Crítica del concierto ofrecido por la Orquesta de Valencia en el Festival de Jazz de Valencia, con Paquito D’ Rivera (clarinete y saxo), Juan Manuel Cañizares (guitarra), Antonio Serrano (armónica), Iván Balaguer (violonchelo), Pepe Rivero (piano), Mariko Ogura y Juan Carlos Gómez (palmeros), bajo la dirección de Daniel Abad
Ritmos y revolución
Por Alba María Yago Mora
Valencia, 11-VII-2024. Palau de la Música. Paquito D’ Rivera (clarinete y saxo), Juan Manuel Cañizares (guitarra), Antonio Serrano (armónica), Iván Balaguer ( violonchelo), Pepe Rivero (piano), Mariko Ogura y Juan Carlos Gómez (palmeros). Orquesta de Valencia. Director: Daniel Abad. Obras de Juan Manuel Cañizares, Paquito D’Rivera George Gershwin, Astor Piazzola, Manuel de Falla, Paco de Lucía.
La noche del 11 de julio se convirtió en un acontecimiento extraordinario dentro del prestigioso Festival de Jazz de Valencia. Bajo la dirección de Daniel Abad, la Orquesta de Valencia, junto a un elenco estelar de solistas, ofreció una velada memorable donde la música y el color fueron los protagonistas indiscutibles.
El programa se abrió con Al Ándalus, un concierto flamenco para guitarra y orquesta, compuesto por Juan Manuel Cañizares en memoria del legendario Paco de Lucía. Este homenaje, cargado de nostalgia y vibrante pasión, preparó el terreno para las maravillas que estaban por venir. El virtuosismo de Cañizares fue un inicio perfecto, marcado por un diálogo fluido entre la guitarra y el resto de instrumentos, creando una atmósfera rica y profunda.
Sin embargo, la noche alcanzó su cénit con la interpretación magistral que dejó, sin ninguna duda, una huella imborrable: Rhapsody in Blue de George Gershwin. En un arreglo excepcional para armónica y orquesta por Antonio Serrano, fue sin duda la joya de la corona. Serrano, con una destreza impecable, infundió nueva vida a esta obra icónica, tejiendo una trama que oscilaba entre el jazz y la música clásica con una fluidez asombrosa. La armónica, un instrumento a menudo subestimado, se elevó a alturas insospechadas bajo sus manos, resonando con una claridad y una pasión que dejaron al auditorio en un estado de éxtasis. Cada nota, cada frase, fue una celebración del genio de Gershwin, y el público no pudo contener su entusiasmo, rindiéndose a una ovación ensordecedora al final de la interpretación. La orquesta, bajo la dirección precisa de Abad, acompañó con entendimiento profundo, proporcionando un soporte perfecto que permitió a la armónica brillar con luz propia.
Otra pieza que brilló intensamente fue The Journey. Compuesta por Paquito D’Rivera, este concierto para violonchelo, clarinete, armónica y orquesta es una demostración impresionante de talento, compañerismo y virtuosismo musical. D’Rivera, acompañado por el chelista Iván Balaguer y el propio Antonio Serrano en la armónica, creó un diálogo entre los instrumentos que trascendía las palabras. Cada movimiento de The Journey es una historia en sí misma, una exploración de la melancolía, la alegría y la reflexión. La interacción entre los solistas y la orquesta fue muy adecuada, cada nota cuidadosamente articulada, cada frase musical un suspiro compartido… La Orquesta de Valencia demostró su capacidad para adaptarse a diferentes estilos y géneros, complementando a los solistas con una sincronización y un matiz casi siempre impecables.
El resto del programa, con obras de Piazzolla, Falla y Paco de Lucía, mantuvo el nivel de excelencia, mostrando la versatilidad y el talento de todos los intérpretes. Revirado de Piazzolla, en particular, fue una explosión de energía y pasión, con un arreglo dinámico que capturó la esencia del tango contemporáneo. La orquesta desplegó una paleta sonora que enriqueció la experiencia, desde los pasajes más suaves y melódicos hasta los clímax más intensos y emocionantes.
La interpretación de El elefante y el payaso, una obra de D’Rivera cargada de humor y brillantez, añadió un toque de ligereza al concierto, mientras que las danzas de Falla, La vida breve y El amor brujo, trajeron consigo la pasión ardiente del flamenco. Canción de amor de Paco de Lucía, en un arreglo de Antonio Serrano, cerró la noche con un broche de oro, evocando la esencia pura del maestro del flamenco.
La velada del jueves no fue solo una exhibición de técnica y habilidad, sino una auténtica celebración de la música en su forma más pura y auténtica. Los aplausos y las ovaciones de pie fueron un testimonio del impacto que esta noche dejó en cada uno de los presentes. Un festival que sigue demostrando que la música, en sus múltiples formas, es un lenguaje universal capaz de tocar el alma de quienes la escuchan. La magia de la música, cuando es interpretada con tanto corazón y maestría, nos recuerda por qué estos momentos son verdaderamente inolvidables.
Fotos: Live Music Valencia