PRECISIÓN Y ELEGANCIA

Madrid. 12/04/2013. Teatro Monumental. Orquesta Sinfónica de RTVE, Guillermo García Calvo, director. Programa: Sinfonía nº 1 do mayor Op. 21 (Beethoven); Sinfonía nº 1 opus 72 (Sebastián Mariné) (estreno absoluto); Suites nº 1 y 2 de Peer Gynt (E. Grieg).

       Guillermo García Calvo, joven valor de la dirección orquestal española, fue el encargado de ponerse al frente de la Sinfónica de RTVE en el concierto B18 de su temporada de abono. García Calvo es un director eminentemente operístico que ha recibido una sólida formación en la capital austríaca manteniendo desde 2004 una estrecha relación con la Ópera Estatal vienesa. Y eso se aprecia en su forma de dirigir: distinción, elegancia y atención a los pequeños detalles, un afán de perfeccionismo que define cada uno de sus acercamientos musicales. García Calvo perfiló una Primera de Beethoven con claridad expositiva, tempo equilibrado y precisión técnica, sin alarde de efectismo. Un manejo de las dinámicas modélico para la primera pieza del catálogo sinfónico del músico de Bonn, de espíritu clásico pero imbuida ya de la exaltación romántica de su genio. Ambas estéticas se conjuntaron en la lectura de García Calvo, en la cual consiguió extraer de la Sinfónica de RTVE un sonido de gran tersura y empaste, así como una enorme agilidad y fluidez en los movimientos rápidos.
      La obra que cerró la primera parte se trataba del estreno absoluto de la Sinfonía nº 1 opus 72 del compositor, pianista y director de orquesta granadino Sebastián Mariné (1957), obra encargo de la Asociación Española de Orquestas Sinfónicas (AEOS) y la Fundación Autor. La pieza, de un fuerte carácter tímbrico, emplea fórmulas rítmicas y células melódicas repetitivas haciendo uso de la técnica de la heterofonía (duplicación inexacta de una melodía). Mariné se inspira en la letra de algunos refranes populares españoles para la composición de su primera obra en el terreno sinfónico. Pero no se trata en ningún caso de una pieza de inspiración folclórica ni imita lo popular: las sonoridades oscuras de inspiración bartokiana (en ocasiones, de una vehemente estridencia) recorren por doquier la composición. Su parte central, en estilo imitativo, se destina enteramente a los instrumentos de cuerda, y su tema de canon recorre por grupos los registros más graves de cada sección. Se percibe un notable trabajo de armonía e instrumentación detrás de esta compleja obra de múltiples vericuetos, pero tal y como era la intención inicial del autor de inspirarse en dichos y refranes, se echó un tanto de menos que la presencia del componente popular se manifestase de manera mucho más explícita, desde una perspectiva tonal y/o melódica (como han hecho otros grandes compositores españoles de nuestros días en algunas de sus obras), y no a través de un lenguaje musical tan abstracto. El propio Mariné salió a saludar tras la interpretación de su obra, recibiendo del respetable algún que otro bravo.