CODALARIO, la Revista de Música Clásica

Críticas 2015

Crítica: Rubén Gimeno dirige 'La Santa Espina' de Morera con la Sinfónica del Vallés

9 de diciembre de 2015

LA SANTA ESPINA DE MORERA

Por Albert Ferrer Flamarich
Barcelona. Palau de la Música Catalana de Barcelona. 2/XII/15. David Alegret, tenor. Enric Martínez-Castignani, barítono. Anna Alàs i Jové, mezzosoprano. Segi Mateu, narrador. Director de orquesta: Rubén Gimeno. Coral polifónica de Vilafranca del Penedès. Orquesta Sinfónica del Vallés (OSV). Morera: La Santa Espina.

   Con motivo de la celebración de la capitalidad de la Sardana, el Barcelona Teatre Musical acogió de manera extraordinaria la interpretación de La Santa Espina (1907) con música de Morera y Àngel Guimerà, un espectáculo incluido en el fallido proyecto del Teatre Líric Català que este año, en ocasión del 150 aniversario del compositor, se ha ofrecido en diversas ocasiones en la versión de concierto. Las dos últimas fueron acogidas en el Palau de la Música Catalana el día 2 de diciembre y en el Teatre de la Faràndula de Sabadell el viernes 4.

   Las dos, por cierto, con una asistencia menor de la deseable. Habría que pensar si convendría impulsar campañas de divulgación y difusión en convocatorias fuera de la temporada sinfónica como la presente, como sí han hecho con programas recientes (programa 2: Un americano en París). Con un público frío que no se mostró efusivo excepto en la conocida sardana, la obra posee un argumento infumable que combina elementos del drama rural, rondalla caballeresca de inspiración medieval y fantasía mágica modernista aunque no es ninguna rondalla popular. Una historia que ni la excelente narración del actor Sergi Mateu hizo más comprensible.

   El papel testimonial que tienen los solistas fueron cubiertos por el tenor David Alegret, quien dio muestras de un fraseo y proyección meritorios en el que la homogeneidad del registro fue una constante acompañada de una buena dicción; por el barítono Enric Martínez-Castignani, que ofreció un canto dramatizado menos lírico y efusivo en “És la cançó més sentida” y más adecuado en la “Cançó de l’espasa”; y, finalmente, por la mezzosoprano Anna Alàs, que lució un timbre redondo y bien apoyado en las vocalizaciones con reminiscencias de El holandés errante wagneriano y los pasajes a capella de la “Cançó de la Rosa Vera” (Acto II).

  Por su parte, el gran peso musical de la obra recae en el coro y la orquesta la escritura de los cuales depara momentos de originalidad con la clásica tormenta como elemento ambiental (con efectos onomatopéyicos del coro). La Polifònica de Vilafranca se defendió a pesar de lo justo de su afinación y cohesión en algunos números, y la falta de peso de cuerdas graves en la textura general. Algo significativo tratándose de una obra donde predomina la escritura homofónica y homorítmica.

   En conjunto, la sesión fue mejorable -¿hay que incidir en la agenda de la Sinfónica del Vallés y en la posible necesidad de tener más tiempo para ensayar y refrescar programas?- con un Rubén Gimeno que apostó por una tendencia decibélica (sobre todo en percusión y metales), sin caer en el efectismo gratuito pero tampoco con la firmeza y matices de colores en, por ejemplo, la “Cançó de les bruixes i bruixots” y otros números.

   Quedémonos con la vinculación del concierto con la Fundació Esclerosi Múltiple y con el valor de un proyecto artístico que ha permitido grabar La Santa Espina, recuperando uno de los títulos para la escena más significativos de un compositor que es el máximo representante del modernismo musical. La verdadera espina es la ausencia masiva de la obra de Morera en la discografía, entendida como elemento de acceso a los ciudadanos. Don Juan de Serrallonga, L’alegria que passa, Baixant de La Font del gat o La fada, siguen prácticamente en la inopia más allá de la partitura que, nos guste o no, es una antigualla museística.

Foto: Juanma Peláez

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