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PATRIZIA CIOFI, soprano: 'LOS TEATROS ME BUSCAN SOBRE TODO PARA BELCANTO'

17 de junio de 2013
PATRIZIA CIOFI, SOPRANO: "LOS TEATROS ME BUSCAN SOBRE TODO PARA BELCANTO"
Por Alejandro Martínez
Patrizia Ciofi es una de las cantantes más carismáticas del panorama operístico actual. Poseedora de una voz tan dúctil como reconocible, la soprano italiana habla para Codalario sobre sus proyectos y da su opinión sobre el mundo del belcanto.

¿Cómo definiría el belcanto?
   No lo definiría tanto como un repertorio sino como un estilo, como una forma de cantar que va más allá de una serie concreta de compositores. El belcanto es la capacidad para recrear colores, para obtener un sonido mórbido. Es sobre todo una habilidad que se adquiere y se desarrolla con el tiempo. Por eso no es únicamente un asunto de voces jóvenes, ligeras y brillantes. Es la capacidad, que se tarda años en adquirir, de manejar la voz como un instrumento dúctil y elástico. El belcanto está hecho de voz, sí, pero sobre todo de expresividad. La coloratura del belcanto no es nunca tan sólo instrumental, siempre trae consigo un sentido, un sentimiento, un temperamento... Un intérprete de belcanto debe sobre todo lograr ese pleno domino de su instrumento, de tal modo que pueda satisfacer todas esas inflexiones, todos esos colores, esa morbideza en la expresión, etc. Se trata de conseguir un canto rico y variado, hecho de claroscuros, de contrastes entre piani y forti, etc. Hay que recrear la diversidad misma de la voz a través del canto, convirtiendo el virtuosismo instrumental en expresividad. Lo cual no está reñido con la predominancia de voces limpias, redondas, bellas. Al contrario, eso añade valor al intérprete belcantista, pero se trata siempre de vitar la mecanicidad en la interpretación, algo que sí podría servir en repertorios más antiguos, en cierto barroco, en un Vivaldi o también en cierto Rossini, por ejemplo, donde las agilidades no traen consigo tantos sentimientos y tienen, aquí sí, mucho de virtuosismo, brillante, como un fin en sí mismo. El belcanto implica siempre algo más, una expresividad que va más allá.
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Rossini, Donizetti, Bellini... los tres se engloban bajo la común etiqueta del belcanto pero de hecho son muy diferentes. ¿Qué tienen en común y cuáles son sus diferencias, manteniendo su espíritu belcantista?
   Rossini, también en el caso del Rossini serio, es tremendamente instrumental. Requiere una coloratura mucho más vivaz, rápida, casi nerviosa. Sus partituras construyen la emoción a menudo con este vértigo de notas. Rossini es el principio del belcanto, donde todavía la instrumentalidad tiene un protagonismo como fin en sí mismo. Con Bellini entramos en un universo distinto. Es el maestro de la melodía, con ese sonido sostenido largamente que trasluce el canto del alma... Es expresividad pura. Demanda una emisión angélica, pura. Bellini es la esencia del belcanto donde la forma y la expresión se funden, incluso en las cabalette. Es el más humano de los belcantistas. Donizetti es el más teatral de todos. Hay un mayor dramatismo en el seno de sus partituras, un punto spinto, al margen del virtuosismo que resta. Detrás de la línea belcantista hay siempre, en Donizetti, una sombra de tragedia, de drama... hay sangre (risas). No existe ya la melodía pura y estamos de hecho en la antesala de Verdi, donde hay ya un belcanto totalmente vinculado al texto, a la palabra, al teatro, puro drama.

Su repertorio Verdiano incluye Traviata, Rigoletto, Falstaff... y ahora va a incluir el Oscar de Un ballo in maschera. Es una circunstancia ciertamente simpática que incluya este papel a estas alturas de su trayectoria.

   Sí (risas). Es un debut curioso. Tiene su historia. Fue una propuesta de mi agente y de La Scala para conmemorar a mi manera el año Verdi. En un primer momento me pareció una broma. Es un papel para voces jóvenes, brillantes, frescas... Así que finalmente lo he tomado como un compromiso divertido, casi como una ocasión para volver a ser joven (risas).

