Una entrevista de Aurelio M. Seco
Componente de la Generación del 51, de la que pronto se alejó volviéndose hacia el pasado inmediato por pura convicción estética, Antón García Abril (Teruel, 1933) vive uno de los momentos más dulces de su trayectoria como uno de los compositores españoles más conocidos y reconocidos dentro y fuera de nuestras fronteras. Creador de inolvidables partituras para series de televisión, del Himno de Aragón y de una obra musical fuertemente marcada por la melodía, García Abril nos habla en esta entrevista de sus inquietudes artísticas, de su opinión sobre la cultura musical actual y de lo poco que se programan en la actualidad las obras de nuestros compositores, un leitmotiv bastante recurrente en nuestro país.
Usted es uno de los pocos compositores españoles contemporáneos que parece haber convencido a Tirios y Troyanos.
Todo es siempre relativo, pero uno de los grandes premios que puede tener un compositor es ser valorado, primero por sus intérpretes y luego por el público. Desde luego, yo me siento muy valorado por los intérpretes, los pianistas, cantantes, directores o guitarristas que han interpretado mis obras. Siempre he sentido que han tenido una especial atención y valoración hacia mi música y, por descontado, si esto sucede con los intérpretes, que son los que llevan a adelante la obra de los compositores y la proyectan sobre los oyentes, creo que también el público está en esta misma línea. Es verdad que, normalmente, mis obras son muy bien acogidas por el público, lo que me hace sentir muy satisfecho porque, en definitiva, los compositores escribimos para nosotros, pero nuestro proyecto, por lo menos el mío, es conectar con los demás amantes de la música. De alguna forma, nuestra obra es un lenguaje de comunicación. Me siento muy satisfecho de que el público lo haya entendido tan bien y lo sienta tan cerca. ¿Qué podría haber creado también otra serie de obras? Puede ser.
¿Alguna frustración como compositor?
En un creador siempre hay frustraciones. Reconozco que, en mi caso, desearía que alguna obra que he compuesto fuese más valorada, por ejemplo, mi ópera Divinas palabras, que fue estrenada en el Teatro Real de Madrid con un gran elenco de cantantes, directores y escenógrafo, capitaneados todos por Plácido Domingo. Puedo presumir en mi ópera del libro, que lleva la firma de nuestro gran dramaturgo Valle Inclán.
¿Por qué cree que no se ha programado más?
Se debe a la incultura total de los responsables de la programación de los teatros. Ningún teatro de ópera de España ha tenido el más mínimo interés en programar Divinas palabras, sin embargo hay óperas de dudosa calidad que se programa con cierta frecuencia.
¿Cómo entiende la creación?
La composición es una expresión donde la libertad debe deominar siempre en todo creador. Creo que tengo claro lo que debe tener una obra para perdurar. Cualquier obra escrita desde la emoción y bien construida intelectualmente puede acercarse a instalarse en el futuro. Sin emoción, sin que la obra esté bien hecha –trazada técnicamente- , es difícil que tenga futuro. No todo el mundo está en condiciones de saber si una obra está bien hecha o no. El gran público, desde luego, no siempre.
Es algo que sabemos solamente los que somos conocedores de la técnica compositiva. Desgraciadamente, muchas veces el público no sabe valorar cuándo una obra está bien hecha y cuando no lo está.
¿Qué falla?
La cultura musical. Lo que se enseña en los colegios es absolutamente banal e inconsistente. Cuando se habla de la música en los colegios e institutos españoles habría que hablar de la ‘gran música’, la que conecta con la europea, norteamericana y sus grandes tradiciones compositivas. Por desgracia, la música que proviene de movimientos como el pop, rock o similares, es la que ha inundado el mundo, con los subproductos musicales que están ahí, tan presentes que todos podemos sentirlos cada día. Es una tragedia cultural y no lo podemos remediar. Es posible que las generaciones futuras se den cuenta de que no se pueden nutrir exclusivamente de los géneros y formas banalizantes.
¿Cuál ha sido la importancia en España de la Generación del 51, a la que usted mismo pertenece?
