CODALARIO, la Revista de Música Clásica

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CRÍTICA: ELINA GARANCA TRIUNFA COMO CHARLOTTE EN EL 'WERTHER' DE LA ÓPERA DE VIENA. Por Alejandro Martínez

22 de abril de 2013
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CHARLOTTE, DE MASSENET
Werther (Massenet). Wiener Staatsoper. 20/04/2013

       Un cartel de primera, como en los viejos tiempos, presidido por dos nombres de incuestionable reconocimiento, Roberto Alagna y Elina Garanca, preludiaba el éxito en la primera de las representaciones de Werther que ha previsto la Staatsoper de Viena durante el mes de abril. Ciertamente, ambos han respondido a las expectativas, aunque el triunfo más evidente ha correspondido a la Charlotte de Garanca, frente al Werther algo mermado de Alagna.
      Garanca posee los medios ideales para este repertorio. La seducción del timbre es absoluta e inmediata. De una textura densa y aterciopelada, el instrumento es asimismo dúctil y la oscuridad de algunas notas nunca es impostada sino más bien un regalo bien administrado a la hora de colorear las frases. El instrumento ha ganado solidez en los graves y el agudo sigue siendo amplísimo, timbrado y bello. La emisión es siempre natural, sin esfuerzo muscular alguno y ofrece un sonido siempre homogéneo y perfectamente sostenido sul fiato. Y amén de una emisión limpia y de un instrumento fresco, Garanca ofrece también unas dotes actorales a menudo poco valoradas, tildado su canto como frío y distante. Nada de eso encontramos en su Charlotte, aquí llevada además por un esforzado trabajo de dirección actoral a cargo de A. Serban. La crispación, incluso la violencia, con la que reacciona su Charlotte en el tercer acto, fueron impactantes y dignas de elogio. Y toda esa expresividad la consigue Garanca sin descuidar un instante la ortodoxia absoluta en la emisión y recurriendo a un fraseo pleno de modulaciones y rico en colores e inflexiones. Cualquier cosa menos un canto distante o plano. Por ultimo, nada no sabido ya diremos acerca de la arrebatadora figura de la mezzo letona, que sirve estupendamente al retrato de una Charlotte que ejerce de involuntaria seductora, primero, y de obediente esposa después, y que en ningún instante deja entrever a una joven pusilánime sino que retrata más bien a la protagonista auténtica de la obra, el eje sobre el que realmente gira el conflicto, que no es tal en el caso de Werther. Vocalmente, Garanca ofreció una recreación impecable del 'Va! laisse couler mes larmes' así como una sobresaliente recreación del aria de las cartas.

 

      Roberto Alagna llegaba a este Werther tras su logrado Pinkerton del Liceo, del que ya hablamos en estas páginas. Lo que en el teatro catalán fue la sensación de algún puntual esfuerzo en un par de escenas, aquí fue ya una sensación general de desgaste que lastró en medida más apreciable la labor protagonista de Alagna al cargo del rol de Werther. El primer acto comenzó con su voz ciertamente destemplada, calante, y con un fraseo esforzado. Ofreció así una lectura bastante genérica del 'O nature, pleine de grâce'. Las cosas mejoraron conforme la voz calentaba y el intérprete se entonaba. No faltaron las frases llenas de poesía, donde la tragedia del héroe romántico respiraba de nuevo. Fue el caso del 'J'aurais sur ma poitrine' y del 'Lorsque l'enfant revient d'un voyage', ambos durante el segundo acto. Brilló, eso sí, cosechando gran respaldo del público, en el 'Pourquoi me réveiller', con un agudo todavía esforzado pero más resuelto y un fraseo verdadamente intenso, como durante todo el tercer acto. Su escena final fue notable, bien compenetrado con Garanca. No obstante, en general, ofreció un Werther de un sólo trazo, meramente apesadumbrado aquí y allá, lejos de un retrato verdaderamente cariacontecido y trágico. Seguramente también a causa del desinterés de la dirección de escena de Serban por el rol protagonista, curiosamente. Serban apenas dedica atención a construir el papel de Werther, en contraste con la rica interpretación de Charlotte que nos presenta. Sea como fuere, lo más preocupante de Alagna fue la sensación de fatiga vocal, sobre todo en el tercio agudo, que comienza a sonar fijo y algo opaco, amén de esforzado, lejos del brillante y liberado sonido que ofrecía antaño.
      Completaban el reparto el Albert de Tae-Joong Yang y la Sophie de Daniella Fally. El primero posee medios e intenciones apreciables, aunque insuficientes para un teatro del tamaño de la Staatsoper, donde queda a menudo tapado por la orquesta. Y la segunda posiblemente nos hubiera gustado más en un rol menos repelente y crispante que el de Sophie, pero mostró dotes suficientes para cumplir con su parte. Competentes los comprimarios: Andreas Hörl (Le Bailli),Thomas Ebenstein (Schmidt) y Hans Peter Kammerer (Johann).
      Bertrand de Billy es un maestro con más oficio que genialidad; una batuta con la dosis justa de personalidad, pero siempre firme. Propuso así una lectura un tanto académica de Werther, sin alardes, pero de trazos sólidos, perfectamente sostenida por unos instrumentistas de primera. La poesía y la tragedia encontraron su vehículo ideal en la grandiosa cuerda de la orquesta de la Staatsoper, de una melancolía casi insoportable. Infalibles asimismo los metales y las maderas, tan bien dosificados por Massenet en su orquestación, redondeando así una interpretación intachable desde el foso, que permitió paladear todo el universo cromático de una partitura inspiradísima.
      En escena se retomaba la propuesta de Andrei Serban, ya vista en 2005, con escena de Peter Pabst y vestuario de Petra Reinhardt. Serban requiere una escenografía escueta, casi apenas un decorado, en torno a una gran árbol que permanece siempre en el centro de la escena, encarnando las constantes referencias del libreto al elemento natural y al paso del tiempo. Es una disposición parca y sin especial interés, pues donde si acaso brilla el trabajo de Serban es en la dirección de actores. Como antes comentábamos, sorprende su destacado interés por construir el personaje de Charlotte, en contraste con el desinterés que planea sobre la figura de Werther, que es al fin y al cabo el protagonista de libreto. Si a ese contraste sumamos el habido entre las voces de Garanca y Alagna, en conjunto casi se diría que asistimos más bien a la representación de Charlotte, de Massenet, antes que a un Werther.
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