Crítica de Raúl Chamorro Mena de la ópera L’equivoco stravagante en el Festival Rossini de Pésaro
Excelencia buffa
Por Raúl Chamorro Mena
Pesaro, 12-VIII-2024, Teatro Rossini. Rossini Opera Festival. L’equivoco stravagante (Gioachino Rossini). Maria Barakova (Ernestina), Nicola Alaimo (Gamberotto), Carles Pachón (Buralicchio), Pietro Adaíni (Ermanno), Patricia Calvache (Rosalia), Matteo Macchioni (Frontino). Coro del Teatro della Fortuna. Filarmonica Gioachino Rossini. Dirección musical: Michele Spotti. Dirección de escena: Moshe Leiser e Patrice Caurier.
En la edición del Rossini Opera Festival de hace cinco años se estrenó esta magnífica producción de la primera ópera buffa en dos actos - anteriormente había compuesto farsas en uno- creada por el genio de Pesaro, L’equivoco stravagante. En mi crítica publicada en su día en Codalario destaqué las calidades de esta puesta en escena de la hilarante pieza, única ópera de Rossini estrenada en una ciudad tan importante para él como Bolonia y que consagra un equívoco tan descacharrante como que el enredante criado Frontino hace pasar a la protagonista por un evirado travestido de mujer para evitar el servicio militar y con ello provocar el rechazo del cretino, pero muy rico, Buralicchio, al que le ha destinado su padre, el mentecato infatuado Gamberotto. Esta circunstancia junto al juego verbal de dobles sentidos, pedantes citaciones literarias e insinuaciones eróticas cimentan una obra insólita, que causó tal escándalo, que fue retirada por la censura después de apenas tres representaciones.
El contexto de esta reposición de L’equivoco Stravagante resultó más favorable que en su estreno de 2019, por lo que el disfrute fue aún mayor que hace cinco años. Comenzando por el recinto, el bello Teatro Rossini, mucho más adecuado y acogedor, que el más desangelado Vitrifrigo Arena. Asimismo, reparto y dirección musical fueron para quien esto firma, superiores a los de hace 5 años, con lo que aún brilló más la puesta en escena de Moshe Leisher y Patrice Caurier, todo un ejemplo de montaje que potencia a la obra, con todo su desenfrenado elemento cómico, y la expone fluida, dinámica, con elegancia y sin espacio alguno para la vulgaridad con un movimiento escénico muy bien trabajado. Los personajes no pueden estar mejor caracterizados y la escenografía se suma a esta ejemplar puesta en escena, al presentarnos la decoración burda propia de la casa de un nuevo rico presidida por una enorme pintura con un buey que mira al espectador y que sin duda simboliza al majadero Gamberotto.
Dominador absoluto de la representación fue Nicola Alaimo en una interpretación vocal y escénica referencial y difícil de superar de Gamberotto, un campesino que ha logrado enriquecerse y se comporta como un grotesco cretino, que se las da de intelectual y alberga altas ambiciones, por lo que arregla un matrimonio para su hija con el necio, pero acaudalado Buralicchio, con el consiguiente rechazo del joven, pobre y un tanto lechuguino Ermanno. Alaimo puso en juego todas sus dotes actorales, carisma y exuberancia en escena, que, combinadas con su voz sonora, dominio del canto sillabato buffo y capacidad infinita para el matiz, para destacar cada acento, cada palabra, cada modulación, redondearon una creación modélica de buffo Rossiniano. Repertorio, desde luego, que me parece el más adecuado para Alaimo y en el que debería centrar su carrera.
El español Carles Pachón encarnó con propiedad en escena al necio Buralicchio, mediante noble canto como corresponde al buffo cantante, falto de un punto más de variedad y contrastes, bien es verdad, y emisión franca y homogénea de barítono lírico.
La rusa Maria Barakova se integró apropiadamente en la muy elaborada caracterización escénica que prevé el montaje de esta muchacha pedante, que alardea de forma ridícula de altos conocimientos literarios, pero en el fondo, noble e ingenua. Si no hay nada que objetar a la actuación escénica de Barakova, en lo vocal mostró un registro agudo fijo y desabrido, un centro de cierto interés, agilidad correcta y una línea canora compuesta, pero no especialmente sugestiva. Rossini dedicó el papel de Ernestina a la contralto Marietta Marcolini, a la que gustaba aparecer in travesti, incluso cuando interpretaba personajes femeninos. En esta ópera se resalta aún más el elemento de la ambigüedad sexual, pues Ernestina a la que se toma como hombre, se viste de hombre para su gran escena del segundo acto.
El tenor Pietro Adaíni cantó con timbre grato y mostró valentía y extensión al sobreagudo, además de encarnar atinadamente al apocado, pero sinceramente enamorado Ermanno. Ajustados y bien integrados en el andamiaje teatral de la puesta en escena la pareja de intrigantes criados formada por Patricia Calvache y Matteo Macchioni.
Notable la dirección musical de Michele Spotti, de carrera siempre ascendente desde que le vi dirigir estupendamente en el Festival 2017 Il viaggio a Reims de los jóvenes. Spotti garantizó tanto claridad expositiva, elegancia, refinamiento tímbrico y buen acompañamiento al canto, como impulso rítmico y la efervescencia propia del Rossini buffo. Notable actuación musical y escénica del coro del Teatro de la Fortuna preparado por Mirca Rosciani.
Fotos: Festival Rossini de Pésaro