Han quedado las obras que tienen interés y, las demás, han desaparecido. En España, el movimiento generado entonces sirvió para confirmar y reafirmar la idea de la gran música. En su día, el trabajo desarrollado por los compositores que tradicionalmente se cuentan dentro de esta generación, como Cristóbal Halffter, Ramón Barce, Manuel Carra, Luis de Pablo y yo mismo en Madrid, y Juan Hidalgo, Mestres-Quadreny, Xavier Benguerel, en Barcelona, sirvió para descubrir y estudiar en España las vanguardias europeas, para. Efectivamente yo formé parte de este movimiento, pero de inmediato renuncié a sus procesos ténicos-estéticos. Se puede decir que siempre he estado al lado de la vanguardia, pero teniendo muy presente dónde estaban mis propias limitaciones como compositor. En el fondo, siempre he creído que la música tiene que ser un arte de belleza sonora y nunca cercana al ruido. Muchas de las propuestas que se han acercado a estos procedimientos, efectivamente se han quedado al margen de la continuidad de la música. En cualquier caso, en el arte en general y, particularmente en el musical, que es ciencia y arte, lo más importante es respetar la libertad del creador. Otro asunto es el del público, que cada vez hay menos.
¿Cómo puede ser la composición arte y ciencia a la vez?
La ciencia actúa como tal al escribir una sinfonía como lo hizo Beethoven o componer como lo hizo Wagner. De alguna forma, el compositor se pone al servicio de un arte-ciencia espiritual y mágico. Sólo hay que observar una obra de Bach para ser consciente del grado de ciencia que habita en él.
¿Usted es uno de nuestros más importantes maestros de composición. En realidad, ¿se puede enseñar a componer?
No se puede enseñar a componer. La composición no se enseña, se aprende. Y se aprende siguiendo las directrices que los grandes maestros han ido agrupando para dejarnos un manjar del que nos alimentamos. A partir de que estemos bien nutridos y que seamos artistas y científicos en perfecto equilibrio, podemos impulsar y propagar un mensaje de interés. El mensaje que han lanzado los compositores en la primera mitad del siglo XX ha sido interesantísimo, sin embargo, en la segunda mitad, se ha convertido en general en un auténtico error histórico.
¿A qué se refiere?
La música tal y como la hemos entendido desde el Barroco hasta la primera mitad del siglo XX hoy ya no existe. La mayoría de los públicos melómanos no aceptan la música que algunos compositores hoy escriben en el formato clásico de concierto. Sin embargo, sí como ilustración de imágenes visuales, pero no para sentarse en una butaca y ungirse colectivamente con el desarrollo de una música de emoción. Esa postura me parece que ya ha terminado.
¿Cuál es la solución?
Hacer la música que nunca tendríamos que haber dejado de hacer. Tenga en cuenta quelo que consiguen las vanguardias es afirmar que lo que estaba bien hecho es lo anterior. Desde luego, lo que la vanguardia ha aportado nos ha servido para investigar, experimentar y desarrollar el lenguaje, para que la retaguardia vaya efectivamente retomando lo mejor de dicha vanguardia y haciendo arte puro con sus avances.
Me decía el compositor Ricardo Llorca que su impresión es que los estadounidenses consideran que los últimos grandes compositores españoles fueron Falla, Mompou y Esplá.
Si fuera así sería un lujo y un gran error a la vez. Soy un gran admirador de la música de Esplá, al que conocí, al igual que a Mompou, pero su música no es fácil que entre hoy en los circuitos que existen dentro de lo que está a la moda. Desde luego, si los americanos pensaran así sería una visión cultural magnífica, pero absolutamente incompleta, después de Falla, Mompou y Esplá, se ha escrito una gran música que nunca podemos ni olvidar ni menospreciar.
¿Qué músicos del siglo XX y la actualidad parecen de interés?
Hay muchos compositores muy interesantes, aunque tengo que decirle que el más interesante para mí soy yo –risas-. Toda la Generación de la República han sido músicos denostados. Compositores de gran talento, como Guridi o Usandizaga y tantos otros, son creadores de gran fuerza.
¿Qué le parece Carmelo Bernaola?
