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CRÍTICA: CONCIERTO DE LA ROYAL PHILHARMONIC ORCHESTRA EN ZARAGOZA, CON EL CHELISTA ESPAÑOL ADOLFO GUTIÉRREZ, BAJO LA DIRECCIÓN DE CHARLES DUTOIT. Por Alejandro Martínez

16 de mayo de 2013
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Foto: Tino Gil
 SABOR AGRIDULCE

ROYAL PHILHARMONIC ORCHESTRA. Dir. CHARLES DUTOIT. ADOLFO GUTIÉRREZ, cello. Auditorio de Zaragoza. 07/05/2013

 

       Tras la visita de Abbado, este concierto de la Royal Philharmonic Orchestra a las órdenes de Dutoit y con el joven cellista Adolfo Gutiérrez era uno de los escasos atractivos del ciclo de primavera de este año en el Auditorio de Zaragoza. La velada se cerró con un sabor agridulce. Curiosamente, lo más decepcionante fue la gran formación británica, de la que cabía esperar un mayor derroche de técnica y expresividad. Dutoit confirmó, como es marca de la casa, su gusto e intención en el fraseo y su innata musicalidad, aunque planteó tiempos a veces errados, como indicáremos después en el caso de su Mahler.
      El concierto se abrió con una correcta y serena exposición de la obertura Las Hébridas de Mendelssohn, muy bien apoyada en el sonido terso y expresivo de las cuerdas de la formación. Cerraba la primera parte el hermosísimo e inspirado concierto para cello de Saint-Saëns, con la participación de Adolfo Gutiérrez como solista. El resultado en conjunto fue espléndido. Gutiérrez nos dejo muy buenas sensaciones: un sonido limpio, un fraseo maduro, un arco firme y seguro, y una digitación más que solvente, salvo en un par de pasajes algo más acelerados, levemente emborronados. Gutiérrez transmite musicalidad y sabe usar el instrumento para expresar y comunicar, al margen de la mera obtención de sonidos timbrados y de buena factura. Un solista a seguir, sin duda, con un prometedor futuro. El acompañamiento de Dutoit fue aquí poético e idiomático, como cabía esperar.

 

      La segunda mitad traía un plato fuerte, la Primera Sinfonía de Mahler. Dutoit planteó, para nuestro gusto, en el primer movimiento, un tiempo demasiado contemplativo, en exceso expositivo, ayuno en contrastes, desdibujando el diálogo entre los temas que se dan cita en esta página. Nos gustó más el conjunto de los dos movimientos centrales, más incisivo, subrayando Dutoit el fraseo y el tejido melódico con más intención y con una orquesta que respondió con sobrada solvencia, salvo por la desastrosa contribución de las trompas, en una mala noche, sin duda, ofreciendo sonidos indignos de una formación de esta altura, con entradas destempladas, dudosa afinación, etc. El último movimiento fue asimismo francamente irregular, ya fuera por el desempeño de la orquesta, con una percusión no siempre eficaz, ya fuera por el planteamiento de Dutoit, que redondeó un cierre un tanto alborotado. Se echó de menos, en todo el Mahler de Dutoit, un sentido más lacerante y trágico, una impresión menos contemplativa y preciosista. Y de la orquesta, salvo por su impecable solvencia en las cuerdas, cabía esperar algo más en una partitura tan lúcida para los instrumentistas.
      La velada se cerró sin propinas. La sala Mozart presentaba un aforo de tres cuartos, lejos del lleno, lo que se antoja comprensible vistos los altísimos precios de las localidades para este ciclo.

 

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