CODALARIO, la Revista de Música Clásica

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Crítica: «El secreto», de Bedřich Smetana, en la Ópera de Ostrava

18 de marzo de 2024

Tarde excelente, todo un regalo para los sentidos, que ha supuesto la cima hasta el momento de este ciclo que, cada día que pasa, nos convence de lo ideal que es para todo aquel amante de repertorios poco trillados o que quiera descubrir o familiarizarse con la obra del padre de la música checa

Bedřich Smetana, Ópera de Ostrava, Martin Gurbaľ, Martin Bárta, Anna Nitrová, Soňa Godarská, Orquesta y coro del Teatro Nacional Moravia Silesia, Jakub Klecker, Tomáš Studený

Un regalo para los sentidos

Por Pedro J. Lapeña Rey

Ostrava, 08-III-2024, Národní divadlo Moravskoslezské (Teatro Antonín Dvořák). El secreto, de Bedřich Smetana/Eliška Krásnohorská. Martin Gurbaľ [Malina], Martin Bárta [Kalina], Anna Nitrová [Panna Róza], Soňa Godarská [Blaženka], Richard Samek [Vit], Josef Škarka [Bonifác], Martin Javorský [Skřivánek], Jakub Tolaš [un maestro de obras], Ivana Ambrúsová [la posadera], Aleš Burda [campanero], Roman Vlkovič [el espíritu de Fray Barnabáš], Jiří Dvořák [el gaitero]. Orquesta y coro del Teatro Nacional Moravia Silesia. Director Musical: Jakub Klecker. Dirección de escena: Tomáš Studený.

   El gran éxito de crítica y público que supuso el estreno de El beso a finales de 1876, empujó a Bedřich Smetana y a su libretista Eliška Krásnohorská a ponerse manos a la obra en la búsqueda de un nuevo proyecto, y en poco más de un año ambos estaban trabajando en ella. Smetana seguía convencido de buscar una comedia ambientada en el campo y con relaciones amorosas intensas, al menos, de la intensidad que podemos esperar en un ambiente tan conservador como el de la Chequia de la segunda mitad del s. XIX.

   Pero la situación no era tan fácil. Al terminar El beso había compuesto su primer cuarteto de cuerda, De mi vida, una suerte de autobiografía amarga marcada por los últimos acontecimientos difíciles como la sordera y –como consecuencia– la pérdida de su principal medio de vida, la dirección del Teatro Provisional de Praga. Aunque acordó con el teatro el pago de una pensión anual vitalicia de 1.200 florines a cambio de los derechos de representación de sus óperas, Smetana y su familia tuvieron que abandonar Praga y refugiarse en Jabkenice, una pequeña localidad de Bohemia central donde vivía su hija mayor. Para alguien que ha sido todo en la capital, tener que separase de sus amigos y colegas le lleva al borde de la depresión. Además, todo se complica en 1877. Debido a problemas administrativos en el teatro, Smetana aún no había recibido los 1.200 florines con lo que los temores por su futuro y el de su familia no dejaban de incrementarse.

   En estas condiciones, la conjugación del binomio «ópera cómica-situación personal al borde de la depresión» se antojaba muy complicada. Por su parte, Eliška Krásnohorská, buscó una historia de mayor enjundia que la de El beso, también de ambiente popular pero con elementos de cuentos de hadas, magia, un castillo medieval y las supersticiones habituales en entornos rurales. El nombre de la ópera, El secreto, tuvo algo de operación de marketing –todo el mundo quería saber cuál era el secreto de un Smetana que se había ido a vivir al campo–, y además lo envolvió en algo que nunca falla en teatro: la historia de amor entre miembros de sagas enfrentadas. Como si estuviéramos ante unos nuevos montescos y capuletos, pero en un ambiente checo cercano a la audiencia, la Sra. Krásnohorská sitúa la trama en Bezděz, un pueblo bajo las ruinas de un castillo en las montañas de los Sudetes occidentales, y visible desde la casa de campo de Smetana en Jabkenice. Allí viven las familias de Kalina y Malina, enfrentadas desde hace años porque Malina se quiso casar con Panna Róza, la hermana de Kalina, pero fue rechazado por la familia de ésta por su origen modesto. En vez de luchar por ella, no insistió y se casó con una chica pobre, mientras Panna Róza se quedó soltera. Con los años, Malina prospera hasta el punto de construirse una casa imponente en el centro del pueblo, pero su mujer muere poco antes de que esté terminada. Como podríamos intuir, Vit, el hijo de Malina, y Blaženka, la hija de Kalina también están enamorados aunque lo llevan en secreto por razones obvias. En cualquier caso, la clave de la obra está en que «donde hubo fuego, quedan rescoldos», y el amor entre Panna Róza y Malina nunca se extinguió. Además, parece que Fray Barnabáš, un sacerdote ya fallecido y que interviene en la obra desde su tumba, había dejado a Malina una carta donde le contaba un secreto, el que debería reunirlos de nuevo. A partir de ahí, la existencia de ese secreto corre de unos a otros por todo el pueblo, aunque todos juran y perjuran que no lo contarán a nadie. Tras tres actos, varios personajes de distinto pelaje, envidias, pasiones, orgullos, amores confesables, otros menos, e incluso contactos con la ultratumba, tenemos final feliz y las dos parejas acaban unidas. Sin embargo y a pesar de ser una comedia, la obra destila amargura por todas partes. El dinero que Malina debe todavía a los que han construido su casa son… 1.200 florines, precisamente la cantidad que Smetana aún no había recibido por sus derechos de autor.

