CODALARIO, la Revista de Música Clásica

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Crítica: 'Katiuska' en el Palau de Les Arts

4 de noviembre de 2015

AMOR PROPIO

Por Alejandro Martínez

Valencia. 03/11/2015. Palau de Les Arts. Sorozábal: Katiuska. Maite Alberola (Katiuska), Manuel Lanza (Pedro Stakof), Javier Agulló (Príncipe Sergio), Sandra Ferrández (Olga), Itxaro Mentxaka (Tatiana), David Rubiera (Bruno Brunovich) y Boro Giner (Amadeo Pich). Dirección de escena: Emilio Sagi. Dirección musical: Cristóbal Soler.

   El futuro de la zarzuela pasa sin duda por un bien entendido amor propio. La riqueza del género requiere de apuestas bien medidas si quiere ganar un futuro de normalidad y estabilidad, con un público renovado. En este sentido el trabajo de Emilio Sagi con esta Katiuska estrenada hace seis años en Bilbao es ejemplar. Su mano se percibe no sólo en la propuesta escénica como tal sino asimismo en la versión que se muestra, debidamente recortada (quizá en exceso, es cierto) hasta conformar un espectáculo de poco más de una hora y cuarto, sin mediar descanso. El espectáculo resultante es ágil, divertido y subraya sin afección los momentos de más inspirado lirismo que aguardan en la partitura, en una transición cómoda desde éstos a las páginas con un tono más “revistero”, como el número de cabaret en “A París me voy” o el vals de los cosacos. Daniel Bianco, a la sazón el nuevo director artístico del Teatro de la Zarzuela, dispone el trabajo de Sagi sobre una escenografía funcional y vistosa, aunque levemente incómoda para los solistas, con esa perspectiva inclinada y esa suerte de ruinas al pie del escenario.

   Aunque muy renovada en sus atriles, con una media de edad cada vez más baja, la Orquesta de la Comunidad Valenciana sigue siendo un instrumento consumado y que camina a notable distancia del resto de formaciones del país. Su cuerda y su metal, sin ir más lejos, se prestan casi como un lujo asiático a la partitura de Sorozábal, que tantas veces hemos escuchado maltratada en versiones orquestalmente muy descafeinadas. Así las cosas, tendría delito que Cristóbal Soler, el ya saliente director musical del Teatro de la Zarzuela, no hiciese pie en su oficio para edificar una versión notabilísima, ciertamente intachable de principio a fin, con la impagable contribución del coro titular del teatro,que sigue siendo también un conjunto de enorme solvencia.

   Estamos, por otro lado, ante una partitura que seguramente no sea la más honda y trascendente de cuantas salieron de puño y letra de Sorozábal. A cambio, Katiuska tiene un fácil y cálido encanto, una frescura lo que ha hecho de ella una obra de una popularidad ciertamente perenne. Con precios populares, como en la pasada Bohème, y abundando en esta ocurrente y resuelta pretemporada, el Palau de Les Arts mostraba una buenísima entrada, con un público de edad más elevada que el que estamos acostumbrados a ver por allí, seguramente animados por la citada popularidad del título.

   La Katiuska de la valenciana Maite Alberola tuvo un lirismo natural y fácil, de factura genuina, en la línea de la mejor tradición de antaño, la de la zaragozana Pilar Lorengar, quien grabase esta parte con el propio Sorozábal en 1958. Cabe seguramente en su caso una mayor gama de intensidades en la emisión, pero la parte le cae como un guante al material de Alberola, con un color muy bellamente timbrado, con un centro esmaltado y carnoso. El barítono Manuel Lanza, ya en el segundo año en el que apuesta en serio por retomar su trayectoria con normalidad, se mostró vibrante y franco con la parte de Pedro Stakof. Si bien la va voz arriba, en ocasiones, se antoja algo corta, no es menos cierto que Lanza se encarama valiente y convence en suma por un fraseo aguerrido y noble, de factura auténtica. Ya habitual en otros repartos presentados en Les Arts, el tenor ilicitano Javier Agulló resolvió la breve parte del Príncipe Sergio con enjundia, con una voz que corría generalmente fácil y liberada en el agudo. Un nutrido y solvente equipo de comprimarios (Sandra Ferrández, Itxaro Mentxaka, David Rubiera y Boro Giner) remataba un espectáculo de probada solvencia en todos sus extremos, prueba del mejor hacer del Palau de Les Arts.

Fotos: Tato Baeza / Palau de Les Arts

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