CODALARIO, la Revista de Música Clásica

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CRÍTICA: 'BOHÈME' CARENTE DE EMOCIÓN EN LA TEMPORADA DE ÓPERA DE BILBAO (ABAO). Por Rubén Martínez

26 de mayo de 2013
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La Bohème. ABAO.
"GÉLIDA" BOHÈME

Bilbao. 24/5/2013. Director musical: Miguel Ángel Gómez Martínez. Director de escena: Emilio Sagi. Reparto: Stefano Secco, Inva Mula, Carmen Romeu, Simone Piazzola, Roberto Tagliavini, Manel Esteve - Orquesta del Teatro Regio de Parma - Coro de Ópera de Bilbao-Leioa Kantika Korala.

      Es La Bohème un título especialmente difícil de programar, ya que a pesar de su popularidad (o precisamente por ella) hay tal cantidad de imágenes, voces e interpretaciones preconcebidas en el público que asiste a una representación de este título que es muy probable salir decepcionado en algún sentido. Los prejuicios, en este caso, tienen una elevada importancia relativa y muchos asisten pretendiendo recibir una versión concebida de antemano. Por otra parte es esta una obra donde es particularmente importante que exista emoción y química entre los protagonistas, especialmente entre Rodolfo y Mimì, pero también, como en prácticamente todo Puccini, que exista una predisposición del público a ser receptivo con su historia y las emociones que transmite la música. La función presenciada resultó en general fría, apática y apenas salpicada por tibios aplausos casi de cortesía tras los principales números. En este sentido uno de los criterios que más frecuentemente sirven para medir la implicación emocional de una Bohème con el público es si se arrancan los aplausos tras el "gioventù mia" del segundo acto, cosa que en esto ocasión no ocurrió.  Muchos son los artistas con Rodolfo y Mimì en repertorio pero muy pocos los que consiguen marcar la diferencia entre una interpretación correcta y algo realmente memorable.
      A priori ya podíamos adelantar, a la vista del cast seleccionado, que en esta ocasión estaríamos más en la primera situación que en la segunda como finalmente así ha sido. Cuando no se dispone sobre el escenario de personalidades con verdadero magnetismo las esperanzas para lograr la magia deben depositarse en el foso. En esta ocasión se contó con el veterano Miguel Ángel Gómez Martínez, que en los últimos años tiene garantizado un título en la temporada bilbaína (en 2011 con Onegin y en 2012 con Tristan). Al frente del Orquesta de Teatro Regio di Parma ofreció una lectura de intachable concertación pero abundante en sonoridades y tempi en exceso majestuosos y en cierto modo pretenciosos que no se llevan demasiado bien con las desnudas emociones que se desgranan sobre el escenario. En ocasiones nos resultó una versión mixta entre Puccini y Wagner, por grandilocuencia y solemnidad, lo cual no quiere decir que su lectura no estuviera bien trabajada y que la sonoridades del foso luciesen una buena dosis de brillantez y dinámicas. Sencillamente no nos ha parecido una aproximación excesivamente coherente con la obra pucciniana.
      Al frente del reparto vocal nos encontramos con dos voces ya conocidas del público local: la soprano  franco-albanesa Inva Mula es particularmente querida en Bilbao desde su Micaela de 2003 y, especialmente, desde sus Traviata, Gilda y Giulietta (Capuleti) en tres temporadas consecutivas (2005-6-7). La carrera de Inva Mula tuvo su pistoletazo de salida con su victoria en la primera edición del concurso Operalia, allá por 1993. El tiempo no ha pasado en balde y su instrumento, a día de hoy, no ofrece la frescura, el timbre aterciopelado ni las notas flotadas que hicieran las delicias del público hace unos años. Su evolución vocal la ha privado de buena parte del registro agudo, con lo que las Lucias de antaño y hasta la propia Gilda quedan ahora lejos de su alcance. Sin embargo, la madurez, no le ha aportado un ensanchamiento de la zona grave, que suena débil y hueca en más de una ocasión, ni tampoco de sus notas centrales, que carecen de la solidez de una lírica pura que pueda afrontar otros roles puccinianos (Tosca, Butterfly, Liù).
