CODALARIO, la Revista de Música Clásica

Críticas 2014

Crítica: Rubén Gimeno dirige la "Novena" de Beethoven en el Palau de la Música, con la Orquesta Sinfónica del Vallés

28 de mayo de 2014
Rubén Gimeno

POLITIZANDO, QUE ES GERUNDIO

Por Alejandro Martínez

24/05/2014 Barcelona: Palau de la Música. Orquesta Sinfónica del Vallés, Rubén Gimeno, dir. Cor de Cambra del Palau de la Música (Josep Vila y Cañas, dir.). Polifónica de Puig-Reig (Ramón Noguera, dir.). Marta Mathéu, soprano. Gemma Coma-Alabert, mezzo. David Alegret, tenor. César San Martín, bajo. 

   Sorprende comprobar hasta qué punto se han politizado en España algunas manifestaciones culturales. Incluso cuando se hace con buen tono, de forma anecdótica e incluso con simpatía, como fue el caso en el concierto que nos ocupa, queda un regusto extraño al fondo, como si en última instancia lo importante no fueran ni la música ni el arte, sino el ascua al que se arriman. Y decimos esto porque el concierto que nos ocupa se cerró con una singular propina: el final del movimiento coral de la Novena de Beethoven pero interpretando aquí el texto alemán en la, por otro lado, estimable traducción al catalán de Joan Maragall. Se animó al público incluso a sumarse a la interpretación, en busca de una gran comunión, seamos sinceros, más política que cultural. La circunstancia era muy llamativa: la música más universal del genio de Bonn apelada desde una manifestación cultural tan local (y respetabilísima y rica, huelga decirlo) como la lengua, el catalán en este caso. ¿A lo universal por lo local? Paradójico requiebro, cuanto menos.

   Pero hablemos de música. Antes de acometer la citada Novena de Beethoven, se interpretó Vent transparent de Ramón Humet, un compositor barcelonés galardonado en 2007 con el Premio Internacional de Composición Olivier Messiaen. Estamos ante una obra de evocaciones budistas, inspirado, según reza el programa de mano, en un poema de un monje zen Daido Ichi’i: La música del no ser / llena el vacío: / sol de primavera, / blancura de nieve, / nubes brillantes, / viento transparente. Vent transparent es así una de las cuatro partituras que se recogen en La música del no ésser. Claramente deudor de las sonoridades de Messiaen y su generación, en esta partitura de Humet estamos ante una música que comienza con interés y termina con tedio, agotada su inspiración en los dos primeros minutos de música, que parecen repetirse con variaciones dispares después, en una huida hacia adelante. Quizá en el seno del ciclo de cuatro piezas al que pertence encuentre mejor acomodo que en este programa, donde sólo cabe justificar su presencia de un modo un tanto rebuscado, aludiendo a la universalidad que esta obra de inspiración budista pudiera compartir con la partitura de Beethoven.

   Tras un descanso demasiado largo para los apenas doce minutos de música que se habían escuchado, se acometió el plato fuerte del concierto, la Novena sinfonía de Beethoven. Al frente de la batuta se disponía el titular de la Orquesta Sinfónica del Vallés, desde 2009/2010, Rubén Gimeno, que expuso unos tiempos francamente interesantes, vivos y casi vertiginosos, pero que requerirían de una orquesta más virtuosa para llegar a buen puerto. La Orquesta Sinfónica del Vallés es una formación digna, solvente, incluso un punto más que solvente, pero no lega a esas cotas de genialidad que harían falta para culminar una versión como la dispuesta por Gimeno, digamos, a lo Chailly. Del esforzado, aunque discreto, cuarteto vocal, destaco la voz luminosa y solvente de la soprano Martha Matheu. La suma de dos masas corales, el Cor de Cambra del PMC y la Polifònica de Puig-reig, dio también un resultado suficiente, más firmes las voces masculinas que el componente femenino, donde se apreciaba una tendencia continuada al forte, a veces un tanto chillón. En términos generales, sobre todo por lo que hace al coro, pero también en referencia a la orquesta, se echó de menos una mayor gradación de intensidades y dinámicas. Es comprensible: con esos mimbres no se puede aspirar a todo, tanto a la vivacidad y el vigor de los tiempos llevados por la batuta como a la densidad de intensidades que reclamamos. En todo caso, una Novena más que digna.

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