Tras la visita de Abbado, este concierto de la Royal Philharmonic Orchestra a las órdenes de Dutoit y con el joven cellista Adolfo Gutiérrez era uno de los escasos atractivos del ciclo de primavera de este año en el Auditorio de Zaragoza. La velada se cerró con un sabor agridulce. Curiosamente, lo más decepcionante fue la gran formación británica, de la que cabía esperar un mayor derroche de técnica y expresividad. Dutoit confirmó, como es marca de la casa, su gusto e intención en el fraseo y su innata musicalidad, aunque planteó tiempos a veces errados, como indicáremos después en el caso de su Mahler.
El concierto se abrió con una correcta y serena exposición de la obertura Las Hébridas de Mendelssohn, muy bien apoyada en el sonido terso y expresivo de las cuerdas de la formación. Cerraba la primera parte el hermosísimo e inspirado concierto para cello de Saint-Saëns, con la participación de Adolfo Gutiérrez como solista. El resultado en conjunto fue espléndido. Gutiérrez nos dejo muy buenas sensaciones: un sonido limpio, un fraseo maduro, un arco firme y seguro, y una digitación más que solvente, salvo en un par de pasajes algo más acelerados, levemente emborronados. Gutiérrez transmite musicalidad y sabe usar el instrumento para expresar y comunicar, al margen de la mera obtención de sonidos timbrados y de buena factura. Un solista a seguir, sin duda, con un prometedor futuro. El acompañamiento de Dutoit fue aquí poético e idiomático, como cabía esperar.
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