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CRÍTICA: PAUL MANN OFRECE UNA EMOCIONANTE VERSIÓN DE LA "SINFONÍA Nº 6" DE VAUGHAN-WILLIAMS AL FRENTE DE LA ORQUESTA DE RADIO TELEVISIÓN ESPAÑOLA. Por Germán García Tomás

1 de mayo de 2013
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SENSACIONES ENCONTRADAS
 
Madrid. 26/04/2013. Teatro Monumental. Orquesta Sinfónica de RTVE, Steven Osborne, piano. Paul Mann, director. Programa: Concierto para piano nº 5 en Mi bemol mayor Op. 73, Emperador (Beethoven), Sinfonía nº 6 en Mi menor (R. Vaughan-Williams).

 

       El director inglés Paul Mann, aclamado por la crítica en su interpretación de las sinfonías de Elgar, Schumann, Shostakovich, Beethoven, Dvorak y Mahler, fue invitado por la Orquesta de RTVE para ponerse a su frente en el concierto B20 de la temporada de abono. El programa se abrió con el archiconocido Concierto "Emperador" de Beethoven, que contó con la actuación del pianista escocés Steven Osborne (1971), intérprete que visita con cierta frecuencia los Proms londinenses. Su ejecución del más célebre concierto del alemán fue desigual e irregular. Transmitió momentos de gran virtuosismo y temperamento junto a otros donde el discurso decaía, era demasiado difuso o apenas se dejaba entrever en compañía de la orquesta, algo comprensible si se hubiera tratado de pasajes en forte, pero algunas de sus pulsaciones, de tanta levedad con que eran ejecutadas, resultaron prácticamente inaudibles en determinados diálogos con las maderas del primer movimiento. El Adagio un poco mosso fue llevado por el pianista a mayor velocidad de lo que se hubiera deseado para alcanzar el grado de poesía necesario en este sublime movimiento. Mann estuvo atento a cada uno de los múltiples detalles y sutilezas orquestales de la partitura, decantándose por una dirección ampulosa y de cierta garra, aunque su interpretación, al igual que en el caso del pianista, no poseyó el calor y la humanidad plenamente beethovenianos. Osborne ofreció como propina un reposado Para Elisa, sin apenas contrastes dinámicos.

      La segunda parte del concierto fue plena protagonista una de las obras más personales y enigmáticas del británico Ralph Vaughan-Williams: su Sinfonía nº 6 en Mi menor, escrita dos años después de concluida la Segunda Guerra Mundial. En vida del compositor se llegó a sugerir que esta obra estructurada en cuatro movimientos sin solución de continuidad, a la manera de un poema sinfónico de más de media hora de duración, era una visión de un mundo posnuclear (el lanzamiento de la bomba de hidrógeno sobre las poblaciones japonesas de Hiroshima y Nagasaki estaba muy reciente en el subconsciente colectivo mundial).
      Lo cierto es que desde que la obra se inicia en Allegro con un desgarrador tema en los metales, aflora una sensación de inquietud que es atenuada casi al final del primer movimiento con la inesperada llegada de un encantador tema de carácter popular en las cuerdas y del más puro estilo de su autor, que devuelve la paz y la esperanza, al menos de forma pasajera. El Moderato que le sigue podría haber surgido de la misma pluma de Shostakovich, ya que está recorrido por la acostumbrada ambigüedad tonal que caracteriza a la gran mayoría de las sinfonías del compositor soviético, atravesado por un obsesivo motivo de tres notas que acrecienta la sensación de suspense en todo el movimiento.
      El Scherzo siguiente, de gran agitación rítmica e instrumental (el compositor no escatima detalles en percusión), vuelve al carácter del primer movimiento, pareciendo simular una desenfrenada danza macabra antes de que su orgía ceda paso a la calma y el extatismo más absoluto en el Epílogo. Moderato conclusivo, el más austero en orquestación y de escritura fugada que asemeja de nuevo a Shostakovich y a Bartók. Aquí, las notas de los instrumentos en un continuo pianissimo, que se ceden paso unos a otros, presentan otro recurrente e inquietante motivo que transmite un clima depresivo y de desolación similar al del segundo tiempo, pero en mayor medida, evocando la imagen de un campo de batalla donde la muerte se ha apoderado de todo, con la última nota que agoniza en la lejanía. El compositor destina destacados solos para el saxo y el corno inglés y una abrumadora presencia de viento metal en su plantilla instrumental.
      La Sinfónica de RTVE y Paul Mann ofrecieron una magistral lectura, bastante cinematográfica, de esta interesante partitura que la orquesta tocaba por primera vez, y que al final llegó a producir en el espectador una sensación de tener el corazón en un puño ante una obra de tantos hallazgos y tan hondo mensaje subliminal, ya que al público le costó arrancarse a aplaudir.
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