CODALARIO, la Revista de Música Clásica

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CRÍTICA: JESSICA PRATT, UNA EXCELENTE'GIOVANNA D'ARCO' EN EL FESTIVAL DEL VALLE D'ITRIA DE MARTINA FRANCA. Por Andrea Merli

28 de agosto de 2013
Foto: Cortesía del Festival del Valle D`Itria
 
  LA HEROÍNA FUE JESSICA PRATT
 
GIOVANNA D'ARCO - Giuseppe Verdi. Giovanna: Jessica Pratt, Carlo VII: Jean-François Borras, Giacomo: Julian Kim, Delil: Roberto Cervellera, Talbot: Emanuele Cordaro. Director: Riccardo Frizza. Dirección de escena: Fabio Ceresa. Vestuario: Massimo Carlotto. Luces: Giuseppe Calabrò. Coreografia: Luciana Fumarola. M° del coro: Franco Sebastiani. Palazzo Ducale, 28 de julio 2013.

     Ópera de escasa presencia en los escenarios mundiales, ésta que se ofreciò en Martina Franca fue, de hecho, la única propuesta escenificada en este aniversario de los 200 del nacimiento de Giuseppe Verdi, siendo en forma de concierto la que se propuso en Salzsburgo, contando en el reparto con el inoxidable Placido Domingo que, recuperado en tiempo record de la embolia pulmonar que sufrió tras la unica funciòn de Nabucco, el pasado 4 de julio en la Arena de Verona, pasará a la historia cual "superman" de la ópera.
     Empecemos pues con la auténtica revelaciòn de la velada, en esa apacible noche en el Valle d'Itria, tierra de los "trulli": encantadoras construcciones en piedra y en forma de cucurucho, que caracterizan este rincón maravilloso del Bel Paese. El baritono coreano Julian Kim interpetó el tremendo papel de Giorgio, uno de los más complicados de la amplia galería verdiana de padres atromentados, y en este caso delator de su propria hija, Juana de Arco. 26 primaveras y recien cumplido el servicio militar obligatorio en su Pais, este joven hizo gala de una voz amplia, completa en la gama y perfectamente impostada -con una "scuola italiana" que muchos italianos, precisamente, persiguen sin alcanzar- y, lo que resulta francamente increíble, una madurez interpretativa fuera de serie, aunque sólo sea por el mero hecho de ser tan joven. Pronunció en italiano  perfectamente, "ça va sans dire" que dirían los gabachos; fraseo y acento pertinente, una capacidad en matizar, reforzar el sonido sin empujar, sin esfuerzo y sin gritar; todas calidades que raras veces se escuchan en cantantes de más solera y larga carrera. En fin, el que diga que no hay voces ni esperanza para la ópera, aquí tiene un elemento a seguir con mucha atención y que, recordando al joven Capuccilli, abre el corazón y los oidos a la esperanza.

    También resultó una delicia oír a la joven pero ya afamada y conocida Jessica Pratt. El que firma se enorgullece, perdonen la inmodestia, de haberla "descubierto" en su primerisimo debut en Italia, cual Lucia de Lammermoor, con el circuito regional lombardo del As.Li.Co., en el Teatro Sociale de Como. Voz de lírico ligera, con facilidad pasmosa al sobreagudo y una fluidez en las agilidades que hacen pensar y con razon en su compatriota Joan Sutherland. También por la figura imponente, con el añadido de una cara expresiva, bonita y gentil. La bella Jessica, enfrentándose con su segundo rol verdiano (el precedente fue el de Gilda en Rigoletto) aceptó un reto: el de una particella mas bien pesada, también por el tejido orquestal y por la vehemencia que la frase alcanza en el canto, sobre todo en los dúos con tenor y barítono. La inteligente artista, sin embargo, no ha forzado el precioso istrumento. Todo lo contrario, sostenida por una dirección atenta a no ponerla en dificultad -la batuta confiada a Riccardo Frizza- ha superado con greces la prueba "con su voz" sin intentar inutiles, cuan peligrosos affondi en zona grave. Por supuesto ha coloreado las cabalettas, las strette en los concertantes y en los dúos, con su brillante registro agudo. Y ha sido una lluvia de diamantes. Mi bemoles y res perfectamente centrados. Lo que también impresiona es el gusto para el legato y la capacidad de pillar las notas agudas en pianisimo sin perder ni el fiato ni la afinacion. Estamos, evidentemente, en un terreno que por ahora no puede ser el suyo de elección, ya que Pratt sigue siendo una referencia en Bellini y en cierto Donizetti: pero la apuesta, que tal es el caracter del Festival, ha salido ganadora y por supuesto ha sido, y con razÓn, la triunfadora de la noche.
     Al triunfo no pudo faltar el muy buen tenor frances Jean-François Borras, el único que tenia ya entrenado el papel de Carlos VII, habiéndosele ofrecido la ocasión de cantar la ópera en Francia. Se confirma como un excelente tenor lírico, con buena capacidad en el repertorio verdiano, donde los tenores tienen siempre manera de lucirse, pese a que este papel quede un poco en la sombra, siendo los otros dos dramaturgicamente mas destacados.
     Completaban el reparto el muy buen bajo Emanuele Cordaro, Talbot, y el correcto tenor Roberto Cervellera, Delil. La puesta en escena fue "minimalista" y no por falta de ideas. Sencillamente por falta de... subvenciones. Esta temporada sufrió un recorte de un millon de euros, lo que para un festival de estas dimensiones, casi casero, representa un crimen, un auténtico asesinato. Y más teniendo en cuenta que se premian festivales donde se despilfarran los euros, realidades menos importantes y con muchos menos méritos. Empezando por el de llenar completamente el aforo. La afluencia de público internacional y siempre numeroso, es también una buena novedad para Martina Franca: todas las funciones han registrado el agotamiento de localidades. La presencia, el día del estreno, del actual ministro de Cultura -que varía con los gobiernos y por lo tanto a ver si dura...- fue significativa y esperanzadora para todos y, sobre todo, para los organizadores: el mismísimo presidente, el profesor Franco Punzi, puesto a hablar en una rueda de prensa con público, se las cantó bien claras al politico de turno.
    La producción se confeccionó con "restos" de las escenografías precedentes, guardadas en los almacenes, con un vestuario sencillo, sin ser ramplón, y con toda la buena voluntad, también por parte del público, en aceptar un trabajo muy digno por parte del director Fabio Ceresa, otra criatura del Festival que demostró, como saben hacer los mas hábiles cocineros, cómo se puede cocinar con las sobras, haciendo lo que en el lenguaje de cocina se define como "safari en la nevera", una opípara cena: una útil y coherente dirección de escena.
     La dirección orquestal, como se ha anticipado, corrió a mano de Riccardo Frizza, que domina el oficio y que supo mantener la calma y, con pocos ensayos, realizar una labor ejemplar.  Está claro que su lectura podrá en un futuro ser mas profunda y entrar más en las dinámicas y en una elección más refinada de los tempi que esta partitura erróneamente considerada "menor" requiere y exige. Poder "cuadrar el círculo", como se dice en estos caso, fue su principal mérito. Eso sí, con el buen coro del Teatro Petruzzelli de Bari, dirigido por el maestro Franco Sebastiani, y con la renovada Orchestra Internazionale d'Italia, que nunca sonó tan bien hasta ahora y que pudo pasar tranquilamente del Wagner mas ímprobo al Verdi aparentemente mas fácil.
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