Sílvia Pujalte
25/3/2015. Barcelona. Gran Teatre del Liceu. Obras de Fauré, Hahn, Debussy y otros. Philippe Jaroussky y Jérôme Ducros
"Votre âme est un paysage choisi." No sé si para los aficionados a Paul Verlaine este verso es especial. Sí lo es para los aficionados a la mélodie, que inevitablemente le ponen (le ponemos) música porque este y muchos otros versos del poeta han quedado ligados para siempre a algunas de las mejores obras del repertorio. El recital que presentaban el miércoles en el Gran Teatre del Liceu Philippe Jaroussky y Jérôme Ducros empezaba con estos versos en la versión de Gabriel Fauré y tenía a Verlaine como hilo conductor: contratenor y pianista interpretaron canciones compuestas a partir de sus poemas por quince compositores diferentes, una selección del disco Green que han publicado recientemente.
Tuvieron cabida desde los compositores de mélodie más conocidos como el mencionado Fauré, Claude Debussy y Reynaldo Hahn hasta nombres quasi-desconocidos como André Caplet o Jozef Szulc, con el añadido de compositores de chanson como Léo Ferré, Charles Trenet y Georges Brassens. Con esta variedad de autores los intérpretes renunciaron a los bloques de canciones habituales en los recitales y optaron por hacer en cada parte un gran bloque con dos piezas para piano solo que actuaron como interludios entre grupos de cuatro o cinco canciones. Así, el primer grupo presentaba cinco poemas y a partir de aquí cada grupo introducía nuevos poemas y repetía otros en las versiones de nuevos compositores, una buena manera de presentar un programa muy atractivo.
Jaroussky es un cantante musical y refinado, cualidades que encajan muy bien con la mélodie; si bien en las primeras canciones su canto tendió a plano y sólo nos sacó de esta cierta monotonía el sobresalto de un agudo mal resuelto en En sourdine de Hahn, según avanzaba el recital la voz de Jaroussky se afianzó y nos ofreció un canto bonito y elegante. Pero la mélodie, la canción en general, pide tanto ser cantada como ser contada, y Philippe Jaroussky cantó mucho más que contó; podríamos decir que, con algunas excepciones, no consiguió la expresividad necesaria en un recital de canción. No diremos ni mucho menos que fue un mal recital porque disfrutamos de muy buenos momentos y detalles de calidad pero no se llegó a la excelencia que le hemos conocido al contratenor en conciertos de música barroca.
A pesar del pequeño accidente mencionado y algún problema de afinación en L'heure exquise los mejores momentos de la velada llegaron con la música de Hahn, un compositor con quien Jaroussky parece tener una afinidad especial; especialmente logradas fueron las interpretaciones de D'une prison y Chanson d'automne. Un rato antes ya había cantado una preciosa versión de Le ciel es, par-dessus le toit, de Déodat de Séverac a partir del mismo poema de D'une prison. La sentida interpretación de Un grand sommeil noir, de Artur Honegger, hizo que echar de menos la versión de Edgar Varèse y la Chanson d'automne de Trenet fue un curioso contratiempo a la de Hahn. Por su lado, el pianista Jérôme Ducros estuvo siempre atento al cantante, ajustando cuidadosamente las dinámicas a su voz y contribuyendo a la atmósfera refinada, y arrancó aplausos espontáneos con su interpretación de L'Isle joyeuse de Debussy.
Entre noches de luna blanca, horas exquisitas y escenas galantes llegamos al final del recital, que el Gran Teatre del Liceu había dedicado a la contralto Maria Radner, el barítono Oleg Bryjak y todas las víctimas del accidente de avión del pasado martes. Lo cerraron definitivamente tres propinas: Qui je suis de la opereta Fisch-Ton-Kan de Emmanuel Chabrier, una pieza incongruente por estilo con el resto del programa pese a tener también texto de Verlaine; Colombine de Brassens y L'heure exquise, dedicada por Jaroussky y Ducros a las víctimas del accidente.
Estas propinas cerraban también los recitales de esta temporada en el Liceu, que se han visto reducido a solamente los recitales de dos contratenores; la próxima temporada no habrá ninguno y tendremos que esperar un año para saber si vuelven.
Foto: A. Bofill
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