      El estrechamiento de su extensión y el que la voz no haya ganado en otros activos dan lugar a un rendimiento neto negativo que se traduce en un repertorio bastante limitado en el que pueda aún lucir sus puntos fuertes, algunos de los cuáles indudablemente aún conserva, como lo son una musicalidad y buen gusto intachables y algún filado que otro, aparte de ser una más que apreciable actriz en escena. De este modo, dos o tres Verdis (Traviata, Boccanegra, Otello) más Nedda, Micaela y Margherite en el Faust de Gounod constituyen en las últimas temporadas la base de su repertorio. La sensación general de su interpretación de Mimì fue de cierta decepción. Creemos que el público esperaba más de ella en lo que la mayoría reconoce como su mejor rol. Su "Mi chiamano Mimì" fue de bella factura pero no caló en el público. Algo mejor en "Donde lieta uscì" y en el dúo posterior "dunque è proprio finita" (momento mágico de la obra para el que escribe) mientras que faltó dramatismo en su dúo previo con Marcello.
      El italiano Stefano Secco  volvía a ABAO como Rodolfo, tras su Macduff y Gabriele Adorno, de hace un par de años. Secco nunca será un tenor mediático ni creemos que lo pretenda. Ya sabemos que para eso se necesita una combinación de ingredientes de las que carece, sobre todo en el aspecto físico. En este sentido será difícil que su prestación marque el éxito de una función pero también será complicado que la arruine. Secco cubre un puesto necesario para las casas de ópera ya que cantantes mediáticos hay contados y, por pura ley de oferta y demanda, su precio cotiza alto. Ofrece maneras de auténtico canto italiano, con voz esmaltada, generosidad y entrega en el fraseo, seguridad en prácticamente todos los registros, aunque el paso al agudo ofrezca aquí y allá sonido pseudoestrangulado, y eso es ya suficiente bagaje para que no le falte trabajo y lo encontremos en los principales teatros del mundo. Siempre ha sido un cantante valiente y honesto, que da todo lo que tiene y prácticamente desconoce lo que es reservarse. No sabríamos decir si su instrumento es bello o no, creemos que es una cuestión discutible. Diríamos que es bello por momentos y por zonas. Su repertorio es extenso y se enfrenta con la misma confianza a un Edgardo de Lucia que a un Don José de Carmen, a Verdi que a Puccini. No en vano y sin hacer demasiado ruido, ha sabido hacer valer sus activos y se ha hecho un hueco indiscutible en los cartelones de los teatros más punteros. Su versión de Rodolfo fue sentida, sin recurrir a la comodidad de bajar medio tono la "gelida manina". También se atrevió a terminar arriba el "amor, amor" con el que se cierra el primer acto y, como es norma en él, no se escondió en ningún momento.
      De sobresaliente debemos calificar la prestación de la valenciana Carmen Romeu como Musetta, papel que ya presentase en Valencia a finales del año pasado. Voz de muchos quilates y no menos importantes maneras canoras, todo ello aderezado con una óptima prestación escénica, dio lugar a la que, en nuestra opinión, fue la interpretación más completa y redonda de la noche. Ya nos gustó especialmente su Marina en el teatro de la Zarzuela, hace apenas 2 meses, y nos sigue pareciendo una de las voces más importantes que ha dado España en los últimos años en la cuerda sopranil. El instrumento es denso y carnoso, con graves notoriamente desarrollados y agudo concentrado y resuelto. Sus particulares cualidades tímbricas han hecho que el propio Alberto Zedda la haya elegido para interpretar el rol de Elena en la Donna del Lago que se presenta este verano en el Festival de Pesaro, papel que está en algún punto intermedio del registro de soprano y el de mezzo y del que se han apropiado tanto mezzos líricas con agudo y agilidad, como Joyce di Donato, como sopranos con consistencia en el grave. Su "Quando men vò" resultó especialmente comedido y musical, sin excesos y sin la sobreactuación vocal de otras colegas.
