CODALARIO, la Revista de Música Clásica

Grabaciones

CD: '12 SONATAS CATALANAS', DE EDUARD FONTBONA. Por Gonzalo Lahoz

24 de mayo de 2013
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12 SONATES CATALANES
TRAMUNTANA DEL XVIII

   Como toda una revelación se antojan las sonatas reunidas bajo el sello Columna Música e interpretadas por Eduard Fontbona, pianista catatalán formado en la célebre Acadèmia Marshall, creada por Enric Granados allá por 1901.
    Revelación primero de todo en cuanto a la recuperación de tres nombres de sendos compositores catalanes del siglo XVIII como son Narcís Casanoves, Benet Brell y Josep Gallés, cuya obra ha pasado hasta ahora desapercibida para la mayoría de los melómanos y ahora, en parte, sale a luz gracias al trabajo de la discográfica catalana.  Los tres autores beben muy y mucho del conocido como "estilo galante", despojando sus piezas de cualquier recarga innecesaria y apartando a un lado todo el exceso del barroco, dibujando una línea melódica sencilla y elegante en un adelanto de lo que sería años después el clasicismo más puro.
   Y revelación también en cuanto a las piezas en sí mismas, reflejo de la sociedad de la época, de las modas y del desarrollo musical vivido hasta entonces. Todas las sonatas, aquí interpretadas a través del piano en su resultado más romántico, bien podrían haber sido tocadas en un clave, pues para ello se idearon y así lo desprende la música que se escucha: notas cortas y rápidas llevadas en frases cíclicas, reiterativas, que siguen la estructura más clásica tipo A-A' o sus variantes y que forman varias secciones bien diferenciadas con marcadas cadencias que fluyen con total naturalidad.

   Es más que evidente el tremendo dominio del arte mozartiano que puede escucharse en todas las piezas, especialmente en Brell (escúchese como surge La Flauta mágica en su Sonata nº 2 en Do mayor), pero también incluso podemos llegar a intuir sin complicación, cierta influencia del barroco italiano, de Scarlatti obviamente, pero también de autores más alejados en principio del clave como bien pudiera ser el mismísimo Vivaldi, cuyo hacer resuena en el juego de notas ascendentes que abren la Sonata nº 1 en La mayor de Narcís Casanoves (1747 - 1799), con una clara exposición y diálogo entre ambas manos. La Sonata nº 5 en Fa mayor que le sigue presenta una estructura desenfadada y juguetona con clara preponderancia de la mano derecha. Por su parte, la Sonata nº 2 en La mayor es una maravillosa pieza de corte burlesco, con un punto hilarante, con gran cantidad de repeticiones repletas de alteraciones y recursos expresivos que van erigiendo una especie de narración cantabile de lo más expresiva. Es su Sonata nº 4 en Fa mayor la que se muestra con un carácter más solemne y formal, adquiriendo mayor velocidad en el ritmo a medida que avanza la frase, jugando Fontbona con los trinos e incluso ritardandos en las codas.

   De Josep Gallés (1758 - 1836) sólo se conservan las partituras originales de veintitrés sonatas para teclado, puesto que el resto de su producción fue destruida durante la Guerra Civil en  un bombardeo a la catedral de Vic, donde fue organista durante más de cincuenta años. No obstante, gracias a la recuperación (desde una desdibujada visión romántica) que durante los años veinte hizo de ellas el pianista Joaquim Nin-Castellanos, quizá sean las que de mayor fama han gozado.

   Las sonatas de Benet Brell (1786 - 1850), discípulo del propio Casanoves, dan buena muestra de dos cosas: La irrupción del Romanticismo y el desarrollo del piano, desplazando como protagonista al clave por un lado; y su labor como maestro; de hecho, tal y como indica el libreto que acompaña al registro, las partituras originales están dedicadas a Antonio Oller i Biosca (organista, fagotista y compositor) cuando participaba siendo niño en el coro de Terrassa. Son las más sencillas de todas las que se escuchan en el disco, con previsibles cadencias, alteraciones en las repeticiones nada extravagantes, sin recargados contrapuntos y ese aire de "études" y regusto algo infantiloide imposible de borrar tras su escucha.

  En suma todo un descubrimiento del preclasicismo catalán recibido como una suave y fresca tramuntana que no ha de pasarse por alto si se tiene oportunidad; no tanto por las obras en sí, que no suponen la quintaesencia del carácter de la música de la época en la que fueron compuestas, pero sí para todos aquellos que quieran disfrutar yendo más allá de Mompou, Montsalvatge, Albéniz y compañía.
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