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A menudo se hablar de la expresión a través del color. Usted misma aludía al color vocal hablando del belcanto. ¿Cómo se trabaja la coloración de la voz, la expresión a través de los colores? ¿Es una cualidad ya inscrita en la voz o una destreza que se adquiere a posteriori?
   Buena pregunta. Yo diría que se trata de ambas cosas. Hay voces con una naturaleza más mórbida, con más facilidad para transitar por piani, forti, sfumatture, etc. Pero la técnica es fundamental también. Es el vehículo, de hecho, que nos permite sacar afuera toda la riqueza de la voz. El color es una modalidad del canto que consiste en enriquecerlo, en alejarlo de una línea monótona y aburrida. Una voz hermosísima puede sorprender en una primera instancia, pero si canta siempre con la misma intensidad, sin modular, sin variaciones de dinámica, etc., se convierte en un la voz de un intérprete que no es comunicativo. El canto es precisamente esa variedad que se consigue con el color, con la capacidad de enriquecer la voz, de dotarla de de movimiento y de vida. Cuando comenzaba a estudiar recuerdo que mi maestra me decía que el canto está hecho de momentos en los que lo das todo y de momentos en los que debes recogerlo todo. Yo sigo muy de cerca esta indicación. El canto está hecho de ese contraste, de esa variedad, es movimiento. Es un juego de energías, de intensidades. Aprender a dominar ese juego es lo que al fin y al cabo indicamos cuando hablamos del color en la voz. Y, al fin y al cabo, es una capacidad técnica que se aprende con el tiempo, al margen del material de partida, que es importante, pero no decisivo.

Mozart permanece en su repertorio. Interpretó Donna Anna el año pasado en Peralada, por ejemplo. ¿También hay mucho de belcanto en Mozart?

   Sin duda. Como decía antes, el belcanto no es sólo un repertorio concreto, ligado a una serie de compositores. Es un estilo y se puede extender a prácticamente todos los compositores. Es el caso de Mozart, desde luego, donde se demanda además un sonido limpio, impoluto, una vocalidad sin portamenti, de nuevo con un punto instrumental. Pero hay tantas posibilidades de expresión, tanto color en Mozart...

¿Cuáles son los roles de Mozart que permanecen en su repertorio?

   La Donna Anna, sobre todo. Tengo una posibilidad a la vista para debutar la Elettra del Idomeneo. Pero creo que a día de hoy los teatros no piensan en mí cuando preparan el reparto para un Mozart. Me buscan sobre todo para el belcanto, precisamente en el sentido que antes evitábamos, es decir, para cantar Rossini, Bellini y Donizetti, apenas nada más, aparte de Verdi. Los años próximos debutaré varios roles, y la mayor parte, salvo excepciones se ajustan a este planteamiento. Debutaré Luisa Miller, también Mimí en La Bohéme, algo quizá menos esperado en mi caso, en París, en una versión en concierto. Poco a poco voy a ir explorando otros horizontes, aunque creo que mi voz está a día de hoy muy bien en el repertorio que compone mi agenda estos últimos años, al margen de que la voz ha cambiado, por supuesto.

 

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¿Cómo ha cambiado su voz?

   Del mismo modo que cambia nuestro cuerpo con el paso de los años. Se ha convertido en un instrumento algo menos ligero, con un sonido más generoso, menos dado quizá al virtuosismo de mis primeros años. Pero todo tiene sus pros y sus contras y es cuestión de sacar partido a esas facultades en cada momento.

¿Cuáles son esos nuevos horizontes de repertorio a los que aludía? ¿Algún otro Verdi?

   Sí, un repertorio más lírico que ligero, podríamos decir, pero con mucha cautela y sin pretensión alguna. Mimí, como decía, Luisa Miller, etc. He tenido propuestas para hacer la Desdemona del Otello verdiano, pero prefiero evitarlo por momento. Encuentro más confianza en el repertorio belcantista, que siento como mío, mientras que caminando hacia un repertorio más lírico habría de vérmelas con sopranos que tienen verdaderamente unos medios, por naturaleza, más dotados para esos papeles, por mucho que por técnica pudiera yo sacarlos adelante. No tengo interés o ambición en una trayectoria así. Prefiero seguir haciendo bien lo que creo que hago bien.

¿Y algún papel que le gustaría debutar pero que nadie le ha propuesto todavía?

   He tenido la suerte de hacer prácticamente todo lo que me ha interesado. Sí me gustaría mucho retomar algunos papeles que hace años que no canto, como la Manon de Massenet, o la Ophélie de Hamlet, que hay planes para volver a hacer en dos o tres años. También Maria Stuarda, que he podido hacer en un par de ocasiones, es un repertorio que querría retomar, porque da mucho juego en la imbricación entre teatralidad y canto puro, belcantista.

¿Cuándo regresa a España, además de La Sonnambula del Liceo?

   También haré Traviata en el Liceo, en la siguiente temporada, la 14/15. Y hay planes para regresar a Bilbao en 2015, pero todavía no puedo comentar nada concreto al respecto.

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