CODALARIO, la Revista de Música Clásica

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CRÍTICA: 'EL GATO MONTÉS' DE PENELLA EN EL TEATRO DE LA MAESTRANZA DE SEVILLA. Por J. J. Ponce

15 de mayo de 2013
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 FALTÓ LA LUZ DE SEVILLA
 
EL GATO MONTÉS de Manuel Penella (1880-1939). Producción, Teatro de La Zarzuela de Madrid. Soleá SAIOA HERNÁNDEZ  Gitana MARIFÉ NOGALES  Frasquita MILAGROS MARTÍN  Juanillo "El Gato Montés" ÁNGEL ÓDENA  Rafael Ruiz "El Macareno" ANDEKA GORROTXATEGI  Padre Antón RUBÉN AMORETTI  Hormigón LUIS CANSINO  REAL ORQUESTA SINFÓNICA DE SEVILLA Dirección musical CRISTÓBAL SOLER   Dirección de escena JOSÉ CARLOS PLAZA   Coreografía CRISTINA HOYOS

       Pocas veces encontramos en cartelera una ópera de autoría española. Por el contrario, obras italianas, germánicas o francesas colman las programaciones de los grandes teatros, no sólo nacionales sino internacionales. Normalmente hay que esperar a algún aniversario o conmemoración para ver alguna obra de Falla, Guridi, Granados, Sorozábal o, últimamente, Ramón Carnicer. En esta ocasión le toca a Penella y uno se pregunta si es por la crisis económica -que tanto está afectando a la cultura- o porque el Maestranza intenta rescatar títulos olvidados.
       Manuel Penella Moreno (Valencia 1880 - México 1939) fue un compositor español, hijo del también compositor Manuel Penella Raga (1847-1909).  Su primera intención fue convertirse en intérprete de violín, pero a causa de un accidente empieza a componer. Trabaja durante un tiempo como organista en una iglesia de Valencia, pero pronto se dedica al teatro, pasando gran parte de su vida viajando con compañías de ópera y zarzuela por América. Allí trabajó como músico militar, sastre, torero, pintor, payaso, marinero... En Chile pinta y decora la iglesia de Taltal y contrae matrimonio con la chilena Emma Silva Pavez.
       En 1903 regresa a España y comienza una intensa actividad como compositor. En 1917 estrena El gato montés en el Teatro Principal de Valencia. El estreno fue a beneficio de la construcción de un monumento a su maestro, Salvador Giner. De esta ópera, con libreto del mismo compositor, aunque iniciado por su compadre Sassone, y que no pudo terminar por motivos personales, ha quedado como fragmento de una popularidad indiscutible su conocido pasodoble. En la siguiente gira americana, que Penella emprende en 1919, tiene ocasión de representar El gato montés en el Park Theater de Nueva York, durante diez semanas consecutivas, con un gran éxito.
       En Barcelona estrena en 1932 Don Gil de Alcalá, con orquesta de cuerdas, una de sus obras más valoradas por la crítica. Otras exitosas obras suyas fueron Jazz Band (revista, 1933) y La malquerida (zarzuela en tres actos, 1935). Además de obras escénicas es autor de canciones, entre ellas En tierra extraña, que incluye el pasodoble Suspiros de España, y La Maredeueta, ambas popularizadas por Concha Piquer.

