Crítica de Albert Ferrer Flamarich del libro El país fértil. Paul Klee de Pierre Boulez, publicado por la Editorial Acantilado
El país fértil
Por Albert Ferrer Flamarich
El país fértil. Paul Klee Pierre Boulez. Acantilado. Barcelona, 2024. 136 págs. ISBN: 978-84-19958-28-0
En las columnas de The Nation (6 de noviembre de 1995) Edward Said escribió que más que ningún otro compositor del siglo XX y superando a Schönberg, Pierre Boulez (1925-2016) era el músico (como compositor, director e intérprete) con una colección ensayística más cuantiosa gracias a miles de páginas y a una aguda inteligencia, con las que construyó un marco intelectual discursivo de gran profundidad para él y para un público ideal. En este sentido Said fue uno de los que antaño identificó en Boulez una voluntad de reestablecer la experiencia de la música en el terreno de la recepción inteligente y de la crítica, ubicando su propia obra y la de sus contemporáneos en un contexto mayor que el estrictamente musical.
El país fértil. Paul Klee (1989), que Acantilado acaba de publicar gracias a la excelente traducción del compositor José María Sánchez Verdú, nos presenta una de las bazas ensayísticas de una de las figuras clave de la música y el pensamiento artístico del siglo XX como Pierre Boulez en torno al pintor Paul Klee (1879-1940). Se trata de un texto cuya brevedad y amenidad no menoscaban la densidad conceptual de una aproximación muy reflexionada, que juega con la inducción y la deducción de argumentos derivados del vínculo e incidencia de la música en la obra y personalidad del pintor que fascinó al compositor y director de orquesta francés, cuando lo descubrió en 1947, durante el primer Festival de Aviñón. De este modo la lectura atañe al texto de un músico hablando de la pintura de un pintor que también era un músico estableciendo una de esas correspondencias que fueron proclives el siglo pasado como subraya el autor. Igualmente inscribe a Klee como hijo de su época y a las tendencias de vanguardia, aun considerando que sus preferencias como melómano fueron Bach, Mozart y algunos otros nada contemporáneos, ni tampoco románticos.
Con un análisis meticuloso y combativo ante los dogmatismos académicos, Boulez se interroga sobre la creación y las contingencias técnicas, estéticas e históricas que determinan la obra de Klee, además de otras cuestiones ontológicas en el intersticio dialéctico entre pintura y música. En lo concreto establece analogías en ambos campos entre parámetros como línea, melodía, ritmo, polifonía, perspectivas múltiples (óptica vertical y óptica lateral), heterofonía; así como el binomio espaciotemporal que, en tanto que eje de lo vertical y lo horizontal, afecta a la percepción de la totalidad. En particular, concibe la fuga en Klee como la traza compositiva de una figura principal y una figura secundaria desarrolladas respectivamente en varias configuraciones que culminan en combinaciones muy próximas (pág. 35). Consecuentemente y desde la primera página cimienta sus tesis a partir del lenguaje como constructo y juega con un razonamiento que entra y sale del vector kleeniano remitiendo a lo musical en procesos y en términos. Por esta razón se justifica siempre la especificidad del mundo sonoro respecto al visual, cuya relación sólo puede ser estructural pues se rigen por principios distintos. Algo sobre lo que Adorno y Lévi-Strauss entre tantísimos otros –y algunas otras- también cavilaron ampliamente. De ahí que Boulez también aborde lo formal desde la creatividad racional e, incluso, lógico-matemática y conciba la sugestión del movimiento y el principio de variación como una forma originaria, una Urform: aquella que concede a la modalidad serial su posible amplitud y su vastedad en el tiempo. Es decir, su despliegue, su desarrollo, su Durchführung, se inscribe en un horizonte que está plenamente integrado en el cuadro, casi absorbido por éste. Se halla dentro del mismo, aunque sea el poder de la mirada el que modifique la textura del cuadro.
En resumen, se trata de toda una lección de historia del arte que se lee de un tirón, acompañándose de un amplio anexo con las más de sesenta ilustraciones de los cuadros de Klee y de algunas páginas de partituras citadas que son reproducidas en un fajo de hojas en un papel y un estampado de alta calidad presentadas con el estilo de la colección de Acantilado.