CODALARIO, la Revista de Música Clásica

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CD: 'GARY GRAFFMAN INTERPRETA SCHUBERT'. Por Gonzalo Lahoz.

12 de diciembre de 2013
   Entre los melómanos de nuestro país lo más probable es que muchos nombres se crucen por la cabeza al hablar del piano en Schubert antes del de Gary Graffman (de hecho su misma casa discográfica le anuncia ya como el profesor de Lang Lang).
   En efecto, no se puede dejar de pensar en las manos de Brendel, Kempff, Kissin, Perahia o Rubinstein, por citar tan sólo unos pocos; tampoco podemos olvidarnos de la mítica versión de Richter, cuya desaparecida casa EMI lanzaba de nuevo al mercado siempre que podía, contándose por decenas sus reediciones. Pero quizá unos pocos (o no tan pocos, quién sabe), especialmente de generaciones más maduras, sigan recordando las malogradas manos del estadounidense Graffman, quien en 1979 y con 51 años de edad tuvo que reducir su repertorio a aquel escrito para mano izquierda, al dañarse el dedo anular de su mano derecha, con un esguince que durante dos años le obligó a forzar su técnica con fatales resultados para su carrera.

   La lectura de la Fantasía Wanderer por parte de Graffman es realmente encendida, excitante, marcando de veras el Allegrocon fuoco y apartando a un lado el "ma non troppo" cargando más la lectura por el lado puramente vistuosístico, fastuoso, que en un juego de dinámicas de mayor enjundia. No hay medias tintas en esta lectura en la que acelera o ralentiza el tempo de manera significativa, adelantando incluso al legendario Richter, ya rápido de por sí. Con un fraseo mucho más marcado y un uso digamos no excesivo del pedal, el estadounidense se supera a sí mismo en su primera grabación para RCA, donde también tocó la misma pieza de Schubert. Aquí encontramos una concepción más definida, escúchese como deja morir el sonido en el Adagio, cosa que en su toma de 1956, por lo general aún mucho más rápida, no se produce, construyendo una lectura desde luego alejada de los cánones, digamos más vieneses, a los que estamos más acostumbrados.

  Con la Sonata póstuma en Do menor D.958 ocurre prácticamente igual. No es un Schubert emotivo, es un Schubert rotundo, vital, enérgico, de gran virtuosismo técnico en las codas de los Allegro que abren y cierran la pieza. Encontramos un juego en 6/8 muy bien llevado en la tarantella, quizá algo pobre en el cambio de dinámicas en comparación con otros insignes pianistas como es el caso de Pollini o Brendel.

  En definitiva no es la versión, es una versión, bien planteada, bien tocada, aunque discutible pues en según que aspectos dinámicos en la que se puede terminar con la sensación de que hay prisa, que urge llegar a un final... cuando con Schubert nunca se llega a un final.
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