificios, algunos de seis y hasta de nueve pisos de altura. Es la época en la que se erige el Edifico Metrópolis (1907-1910), originalmente para la compañía de seguros La Unión y el Fénix, que en los años 70 cambia de propietario y la escultura del Ave Fénix que coronaba su cúpula se sustituye por la de la Victoria Alada, que se mantiene en la actualidad, trasladándose la anterior a la actual sede de la Mutua Madrileña, donde ahora adorna sus jardines.
Edificio de seguros La Unión y el Fénix (actual Edificio Metrópolis), con el Ave Fénix sobre su cúpula, tras la apertura de la Gran Vía
Justamente la recreación de la fachada neorrenacentista de columnas corintias de este edificio es el punto central de la propuesta de Ignacio García, que aún lo muestra inacabado, con la cúpula de pizarra por construir, por lo que el instruido escenógrafo traslada la acción más de 20 años después del estreno real de la zarzuela, viéndose además los andamios en los nuevos edificios en construcción de la nueva Vía. La única pega es que el espacio libre que queda para los artistas es reducido, habida cuenta que en una Revista, son muy numerosos los personajes que deben deambular constantemente por el proscenio.
Foto de Alfonso Suárez (La Gran Vía)
Y es que, en realidad, la zarzuela La Gran Vía, adscrita al Género chico, es una Revista de Actualidades -donde se pasa revista a los últimos acontecimientos sucedidos-, de hecho, el propio libretista la califica como «Revista madrileña cómico-lírica, fantástico callejera». Una de las particularidades de este tipo de obras es la ingente cantidad de personajes que participan en la misma, muchos de ellos de carácter alegórico, y es aquí donde esta producción hace un amplio recorte eliminando de un plumazo todas las conversaciones entre las distintas calles del centro de Madrid, incluida la de la graciosísima calle de Sevilla, así como el texto referente a la fiesta nacional. Sí se aprovecha la ocasión para introducir alguna alusión a temas de actualidad mencionando a Errejón, Almeida, Ayuso -con su fruta- e incluso la amnistía, tuiter -deberían haber hablado de X para estar de verdad a la última-, algún programa de televisión y, como no, el orgullo y su bandera arcoíris, sin embargo, a pesar de que estas novedades eran habituales en las revistas de entonces para ponerlas al día, ahora resultan descontextualizadas por estar metidas a calzador en el devenir tradicional de la obra. También puede resultar confusa la aparición de una patinadora actual a lo largo de toda la obra que, si bien es una alusión a la moda de entonces por el skating ring y que así se pone de manifiesto con la aparición en uno de los números musicales de la Gomosa y el Sietemesino que van a patinar y regresan malheridos, lo cierto es que su vestimenta brillante y moderna hace difícil ver su relación con todo esto, desubicando al neófito en la materia.
Lo que sí ha resultado muy gratificante en esta producción es la inclusión de dos números musicales que, sin aparecer en la versión primigenia, se sumaron posteriormente a la partitura para mantener ese toque de actualidad propio de estas revistas: el Vals de la seguridad y el Pasodoble de los sargentos, añadidos por Chueca y Valverde en su versión de 1887 y recogidos en la edición crítica de la partitura de los Catedráticos de la Universidad de Oviedo Mª Encina Cortizo y Ramón Sobrino. Se completa así una suerte de suite de danzas urbanas -tan común en el Género chico- con el vals, tango, jota, mazurka, chotis, polka y pasodoble. No se incluyeron, sin embargo, el coro de las Dependientas del Bazar, ni el Vals del juego que los profesores sí recogen en la primera edición de su trabajo de 1997 -bien es cierto que utilizan melodías ya escuchadas en la obra, la Mazurka de los marineritos y el Vals de la seguridad, respectivamente, y solo modifican su letra, pero eso también ocurre con el Tango de Doña Virtudes y el de La Menegilda que siempre se mantienen- utilizándose entonces la segunda edición revisada de 2008 en la que ya no aparecen esos números.
Foto de Alfonso Suárez (La Gran Vía)
La versión musical a cargo de Víctor Pablo Pérez con la Oviedo Filarmonía resultó seria y bien ponderada. Algo molesto resultó la inclusión de un organillo durante parte de los parlatos que dificultaban su escucha y nada aportaba. No fue afortunado el lento tempo utilizado para la segunda parte del Tango de La Menegilda en el que la voz de Vanessa Goikoetxea resultó pesada y poco adecuada a las características vocales de ese personaje, que adoleció de naturalidad. Milagros Martín por su parte estuvo fantástica especialmente en el papel de Doña Virtudes, con el que consiguió una extraordinaria comunión con el público que comía en sus manos gracias a su buen hacer y al salero que la caracteriza, amén de sus tablas en el mundo de la zarzuela en el que es toda una institución. Borja Quiza continúa en estado de gracia mostrando un Caballero de ídem pleno en lo dramático y lo vocal, con un bello instrumento que domina y sabe potenciar, es un placer escucharle. Muy adecuado el policía Antonio Torres en su interpretación del Vals de la seguridad y a los tres Ratas -Néstor Galván, Gabriel Alonso y David Lagares-, aunque adecuados en lo vocal, les faltó compenetración y gracia. Bien el resto del reparto. El Coro Capilla Polifónica estuvo entregado en lo dramático, si bien se echó en falta una mejor dicción en el coro inicial de las calles y en el acompañamiento del Chotis del Elíseo, claro que la velocidad de la ejecución no ayudaba en el primer caso.
Foto de Alfonso Suárez (Adiós a la bohemia)
En cuanto a Adiós a la bohemia, con música de Pablo Sorozábal y libreto de Pío Baroja, es una obra que nada en absoluto tiene que ver con la bulliciosa La Gran Vía. Estamos ante una ópera chica que bien podría adscribirse al movimiento verista donde la oscuridad y la frustración llenan el café madrileño en el que se encuentran el pintor fracasado Ramón -que va a dejar el oficio para regresar a su pueblo a trabajar el campo-, y su antigua modelo, Trini, convertida ahora en prostituta, para ponerse al día tras años sin verse dando cuenta de lo triste de su existencia. Esta sordidez dramática contrasta con el delicado lenguaje musical de Sorozábal, elegante, sofisticado, más europeo que castizo, en el que combina los recitativos y los ariosos, incluso breves frases habladas, con sendas romanzas. Las interpretaciones de los protagonistas estuvieron en sintonía con la exquisitez de la partitura. Vanessa Goikoetxea, como Trini, pudo lucir en toda su extensión sus valiosas dotes canoras dejando momentos muy bellos como la romanza ¿Recuerdas aquella tarde?, al igual que Borja Quiza en el papel de Ramón, que estuvo espléndido en El poeta pobre, bohemio y truhán. Ambos artistas fueron muy ovacionados. David Llagares dio vida al vagabundo que presentaba y despedía la acción y estuvo también magnífico. El resto del reparto actuó a buen nivel. La parte masculina del Coro Capilla Polifónica mostró algunas carencias en el registro agudo del Coro de bohemios mientras que las féminas, desplegadas en el patio de butacas, dejaron un bello momento al interpretar Noche, triste y enlutada como mi negro destino, pasaje musical de gran delicadeza, muy cuidado por el maestro Víctor Pablo Pérez, que ofreció una esmerada versión musical de la obra junto a la Oviedo Filarmonía.
Foto de Alfonso Suárez (Adiós a la bohemia)