CODALARIO, la Revista de Música Clásica

Críticas 2014

Crítica: Paul Lewis inaugura las Jornadas de Piano 'Luis G. Iberni' en Oviedo

27 de noviembre de 2014
Foto: Josep Molina Harmonia Mundi

BEETHOVEN APOLÍNEO

Por Aurelio M. Seco
Oviedo. 25/11/14. Auditorio Príncipe Felipe. Jornadas de Piano Luis G. Iberni. Pianista: Paul Lewis. Tres últimas sonatas para piano de Beethoven.

   Las Jornadas de Piano Luis G. Iberni dieron comienzo con un recital de gran nivel, protagonizado por el notable pianista británico Paul Lewis, que debutó en el ciclo enfrentándose a las tres últimas sonatas para piano de Beethoven, la 30, 31 y 32, un repertorio muy complicado que incluso ha grabado en disco, por cierto, en un tono muy parecido al expresado en Oviedo. 

   El estilo de Beethoven, en todas sus sonatas e incluso sinfonías, es tan personal que resulta difícil hablar de él sin extenderse, sobre todo si nos atenemos a la partitura. Y así como tenemos la impresión de que en sus sinfonías lo menos importante es preguntarse por la orquestación, porque parece que todo está al servicio de sus ideas musicales, en sus sonatas, los trinos, arpegios y la continuidad temática, tienen una consistencia tan personal y calculada como única. Beethoven no es Schubert, desde luego, otro compositor que Lewis parece adorar, y con el que seguramente se comunica mejor. 

   Paul Lewis interpretó a Beethoven en un tono liviano, incluso encantador, que nos recordó que al de Bonn también se le puede contemplar desde el  perfil de Apolo. Lo ha hecho mucho Alfred Brendel y muy bien, dentro de ese estilo entre académico y virtuoso que lo caracteriza, y le sigue un poco en esto Paul Lewis, que da la impresión de admirar esta cualidad de Brendel -con quien estudió-, a la que añade el coraje de un pianista virtuoso.  El artista británico lució un estilo elegante, más equilibrado que apasionado, sin menosprecio de una expresividad gustosa, que se dejó notar más en momentos puntuales que en el diseño dinámico general de las obras. Nos faltó algo de profundidad, eso sí, por nuestra imagen de esta música, estructural y provocadora. Lewis tocó las sonatas dentro de un estilo que sin duda le va mejor a Schubert, que siempre ha sido más puramente romántico que Beethoven, en las formas y en el fondo. Beethoven es Beethoven y Schubert emana de él. 

   Encontramos en Paul Lewis una tendencia a preferir la fluidez y homogeneidad sonora que la expresividad dramática. Los arpegios en Beethoven no deberían perder la consistencia de las notas que lo componen. No es la sensación general del acorde la que importa en él, ni la rapidez ni limpieza con que se tocan, sino la forma de expresar su estructura, que todavía no se ha disuelto en el maremagnun romántico del XIX. Es la fuerza de Beethoven la que la mantiene intacta, con una intensidad menos pulcra y definida que en el Clasisicismo,  pero que tampoco llega a fundirse en la reverberación de su propio timbre. Lewis optó por el camino de en medio, dirigido hacia la brillantez técnica de gran pianista romántico. Y fue agradable. Incluso los trinos, ligeros y rápidos, precisos y sentidos de Paul Lewis nos parecieron excesivamente luminosos para expresar la cultura terrena de un sordo genial que ya estaba en las últimas, y nunca mejor dicho.

   Gustó la capacidad de riesgo del pianista, que buscó la expresión a su modo, al de Brendel, al de Schubert y también al de Beethoven. Un pianista de gran talento, Paul Lewis, que quiso concluir su recital tocando el Allegretto en do menor D915, de Schubert. -no podía ser de otra forma-, un desacierto como propina que, en lugar de incrementar el interés de la velada, la hizo concluir con menos interés del merecido. Nos pareció significativo.

Foto: Josep Molina Harmonia Mundi

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