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   Musicalmente, la obra tiene una fuerza indudable, una instrumentación opulenta, y combina la alegría y el color local –con polcas y dumkas–, con páginas que destilan misterio –todo lo que tiene que ver con el castillo y el fantasma de Fray Barnabáš– y otras mucho más dramáticas, de estructura polifónica, donde Malina saca pecho con lo que ha conseguido en la vida, y ambas mujeres, tanto Panna Róza como Blaženka, nos transmiten todo el sufrimiento que les ha deparado sus respectivas relaciones. De nuevo los coros van llevando la acción de una obra que personalmente considero la de mayor calidad global de todo el corpus del compositor.

   Afortunadamente, el ciclo sigue a un nivel admirable y hoy hemos tocado el cielo con las manos. Y el principal responsable estuvo en el foso. Jakub Klecker nos regaló una dirección asombrosa. Brillante, vibrante, plena de tensión aunque quizás algo rápida de más, Klecker no descuidó el sonido, muy cuidado y colorido. Integró perfectamente tanto a los cantantes como al coro, que un día más demostró solvencia y conocimiento perfecto de la obra. Por su parte, Tomáš Studený, el director de escena no se complicó e hizo de la simplicidad virtud. La caracterización de los personajes fue estupenda y todo funcionó como un reloj sobre los decorados de David Janošek, que nos presentó los tres escenarios de la obra –una taberna, una ermita en lo alto de la colina del castillo y la cocina en casa de los Malina– perfectamente identificables con los que te puedes encontrar en cualquier pueblo de las montañas. Algo que podemos extender al vestuario elegante creado por Eva Jiřikovská.

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   Una vez más la calidad del elenco se basó en cantantes de la casa con muchas tablas a sus espaldas. Cantantes de escuela, con los papeles en regla y experiencia ganada día a día asumiendo todo tipo de roles, que si bien –salvo alguna excepción– pueden no ser primeras figuras, garantizan honestidad y representaciones idiomáticas. Toda una garantía para conseguir resultados evidentes. En una obra con tantos personajes –más de 10– todo funcionó de manera coral. Los bajos Martin Gurbaľ y Martin Bárta, respectivos jefes de ambas familias, aportaron sonoridad y autoridad en la defensa de los suyos. En particular, el Sr. Bárta con material muy interesante, voz rotunda y colorida, y buen registro grave, fue capaz de dotar al personaje de Kalina de todo tipo de registros: coraje –por como ha salido adelante y en defensa de los suyos–, cierta amargura –origen humilde que le impidió casarse con su amada– y determinación –no le importa aliarse con el «más allá» para volver a ganarse a su amor de juventud–. Por su parte, Anna Nitrová fue una excelente Pana Róza, mujer fuerte y de carácter que desprende amargura y rencor hacia Kalina por no haber luchado por ella en su día, y que cuando todo el pueblo rechaza el amor entre el hijo de éste y su sobrina, se pone sin dudarlo de su parte, enfrentándose a todo el mundo siempre en defensa de la pureza y la fuerza del amor. Magnífica la soprano eslovaca Soňa Godarská como la joven Blaženka, en un papel que no le da tanto juego como el de Karolina dos días antes en Las dos viudas, pero que de nuevo nos ganó con su carisma, su brillo vocal y su interpretación en escena. No solo por la personificación del amor juvenil, sino por como junto a su novio Vit, cantado de manera mas que correcta, con voz no muy grande pero atractiva y agudos seguros, por Richard Samek, quieren superar de una vez por todas el enfrentamiento entre ambas familias. Por su parte, Josef Škarka fue un atractivo e intrigante Bonifác, pretendiente de Pana Rozá a quien ésta rechaza. Martin Javorský y Jakub Tolaš cumplieron con nota en los pequeños papeles del cantautor de canciones y del maestro de obras que dirige la construcción de la casa de Kalina.

   En definitiva, tarde excelente, todo un regalo para los sentidos, que ha supuesto la cima hasta el momento de este ciclo que cada día que pasa, nos convence de lo ideal que es para todo aquel amante de repertorios poco trillados o que quiera descubrir o familiarizarse con la obra del padre de la música checa.

Fotografías: Martin Popelář/Ópera de Ostrava.

Ópera de Ostrava Crítica Bedřich Smetana Tomáš Studený Jakub Klecker Orquesta y coro del Teatro Nacional Moravia Silesia