La trama de la ópera
       Soleá cree herido de gravedad al hombre que ama, el torero Rafael "El Macareno". Pero todo ha sido un susto. Rafael llega al cortijo donde está Soleá y anuncian su noviazgo. Una echadora de cartas lee la buenaventura al torero. La gitana ve malos presagios: "El Macareno" morirá en la plaza cogido por un toro.  La felicidad del torero comienza a desmoronarse. Juanillo, un temible bandolero - "El Gato Montés"- irrumpe en el cortijo para reclamar a Soleá que, según él, le pertenece. El torero y el bandolero pelean y "El Gato Montés" explica a todos que si es bandolero, es por culpa de Soleá, a cuyo amor, sin embargo, no es capaz de renunciar. El padre Antón le arranca una confesión a Soleá: ella reconoce que amó a "El Gato Montés" y que ahora se encuentra atrapada en un dilema entre ese amor maldito y el que siente por el torero.
Rafael "El Macareno" y El Gato se enfrentan de nuevo. Soleá impide que el torero mate al bandolero pero también advierte a "El Gato Montés" que si le causa algún mal a Rafael, ella también morirá. El bandolero se retira amenazando al torero con matarlo si él mismo no se deja matar por un toro en su próxima actuación en la Maestranza de Sevilla. Rafael queda inseguro sospechando del verdadero amor de Soleá.
       El diestro sale a la arena al son de un pasodoble -que ha adquirido notoriedad taurina- mientras Soleá y Frasquita, madre del torero, quedan en la capilla de la plaza rezando. De repente, estalla un grito: un toro ha cogido a Rafael. Tras la muerte del torero, Soleá muere de desconsuelo. Pero "El Gato Montés", furioso porque nadie le ha informado de su muerte, se presenta, rapta su cadáver y lo conduce hasta la cueva de la sierra donde vive escondido con sus bandoleros. Un gentío dispuesto a detenerlo se posiciona frente a la cueva y, antes de ser detenido, "El Gato Montés" ordena a su subalterno Pezuño que le dispare en el corazón. El bandolero muere abrazado al cadáver de Soleá.

La representación.
       Decorados y puesta en escena  es lo que primero sorprende al espectador por lo atemporal y minimalista, en una combinación plástica y visual que a veces rozó lo ridículo, (como la camilla que cruza a gran velocidad el escenario después de la cogida o bailes flamencos en momentos inadecuados). Si el gran espejo del segundo acto (dorado y con simbología religiosa y taurina) pretendía ser símbolo de algo dejó al espectador con la incógnita, pasando a ser un elemento absolutamente innecesario, si bien el escenógrafo consiguió algunos efectos plásticos con las imágenes de la plaza (excepto la zona central en la que hace desarrollar la faena, algo suprimible o al menos modificable) y la escena final de la cueva. En todo caso faltó la luz de Sevilla en una producción mortecina.
En lo referente aL reparto lírico destacó por encima del resto y con gran diferencia el barítono Ángel Ódena, que cantó con un sonido proyectado, emitido con energía, brillante y profundo. Su canto fue expresivo y musical, con facilidad para el cambio de matices claroscuros, (¿Cómo se pué orviá un queré que ni aún la muerte  ha de poerlo arrancá?) bajando hasta las cavernas cuando el canto lo requería, proyectando la voz hacia el forte con facilidad o con la bellísima smorzatura (¡Juye!) de su lamento del primer acto. Ódena tiene, además, buena presencia escénica y en su canto caben las diferentes emociones humanas (dolor, rabia u olor a muerte): Ande te encuentre, te mato. Lo juro por esa mujé! Sin duda Ódena fue el triunfador de la noche.
       El tenor Andeka Gorrotxategi hizo gala de buen fraseo y emisión vocal, dejando correr la voz con soltura, con buen legato, fuerza y agudo controlado (¡Señó que no me falte el valor!) Milagros Martín, Frasquita, mostró una línea de canto ruda, sin fuerza, tapada la voz por la orquesta. Ruben Amoretti (Padre Antón) y Luis Cansino (Hormigón) sorprendieron por su actitud escénica ‘bufa' y amable. Con el canto cumplieron. El primero mejoró a medida que se fue adentrando en el papel. La ‘gran decepción', por ser la protagonista de la noche, fue Saioa Hernández (Soleá), que ofreció un canto de agudos romos, faltos de fuerza, que quedaban debajo de la orquesta.  Cristóbal Soler supo equilibrar el protagonismo entre orquesta y voces, si bien en ocasiones, como el pasodoble que toma el nombre de la obra, aportó una visión demasiado personal de los tempi.
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