Fue como un hermano para mí. Tenía una formación musical muy clásica y luego se incorporó al dodecafonismo-serialismo. Hizo obras muy valiosas, mezclando tradición y vanguardia. Pienso que ha habido un error de entendimiento de la música en el siglo XX. Cuando surge la Segunda Escuela de Viena, con el dodecafonismo schoenbergiano, muchos creyeron que sólo cabía hacer ese tipo de música. A los que piensan así, yo les invito a que marquen dos líneas paralelas y de un lado pongan a los compositores de la primera mitad del siglo XX que transitaron dando continuidad y avance a la gran música del cercano pasado, y de otro, a los grandes compositores que siguieron los cauces del serialismo. Me parece un ejemplo muy significativo el resultado. Tengo la convicción de que la segunda mitad del siglo XX ha sido en términos musicales un error. Desde los postulados de comunicación que se han propuesto se han generalizado unos sistemas de escritura que de alguna forma ha incluido el ruido como forma de comunicación. ¡Gran error!
¿Por qué, salvo excepciones, ya no se escriben zarzuelas?
No es tiempo de zarzuelas, un género que posee unas connotaciones muy claras respecto al costumbrismo español del siglo XIX y principios del XX. Además, los libretos de zarzuela muchas veces no interesan hoy porque tratan temas diarios que tuvieron sentido sólo en ese pasado.
¿La zarzuela es la ópera cómica española?
Por supuesto, la misma ópera Carmen de Bizet, en el fondo no es más que una bella gran zarzuela.
¿Existe la ópera española en el XIX?
Claro que existe y es una maravilla. Pero no sólo en el siglo XIX. También hemos encontrado grandes óperas españolas en el siglo XVII. El problema estriba en que no son suficientemente conocidas. Lo mismo sucede con las óperas españolas del siglo XX, que hay muchas.
¿Se programa suficiente música contemporánea española?
Decididamente no, pero a este tipo de preguntas no se puede responder únicamente con un sí o un no. Hay que estudiar el porqué. Como músico español, tengo que decir que me parece vergonzosa la programación de algunas orquestas. Hay algunas orquestas que no han programado nunca música española. Si estas orquestas están subvencionada con dinero público, habría que destituir a sus responsables, porque la música española debe de formar parte de su programación. En Madrid la de RTVE, la de la Comunidad de Madrid o la Nacional de España son un ejemplo de programación de música española. Lo difícil es encontrar muchas veces el equilibrio de una tradición que nunca debe desaparecer y la música actual. Luego también existe el problema de la aceptación del público a la música de vanguardia. Compositores jóvenes se están dando cuenta de que hay que volver al humanismo de la música, e introducen los valores esenciales de la música, la melodía, en su propia evolución, la armonía, como valor insustituible para que exista el contraste consonancia-disonancia, y sistemas de contrapunto que permitan un desarrollo comprensivo de la música.
¿En qué trabaja?
No estoy trabajando en ninguna obra en particular y en muchas a la vez. Estoy en un período revisionista. He revisado el concierto para violín y orquesta, Cadencias y mi otra obra, Celibidachiana, que va a interpretar la Orquesta Nacional de Praga en febrero, durante una gira de conciertos.
¿Ha sido Celibidache el mejor director de la historia?
Sin duda ha sido uno de los más grandes. Mantuvimos una relación importante y muy familiar. Era un genio al que Dios dotó de un talento irrepetible. Hay valores que no se pueden estudiar ni en la universidad ni en los conservatorios. Vienen dados por la por la naturaleza. Celibidache nació como un superdotado genial.
Todavía nadie me ha conseguido explicar lo que es la ‘fenomenología’ de manera sencilla
Se trata de conocer y descubrir el significado de cada uno de los elementos que participan en una obra. Todo elemento constructivo que aparece en la partitura produce un fenómeno que está siempre en desarrollo y evolución. Su estudio y análisis configura la fenomenología musical.
¿Sabe que hay directores, algunos importantes, que no le dan importancia al gesto?
El gesto ha sido y sigue siendo fundamental para que exista una buena comunicación entre director y orquesta.
Hay quien sostiene que Celibidache hablaba mucho de cuestiones como la filosofía zen, pero no siempre su conocimiento era correcto desde un punto de vista académico.
En mi opinión, Celibidache poseía un conocimiento de gran altura intelectual y filosófica. En alguna ocasión le he visto hablar e incluso discutir de igual a igual con el filósofo José Luis López-Aranguren. No es algo de lo que pueda presumir cualquier músico.
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