Hay directores especiales que, por su talento y carisma, consiguen aunar las voluntades de los músicos casi de manera natural. David Lockington es sin duda uno de ellos y, aunque todavía no le hayamos perdonado la versión fuera de estilo que en su día ofreció de la Séptima sinfonía de Beethoven, reconocemos con gusto que estamos ante un hombre de gran sensibilidad y personalidad, ante un director de notable talento que merece protagonizar lo fundamental de este artículo. De esta forma, el quinto concierto de abono de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias resultó más interesante y emotivo de lo que viene siendo habitual encontrarse en su temporada. El programa y los artistas invitados merecían la pena. Por un lado, el joven y brillante violinista húngaro Kristóf Baráti y, por otro el propio David Lockington, principal director invitado de la OSPA y uno de los nombres interesantes que salieron del ineficaz y excesivamente largo proceso de selección del titular del conjunto asturiano. Debería preocupar a la orquesta el poco público que asiste a los conciertos. Es una pena que un concierto tan interesante no esté refrendado con muchos más asistentes.
Lockington dirigió a un gran nivel un programa complicado y, con las inseguridades puntuales que tienen cabida en todo concierto, la velada fue más allá de la eficacia hasta resultar placentera y, en algún momento, conmovedora. Las Danzas de Galanta de Kodály sirvieron para mostrar la calidad de José Morató como trompista y Andreas Weisgerber como clarinetista. Weisgerber estuvo espléndido durante toda la noche, con un sonido pleno y cálido que llamó poderosamente la atención. La obra de Kodály, seguramente una de sus piezas más populares, estuvo muy bien llevada por un Lockington siempre atento a las marcas, e interesado por extraer el carácter local de una pieza atractiva, en la que la OSPA mostró una buena compenetración que -con algunas irregularidades- fue norma durante la velada. Es muy agradable observar visualmente a una orquesta cuando hay un director que consigue obtener una energía especial del conjunto, una uniformidad de criterio y sonoridad que logra hacer olvidar la idiosincrasia de cada músico y sección individualmente para permitirnos alzar la vista desde una perspectiva más global. Con Lockington al frente, parece fácil adivinar la gran orquesta en que podría llegar a convertirse la OSPA. No es fácil encontrar a un director que saque lo mejor de un conjunto. Creemos que él posee esta cualidad.
Kristóf Barati llegó a Oviedo con su Stradivarius "Lady Harmsworth" para demostrar que, pese a su juventud, posee una brillantez técnica asombrosa, a la altura de la belleza de sonido de su instrumento. El Concierto para violín y orquesta de Dvorak es una obra muy difícil de tocar y dirigir y, sin embargo, la versión resultó atractiva, de un estilo vibrante y rebosante que también hubiera agradecido una mayor serenidad estética y un estilo más elegante y maduro, así como un concepto rítmico más estable y claro. La sonoridad del violín, siempre reluciente, con unos agudos bellísimos y transparentes, no siempre fue impoluta de afinación. Baráti demostró ser un instrumentista de excepción con la interpretación de Obsesión, primer movimiento de la Sonata nº 2, op. 27 para violín solo de Ysaye, una pieza que incluye de manera evidente y reiterada la melodía del Dies irae, la conocida secuencia medieval.
Lo más interesante de la noche fue la versión que Lockington y la OSPA realizaron de la Sinfonía nº 1 de Sibelius, una obra de un atractivo muy especial, de una sonoridad y estética que hay que cuidar con esmero para no excederse en su color o intensidad expresiva. Los reguladores del viento metal sonaron equilibrados y expresivos, la línea melódica de la obra, entre adusta, elegante y musical, características que, en el último movimiento, ya cerca del final, nos resultaron conmovedoras. Es cierto que el segundo movimiento no fue de lo mejor que Sibelius dejó escrito, pero todo lo demás deja constancia de un talento de cierta originalidad, de una música apasionada e inteligentemente escrita.
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