      El jovencísimo barítono veronés, Simone Piazzola, de apenas 28 años, se presentaba de nuevo en el Euskalduna tras el impacto que causó su Paolo en Simon Boccanegra en la temporada anterior. Voz dúctil, pastosa, aterciopelada y homogénea se suma a la generación de colegas de cuerda italianos como Gabriele Viviani, Massimo Cavaletti o Fabio Capitanucci, que sin poseer instrumentos especialmente únicos, siguen la tradición de esa particular escuela de canto que podríamos bautizar como "italianità". En esta ocasión quizás nos ha parecido la voz de Piazzola un poco más limitada de volumen que cuando le oímos en el mencionado título verdiano aunque de gusto y musicalidad más refinada que entonces luciendo en este caso fluidos ascensos a un registro agudo donde se le intuye cómodo. Es una voz lírica, de cierto empaque, cuya carrera se ha labrado principalmente en teatros italianos con roles como el propio Marcello, Germont, Enrico y Posa y que creemos que, dada su juventud y sólida técnica, dará que hablar en los próximos años.
      Colline fue interpretado por el bajo nacido en Parma, Roberto Tagliavini, al que también se había tenido ocasión de escuchar en el escenario bilbaíno como Frère Laurent en el Romeo et Juliette de 2011. Lo mejor de este artista es su musicalidad y su registro central, quedando escaso en el grave y no especialmente desahogado en el agudo. Su juventud también le augura una carrera halagüeña en roles de bajo cantante y en el repertorio belcantista y rossiniano como el Raimondo de Lucia, el Conte Rodolfo de Sonnambula o el Lord Sydney de Il Viaggio a Reims. Esperemos que sus incursiones en los papeles más exigentes de Verdi se dosifiquen adecuadamente y se adapten a su evolución y madurez vocal. Su "vecchia zimarra" fue dicha con sentimiento y buen concepto de la media voz, siendo este un aria que, por otra parte, casi todo los bajos, hasta los más limitados, son capaces de sacar adelante de una manera más que digna.
      Manel Esteve
, como Schaunard, lució su habitual seguridad escénica (se nota que lo pasa en grande sobre el escenario) así como una voz de barítono lírico, no especialmente sonora, pero de volumen suficiente para hacerse oír en su "racconto" de presentación. Su versatilidad y buenas dotes actorales seguirán proporcionándole trabajo a pesar de la crisis.
      Completaban el reparto Alberto Arrabal en el habitual doblete de Benoît y Alcindoro, roles que no le proporcionan oportunidad de lucir sus cualidades canoras como barítono lírico con un material vocal notable. Bastante discreto el Parpignol de Martín Barcelona y afinada aunque con dificultad para hacerse oír en el inmenso Euskalduna la niña del Leioa Kantika Korala  en su frase "vo la tromba il cavallin". El Coro de Ópera de Bilbao estuvo cumplió en su breve pero compleja intervención del segundo acto, probablemente, uno de los fragmentos puccinianos más difíciles de concertar, junto al tercer acto de Fanciulla del West.
      La producción presentada está firmada por Emilio Sagi habiéndose estrenado en la Ópera de Oviedo en el año 2000. El haber sido concebida para un escenario de dimensiones limitadas, como el del coliseo ovetense, ha ocasionado una evidente desproporción entre el tamaño de la escenografía y el del escenario del Euskalduna en el primer y último actos. La estrechez y profundidad del espacio escénico en los cuadros desarrollados en la buhardilla ocasionó más de una molestia a los espectadores de las localidades más laterales (y no especialmente económicas), en las que el recinto es pródigo debido a su peculiar concepción. Dejando aparte la idoneidad de la producción en este aspecto la originalidad de la misma está limitada al más que trillado argumento de adelantar temporalmente la historia original aludiendo a lo inmortal de lo que en ella se narra. La iluminación de Eduardo Bravo es uno de sus puntos fuertes. La dirección escénica de Javier Ulacia así como la escenografía del desparecido Julio Galán se circunscriben perfectamente a la historia narrada en el libreto con la inclusión de algunos elementos propios de la coyuntura del Paris de los 50 como la escueta manifestación feminista del final del segundo acto.
      Este es el último título que presenta la ABAO en su temporada 2012-2013. Ayer tuvo lugar la última de las programadas dentro del ciclo Opera Berri. Como es habitual, a principios de junio será presentada la próxima temporada en un evento que contará con alguna sorpresa canora.
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